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Visitó personalmente las conversiones de Cajamarquilla y Huailillas, las de Huanta y Jauja, en Victoc Pucará y Collac; levantando planos topográficos de todo cuanto visitaba, los cuales fueron presentados al rey, siendo apreciados en la córte de Madrid, lo mismo que en toda España y América.

La prensa peruana de los años 1791 y 1792 hace grandes elogios del R. P. Sobreviela, reseñando con el mayor interés y satisfaccion sus viajes, dando cuenta de sus planos, y publicando cuantas noticias les remitia. Sus trabajos se dirigieron principalmente á enseñar á los misioneros de Ocopa, los caminos y sitios por donde deben introducirse en las misiones de los pueblos que tenian formados en las montañas del Perú, y en innumerables tribus bárbaras, en cuya conversion emplearon nuestros predecesores su ardiente celo con inmensas fatigas, hasta dejar bañada la tierra con su sangre. No se limitaban empero sus miras al solo bien espiritual y temporal de las naciones infieles, sino que atendia tambien al comercio y prosperidad de la parte civilizada del Perú, invitando á sus moradores á penetrar en aquellas vastas regiones, á fin de enriquecerse con las preciosas y ricas producciones de que abundan; pues, como dice el mismo, sus inmensas y feraces llanuras están pobladas de árboles útiles y yerbas medicinales; la multitud de animales, así terrestres como volátiles, es infinita, los rios están llenos de innumerable variedad de peces, etc.

No satisfecho el P. Sobreviela con las largas observaciones que él mismo hizo en sus repetidos viajes á las montañas por casi todas las fronteras del Perú, examinó minuciosamente los derroteros y planos que se conservan en el archivo de este Colegio desde el año 1631, formados por los religiosos de la provincia de Lima y Ocopa; procurando por todos estos medios facilitar la entrada en las misiones y asegurar las comunicaciones de los padres conversores con los de Ocopa. Con tanto empeño y solicitud por la conversion de los infieles, no pudo menos de enardecer el celo de sus

súbditos; y así en el corto espacio de tres años, no solo consiguió poner en estado muy floreciente las misiones, sino tambien dejarlas considerablemete aumentadas. Desde Febrero de 1787 hasta el mismo mes del año 1790, añadió con su solicitud nueve pueblos con sus capillas á las reducciones que ya antes tenia este Colegio en las montañas del Perú, á saber: dos de infieles en las de Huamanga, (Ayacucho), con los nombres de San Antonio de Yntate y San Luis de Maniroato; uno en las fronteras de Jauja, llamado San Francisco de Monobamba; dos igualmente fronterizos de Tarma, bajo la advocacion de San Teodoro de Colla y Santa Ana de Pucará; uno de neófitos apóstatas de las conversiones en las de Huánuco, bajo el nombre de San Francisco de Monzon; otro tambien de neófitos fugitivos en las de Trujillo, titulado el Infante de Schucusbamba; y dos en las conversiones de Lamas con los nombres de Tarapoto y Cumbasa, de cuya direccion, temporalmente y á súplicas del Virey, se encargó este Colegio. En los referidos pueblos de las montañas del Perú se contaban á la sazon tres mil cuatrocientas noventa y cuatro almas, adoctrinadas por los misioneros de Ocopa, aumentándose en dichos años de 1790 y 91, con dos pueblos mas en el rio Huallaga, á saber, los de Pachisa y Uchisa, que contaban con una poblacion de cien almas cada uno; de manera que en 12 de Octubre de 1791, siendo guardian todavía el mencionado P. Sobreviela, segun el estado de las misiones que él mismo presentó al Colegio de Ocopa, tenia á su cargo ciento tres pueblos de conversiones con sus capillas, ochenta y tres de los cuales estaban situados en las veinte y seis islas y tierra firme de la provincia de Chiloé, y los veinte restantes en el vireinato del Perú. El número total de los habitantes que se contaban en los pueblos de Chiloé, ascendia á veinte y siete mil quinientos setenta y uno, que junto con los cuatro mil noventa y uno que habitaban en los pueblos del Perú, formaban el número de treinta y un mil seiscientos sesenta y dos. La comunidad de Ocopa se componia en aquella época, de ochenta y cinco re

ligiosos, de los cuales cincuenta estaban empleados en las referidas misiones de infieles y neófitos.

El celo del R. P. Sobreviela era infatigable, y á todo se estendia; pues á mas de lo dicho, se ocupaba en sus visitas en delinear y abrir caminos á espensas de la comunidad, cuando no le alcanzaban los seis mil pesos con que anualmente el gobierno le socorria. Hacia comprar herramientas y avalorios para los indios, con el fin de atraerlos mas fácilmente; en las fronteras de Huanta delineó un camino, con el cual se ahorraban siete leguas, desde Yantayanta á las conversiones de Simariba. En las de Jauja, se abrieron para el tránsito de bestias once leguas de camino al través de la montaña: en las de Tarma concurrió y cooperó á la apertura de dos caminos, desde el Tambo de Marayníve al valle de Victoc. Ultimamente, en las misiones de Huánuco abrió diez y ocho leguas de camino para bestia, desde sus fronteras hasta el pueblo de conversiones llamado Playa grande (Tingo.)

No trabajaron menos entre los pueblos civilizados los misioneros que quedaron en el Colegio durante el gobierno del P. Sobreviela. Destinó este Padre doce sacerdotes que por tres años contínuos recorrieron el arzobispado de Lima y obispado de Trujillo, predicando misiones; y habiéndose ejercitado con edificacion y ejemplo en el púlpito y confesonario, consiguieron los mas abundantes y saludables frutos en las almas. El Padre Visitador de Terceros, Fr. Antonio Romero Colás, logró al mismo tiempo con su actividad y notorio celo, restaurar y plantear la Orden Tercera de Penitencia, con arreglo al encargo que sobre tan útil objeto hace nuestro santísimo padre Inocencio XI á los misioneros, en su Bula que empieza, Ecclesiae Catholicae. Todos los religiosos, por último, que residieron en Ocopa durante su guardianía trabajaron incesantemente en oir confesiones y dar ejercicios devotos á innumerables personas, que de todas partes concurrian con este santo objeto á este venerable santuario, segun consta de los informes y certificacio

nes de los señores curas y subdelegados, que el virey don Teodoro de Croix mandó al rey de España juntamente con los diarios y planos topográficos del R. P. Sobreviela, tantas veces mencionado.

CAPITULO III.

Restablecimiento de las misiones del Rio Ucayali.

Los trabajos apostólicos del P. Guardian y comunidad del Colegio de Ocopa, si debieron acarrearles, como no podia menos de suceder, considerables fatigas y penalidades, se vieron con todo superabundantemente recompensados por Dios, no solo por el fruto inmediato que de ellos sacaban, sino porque pudieron ver nuevamente abiertas á la predicacion del Evangelio, las importantes y estensas comarcas que baña el Ucayali, pobladas por numerosas tribus de indios que habian quedado abandonados, á causa de la muerte violenta sufrida por los Padres que antiguamente les catequizaran.

El restablecimiento de estas misiones era tanto mas importante, cuanto por su situacion especial debian ser el centro de las que el Colegio de Santa Rosa de Ocopa dirigiria.

El pueblo de Sarayacu, que es el de mas importancia de los que en aquellas misiones se encuentran, hállase colocado, segun los datos que en 1818 presentó al gobierno del Rey el R. P. Prefecto, Fr. Pablo Alonso Carballo, á 6o 35 de latitud y 32° 15 de longitud, segun el meridiano de Cádiz, tomando las longitudes al Este, como acostumbraban los antiguos; es un sitio muy a propósito junto á la quebrada que lleva su mismo nombre, distante poco menos de una legua del rio Ucayali. Desde la restauracion de las misio

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