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materias de los siete Sacramentos de la nueva ley en general, y en particular del Bautismo y Confirmacion; se debe ventilar y tratar del sacramento de la santísima Eucaristía, y ademas de esto, en lo tocante á la reforma, de los restantes puntos pertenecientes á la mas facil y cómoda residencia de los Prelados. Amonesta tambien y exhorta á todos los Padres á que se dediquen entretanto á ejemplo de Jesucristo nuestro Señor, á los ayunos y oraciones en cuanto les permita la humana fragilidad; para que aplacado en fin Dios nuestro señor, quien sea bendito por los siglos de los siglos, se digne reducir el corazon de los hombres al conocimiento de su verdadera fé, á la unidad de la santa madre Iglesia, y á una conducta de vida justa y ordenada.

SESION XIII.

Que es la III. celebrada en tiempo del sumo Pontífice Julio III. en 11 de Octubre de 1551.

Decreto sobre el santísimo sacramento de la Eucaristia.

Aunque el sacrosanto, ecuménico y general Concilio de Trento, congregado legítimamente en el Espíritu Santo, y presidído por los mismos Legado y nuncios de la santa sede Apostólica, se ha juntado no sin particular direccion y gobierno del Espíritu Santo, con el fin de exponer la verdadera doctrina sobre la fé y Sacramentos, y con el de poner remedio á todas las heregías, y á otros gravísimos daños, que al presente afligen lastimosamente la Iglesia de Dios, y la dividen en muchos y varios

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septem Secramentis novæ legis in genere, et in specie de Baptismate, et Confirmatione definitum fuerit, statuit, et decernit de sanctissima Eucharistiæ sacramento; necnon quod ad reformationem attinet, de reliquis, quæ ad faciliorem, et diorem Prælatorum residentiam pertinent, agi, et tractari debere. Ac monet, et hortatur omnes Patres, ut interim (Matth. 4.), Domini nostri Jesu Christi exemplo, quantum tamen humana fragilitas patietur, jejuniis, et orationibus vacent; ut tandem placatus, qui in sæcula sit benedictus Deus, corda hominum ad veræ suæ fidei agnitionem, et sanctæ matris Ecclesiæ unitatem, ac rectè vivendi normam reducere dignetur.

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multas, ac varias partes scinditur, remedium afferret; hoc præsertim jam inde à principio in votis habuit, ut stirpitùs convelleret zizania execrabilium errorum, et schismatum (Matth. 13.), que inimicus homo his nostris calamitosis temporibus in doctrina fidei, usu, et cultu sacrosanctæ Eucharistia superseminavit: quam alioqui Salvator noster in Ecclesia sua tamquam Symbolum reliquit ejus unitatis, et charitatis, qua christianos omnes inter se conjunctos, et copulatos esse voluit. Itaque eadem sacrosancta Synodus sanam, et sinceram illam de venerabili hoc, et divino Eucharistiæ sacramento doctrinam tradens, quam semper catholica Ecclesia ab ipso Jesu Christo Domino nostro (Lucæ 12. Joann. 14. et 16.), et ejus Apostolis erudita, atque à Spiritu Sancto, illi omnem veritatem in dies suggerente, edocta, retinuit et ad finem usque sæculi conservabit: omnibus Christi fidelibus interdicit, ne posthac de sanctissima Eucharistia aliter credere, docere, aut prædicare audeant, quàm ut est hoc præsenti decreto explicatum, atque defini

tum.

CAP. I. De reali præsentia Domini nostri Jesu Christi in sanctissimo Eucharistiæ sacramento.

Principio docet sancta Synodus, et apertè ac simpliciter profitetur, in almo sanctæ Eucharistiæ sacramento, post panis et vini consecrationem, Dominum nostrum Jesum Christum (Joann. 1.), verum Deum atque hominem,

partidos; ha tenido principalmente desde los principios por objeto de sus deseos, arrancar de raiz la zizaña de los execrables errores y cismas, que el demonio ha sembrado en estos nuestros calamitosos tiempos sobre la doctrina de fé, uso y culto de la sacrosanta Eucaristía, la misma que por otra parte dejó nuestro Salvador en su Iglesia, como símbolo de su unidad y caridad, queriendo que con ella estuviesen todos los cristianos juntos y reunidos entre sí. En consecuencia pues, el mismo sacrosanto Concilio enseñando la misma sana y sincera doctrina sobre este venerable y divino sacramento de la Eucaristía, que siempre ha retenido, y conservará hasta el fin de los siglos la Iglesia católica, instruida por Jesucristo nuestro señor y sus Apóstoles, y enseñada por el Espíritu Santo, que incesantemente le sugiere toda verdad; prohibe á todos los fieles cristianos, que en adelante se atrevan á creer, enseñar ó predicar respecto de la santísima Eucaristía, de otro modo que el que se explica y define en el presente decreto.

CAP. I. De la presencia real de Jesucristo nuestro Señor en el santisimo sacramento de la Eucaristia.

En primer lugar enseña el santo Concilio, y clara y sencillamente confiesa, que despues de la consagracion del pan y del vino, se contiene en el saludable sacramento de la santa Eucaristía verdadera, real y substancialmente nuestro Señor Jesucristo, ver

dadero Dios y hombre, bajo las especies de aquellas cosas sensibles; pues no hay en efecto repugnancia en que el mismo Cristo nuestro Salvador esté siempre sentado en el cielo á la diestra del Padre segun el modo natural de existir, y que al mismo tiempo nos asista sacramentalmente con su presencia, y en su propia substancia en otros muchos lugares con tal modo de existir, que aunque apenas lo podemos declarar con palabras, podemos no obstante alcanzar con nuestro pensamiento ilustrado por la fe, que es posible á Dios, y debemos firmísimamente creerlo. Así pues han profesado clarísimamente todos nuestros antepasados, cuantos han vivido en la verdadera Iglesia de Cristo, y han tratado de este santísimo y admirable Sacramento; es á saber, que nuestro Redentor lo instituyó en la última cena, cuando despues de haber bendecido el pan y el vino, testificó á sus Apóstoles con claras y enérgicas palabras, que les daba su propio cuerpo y su propia sangre. Y siendo constante que dichas palabras, mencionadas por los santos Evangelistas, y repetidas despues por el Apóstol san Pablo, incluyen en sí mismas aquella propia y patentísima significacion, segun las han entendido los santos Padres; es sin duda execrable maldad, que ciertos hombres contenciosos y corrompidos las tuerzan, violenten y espliquen en sentido figurado, ficticio é imaginario; por el que niegan la realidad de la carne y sangre de Jesucristo, contra la inteligencia unánime de la Iglesia, que siendo columna y apoyo de verdad, ha detestado siempre como diabólicas estas ficciones excogitadas por hombres impíos, y conservado indeleble la memoria y gratitud de este

verè, realiter, ac substantialiter sub specie illarum rerum sensibilium contineri (Ephes. 1. Matth. 16.) Neque enim hæc inter se pugnant, ut ipse Salvator noster semper ad dexteram Patris in cœlis assideat juxta modum existendi naturalem, et ut multis nihilominus aliis in locis sacramentaliter præsens sua substantia nobis adsit, ea existendi ratione (Matth. 19. Luc. 18.), quam etsi verbis exprimere vix possumus, possibilem tamen esse Deo, cogitatione per fidem illustrata, assequi possumus, et constantiissimè credere debemus. Ita enim majores omnes nostri, quotquot in vera Christi Ecclesia fuerunt, qui de sanctissimo hoc Sacramento disseruerunt, apertissimè professi sunt, hoc_tam admirabile Sacramentum in ultima cœna Redemptorem nostrum instituisse, cùm post panis, vinique benedictionem, se suum ipsius corpus illis præbere, ac suum sanguinem (Matth. 26. Marc. 14.) disertis, et perspicuis verbis testatus est: quæ verba à sanctis Ecangelistis commemorata, et à divo Paulo posteà repetita, cùm propriam illam, et apertissimam significationem præseferant, secundùm quam à Patribus intellecta sunt; indignissimum sanè flagitium est, ea à quibusdam contentiosis, et pravis hominibus ad fictitios, et imaginarios tropos, quibus veritas carnis, et sanguinis Christi negatur, contra universum Ecclesia sensum detorqueri (1. Tim. 3.); quæ tamquam columna, et firmamentum veritatis, hæc ab impiis hominibus excogitata commenta, velut Sathanica, detestata est, grato

semper, et memore animo præs- tan sobresaliente beneficio que Jesutantissimum hoc Christi beneficium cristo nos hizo.

agnoscens.

CAP. II. De ratione institutionis sanctissimi hujus Sacramenti.

Ergo Salvator noster, discessurus ex hoc mundo ad Patrem, Sacramentum hoc instituit, in quo divitias divini sui erga homines amoris velut effudit (Psalm. 110. 1. Cor. 11. Luc. 23.), memoriam faciens mirabilium suorum; et in illius sumptione colere nos sui memoriam præcepit, suamque annuntiare mortem (Matth, 26.), donec ipse ad judicandum mundum veniat. Sumi autem voluit Sacramentum hoc, tamquam spiritualem animarum cibum, quo alantur, et confortentur viventes vita illius, qui dixit (Joann. 6.): Qui manducat me, et ipse vivet propter me: et tamquam antidotum, quo liberemur à culpis quotidianis, et à peccatis mortalibus præservemur. Pignus prætereà id esse voluit futuræ nostræ gloriæ, et perpetuæ felicitatis, adeoque symbolum unius illius corporis (1. Cor. 5. et 11. Eph. 5. Rom. 12.), cujus ipse caput existit, cuique nos tamquam membra, arctissima fidei, spei, et charitatis connexione adstrictos esse voluit (1. Cor. 1.), ut id ipsum omnes diceremus, nec essent in nobis schismata.

CAP. III. De excellentia sanctissimæ Eucharistiæ super reliqua Sacramenta.

Commune hoc quidem est sanctissima Eucharistiæ cum cæteris

CAP. II. Del modo con que se instituyó este santísimo Sacramento.

Estando pues nuestro Salvador para partirse de este mundo á su Padre, instituyó este Sacramento, en el cual como que echó el resto de las riquezas de su divino amor para con los hombres, dejándonos un monumento de sus maravillas, y mandándonos que al recibirle recordásemos con veneracion su memoria, y anunciásemos su muerte hasta tanto que él mismo vuel va á juzgar al mundo. Quiso ademas que se recibiese este Sacramento como un manjar espiritual de las almas, con el que se alimenten y conforten los que viven por la vida del mismo Jesucristo, que dijo: Quien me come, vivirá por mí; y como un antídoto con que nos libremos de las culpas veniales, y nos preservemos de las mortales. Quiso tambien que fuese este Sacramento una prenda de nuestra futura gloria y perpetua felicidad, y consiguientemente un símbolo significacion de aquel único cuerpo, cuya cabeza es él mismo, y al que quiso estuviésemos unidos estrechamente como miembros, por medio de la segurísima union de la fe, la esperanza y la caridad, para que todos confesásemos una misma cosa, y no hubiese cismas entre nosotros.

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CAP. III. De la excelencia del santisimo sacramento de la Eucaristia, res

pecto de los demas Sacramentos.

Es comun por cierto á la santísima Eucaristía con los demas Sacramen

tos, ser símbolo ó significacion de una cosa sagrada, y forma ó señal visible de la gracia invisible; no obstante se halla en él la excelencia y singularidad de que los demas Sacramentos entonces comienzan á tener la eficacia de santificar cuando alguno usa de ellos; mas en la Eucaristía existe el mismo autor de la santidad antes

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de comunicarse: pues aun no habian recibido los Apóstoles la Eucaristía de mano del Señor, cuando él mismo afirmó con toda verdad, que lo que les daba era su cuerpo. Y siempre ha subsistido en la Iglesia de Dios esta fe, dé que inmediatamente despues de la consagracion, existe bajo las especies de pan y vino el verdadero cuerpo de nuestro Señor, y su verdadera sangre, juntamente con su alma y divinidad. El cuerpo por cierto bajo la especie de pan, y la sangre bajo la especie de vino, en virtud de las palabras; mas el mismo cuerpo bajo la especie de vino, y la sangre bajo la de pan, y el alma bajo las dos, en fuerza de aquella natural conexion y concomitancia, por la que estan unidas entre sí las partes de nuestro Señor Jesucristo, que ya resúcitó de entre los muertos para no volver á morir; y la divinidad por aquella su admirable union hipostática con el cuerpo y con el alma. Por esta causa es certísimo que se contiene tanto bajo cada una de las dos especies, como bajo de ambas juntas; pues existe Cristo todo, y entero bajo las especies de pan, y bajo cualquiera parte de esta especie: y todo tambien existe bajo la especie de vino y de sus partes.

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Sacramentis, symbolum esse rei sacræ, et invisibilis gratiæ formam visibilem. Verùm illud in ea excellens, et singulare reperitur, quod reliqua Sacramenta tunc primum sanctificandi vim habent, cum quis illis utitur; at in Eucharistia ipse sanctitatis auctor ante usum est. Nondum enim Eucharistiam de manu Domini Apostoli susceperant (Matth. 16.), cùm verè tamen ipse affirmaret corpus suum esse quod præbebat. Et semper hæc fides in Ecclesia Dei fuit, statim post consecrationem verum Domini nostri corpus, verumque ejus sanguinem sub panis, et vini specie una cum ipsius anima, et divinitate existere: sed corpus quidem sub specie panis, et sanguinem sub vini specie, ex vi verborum; ipsum autem corpus sub specie vini, et sanguinem sub specie panis, animamque sub utraque, vi naturalis illius connexionis, et concomitantiæ, qua partes Christi Domini qui jam ex mortuis resurrexit, non ampliùs moriturus, inter se copulantur: divinitatem porro propter admirabilem illam ejus cum corpore, et anima hypostaticam unionem. Quapropter verissimum est, tantumdem sub alterutra specie, atque sub utraque contineri. Totus enim, et integer Christus sub panis specie, et sub quavis ipsius speciei parte, totus item sub vini specie, et sub ejus partibus existit.

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