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Al cesar en el cargo de Virrey del Perú Don Francisco de Toledo puede decirse que quedó cerrado el período de la verdadera i seria organización de los Virreynatos de América. Tan substancial i fecunda fué la obra constructiva de aquel Virrey, que durante el período colonial, la estructura política por él establecida apenas recibió variación, i nunca sufrieron de reproche i censura, sino más bien de ponderación, sus celebradas ordenanzas. De estas loas a la notable acción gubernativa de Toledo se hacía eco, a principios del siglo XVII, Don Juan de Mendoza i Luna, Marqués de Montesclaros, XI Virrey del Perú, cuando decía, en su Relación al Príncipe de Esquilache, "en las ordenanzas del Sr. Don Francisco de Toledo hallará V. E. todo lo que pudiere desear en este género, pues de aquel maestro somos todos discípulos, yo a lo menos de voluntad lo confiezo" (1).

En efecto; después de Toledo, muy pocos fueron los que gobernaron el Perú con ese celo por el bien común, i con ese conocimiento de los hombres i de las cosas que en el mando tuvo el caballero de Oropesa. Puede considerarse, por eso, el virreinato de Toledo como un hecho singular i único, pues que teniendo condiciones de gobernante en grado máximo i notable talento legislativo, pudo, gracias al favor de su Rey i a la con

(1) Fuentes: Memorias de los Virreyes, tomo I, página 19.

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