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CAPITULO XVII.

Abertura de una nueva comunicacion entre el Mayro y el Pozuzo y fundacion de Cayariya.

Los viajes de que hemos hablado en el capítulo anterior, no tenian otro objeto que estudiar tanto el curso de los rios Pachitea, Pozuzo y Mayro, como la configuracion del terreno que separa estos dos últimos rios, con el único fin de conocer si era posible ó no la abertura de un camino que les pusiera en comunicacion. Hemos visto como estas investigaciones dieron felices resultados, poniendo de manifiesto la posibilidad de realizarse la empresa proyectada. Poco ó nada empero hubieran aprovechado las fatigas y trabajos que á este fin sufrió el P. Calvo en sus repetidos viajes de exploracion, si no se hubiese emprendido la abertura del camino proyectado, mientras se conservaba en la memoria de todos el conocimiento de los terrenos que se debian atravesar.

Con esta mira se dispuso el mismo R. P. á emprender un nuevo viaje al Mayro en 1859, tomando en su compañía á los indios que eran ya prácticos del país por haberle acompañado en sus viajes anteriores, agregando tambien á la comitiva algunos jóvenes; para que en el caso de perderse el nuevo camino que se iba á trazar, como desgraciadamente habia sucedido con el que anteriormente se abrió, conservaran á lo menos una idea de los cerros y torrentes que debian atravesarse. Dispuestas al efecto las cosas necesarias y

elegidos treinta hombres, de entre los muchos que se ofrecieron, salió de Sarayacu el P. Prefecto expresado á primeros de Junio. En la embocadura del Pachitea hizo provision de plátanos, como en los viajes anteriores, empezando luego á subir por la corriente de aquel rio, en medio del contento y satisfaccion que manifestaban los indios en su semblante y en sus chistosas espresiones. Una sorpresa les aguardaba en aquel sitio. En efecto, desde algun tiempo atrás los Cunibos de Santa Rita, habian trabado amistad con los Caschibos de Semueya; y hacia pocos dias que les habian visitado, participándoles que en breve subiria el Padre con mucha gente; que no le temiesen, porque ni el Padre ni sus peones les harian daño alguno; antes bien si se les mostraban amigos, les regalarian herramientas y otras cosas que necesitaban.

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Alegres los Caschibos con estas noticias, desde aquel dia pusieron atalayas para estar en observacion del momento en que pasara la comitiva, y así fué como al instante en que divisaron, comenzó el centinela á dar voces y hacer señas para que las canoas se acercaran al sitio donde él estaba. Luego que el P. advirtió estas señales, mandó á los poperos que tomasen aquella direccion; mas cuando hubieron llegado, apesar de que eran cinco los Caschibos allí reunidos, solo uno que era bastante jóven, se acercó; abrazáronle el Padre y los sarayaquinos y le dieron herramientas, anzuelos, agujas, cascabeles y chaquiras, lo que recibió con indecible contento, retirándose enseguida hácia el monte. Los neófitos entendieron bastante lo que el jóven Caschibo les habló; pues los infieles de aquella comarca, como mas inmediatos al Ucayali, tienen en su dialecto muchas espresiones de la lengua Pana. Cuando iban ya á despedirse, les pidió que se aguardasen porque al instante regresaría; volvió en efecto al poco rato con otro compañero, y habiendo tambien este recibido algunos regalos, se internaron ámbos otra vez; de la misma manera se presentaron otros hasta el número de doce, pero siempre de uno en uno acompañados del pri

mero. Los neófitos sarayaquinos se internaron tambien por el monte, y siguiendo una especie de camino que encontraron, recogieron algunos arcos, flechas y macanas, sin que los Caschibos les hicieran ninguna oposicion. Cuando los viajeros se pusieron otra vez en camino, tres de aquellos infieles que por allí habian quedado, les preguntaron cuando vólverian á pasar, y les encargaron que no se detuvieser en la quebrada que encontrarian mas arriba, porque la ha bitaban hombres malos que les quitarian la vida; no sabe mos si dieron este aviso por caridad ó por el deseo de qu otros no participaran de los regalos que ellos habian re cibido.

Despidiéronse por último y, hasta que pudieron tener los espedicionarios á la vista, permanecieron en gran núme ro en la playa, pareciendo de lejos que habian salido tam bien las mujeres y niños, de los que antes ni uno habia apa recido; sin duda por temor de ser robados. Siete dias hacia despues de este encuentro, que el P. y sus compañeros re montaban el Pachitea, cuando otra vez oyeron voces pa recidas á las que habian dado los Caschibos, precisament en el mismo punto en que en el año anterior habian traba do, por vez primera, amistad con ellos; dirigieron las ca noas al sitio donde los salvajes se encontraban, y como es tos por el conocimiento que ya tenian con el Padre, nos mostraban tan esquivos como los anteriormente encontra dos, se lanzaron en tropel á las canoas, abrazándose con Padre y los sarayaquinos; y no contentos con los regal que aquel les hacia, tomaban por sí mismos todo lo que le venia á la mano, de suerte que hasta el anafre se le lleva ron; mas considerando el P. que muchas de las cosas qu querian llevarse, como los remos, ollas de hierro etc., eran de suma necesidad para seguir su marcha, no consin tió que lo tocasen; mas ellos entonces decian, que si no le daban aquellas cosas, ¿á qué fin querian hacerse amigos su yos? Deseando entonces el Padre zafarse de aquella gent sin razon, mandó á los neófitos que entrasen en las canoa

y dió la señal de marcha; pero hé aquí que cuando estaban á la mitad del rio, los infieles la emprendieron á pedradas contra ellos; así correspondieron á las mercedes que les habian hecho y no es fácil concebir de que modo hubieran podido despedir al Padre misionero, si en vez de agasajarles les hubiese hostilizado. Mientras tanto que este seguia su marcha, y hasta que le perdieron de vista, no cesaron de proferir horribles gritos, que sin duda serian maldiciones que le echaban, por no haberles permitido llevar lo que tanto necesitaba. Estos infieles parece que no eran Caschibos, sino los que el P. Sobreviela designa con el nombre de Carapachos ó Amages.

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Con estos encuentros, á falta de otra cosa, se lograba á lo menos que los Caschibos fueran perdiendo su nativa ferocidad, y los neófitos el temor cerval que les tenian. Entretanto á los quince dias de haber salido la espedicion del Ucayali, llegó al puerto del Mayro y, despues de haber empleado un dia en cazar y pescar, principiaron los espedicionarios á abrir el sendero que debia conducirles al Pozuzo. Mil dificultades se presentaban tambien esta vez á semejante obra, pues los cerros y quebradas que debian atravesarse formaban un laberinto, y como la vista no alcanzaba á larga distancia por la altura y espesor de los árboles, no era posible formar un camino recto; solo en años posteriores, habiendo el Gobierno hecho estudiar científicamente aquellos sitios por una comision, de la que el P. Calvo formaba parte, se pudo abrir un camino en regla, cuya estension no pasaba de nueve leguas, siendo así que el primero que se construyó, del cual ahora estamos hablando, solo podia recorrerse en cinco dias. Llegó por fin el P. Prefecto al Pozuzo, no sin haber padecido algunos trabajos, aunque en nada comparables á los del viaje anterior; un dia no mas descanso en este punto, dirigiéndose en seguida hácia la ciudad de Huánuco. Entusiasmados los habitantes de esta ciudad con las noticias que se tenian de aquel Padre misionero, sintieron dispertárseles el deseo de nuevos descubri

mientos, concibiendo el proyecto de buscar un camino hasta el Pachitea, sin necesidad de tocar en el Mayro ni en el Pozuzo; á este efecto en el año siguiente armaron dos espediciones que se dirigieron por distintos rumbos, pero ámbas regresaron despues de mil penalidades, con el desengaño de ser imposible la realizacion del proyecto que meditaban. Desde Huánuco se dirigió el Padre al Cerro de Pasco, en cuya capital produjo su llegada el mismo movimiento que en Huánuco. El Sr. Prefecto y otras personas notables de la ciudad, determinaron armar tambien una pequeña espedicion con el objeto de descubrir el rio Palcazu, que es la continuacion del Pachitea un poco mas arriba del puerto del Mayro, siendo el fin de este descubrimiento poder tener la Ciudad del Cerro, un puerto distinto de Huánuco. Esta espedicion, no obstante, no fué mas afortunada que las otras dos, pues los que la dirigian solo pudieron dar cuenta de haber llegado á un rio que creian ser el Palcazu; aunque realmente no era así, pues el rio que encontraron era el Chuchurras, del que hablaremos despues.

Desde el Cerro, dirigióse el P. á Ocopa, donde descanso algunos dias, regresando despues á las misiones; y como entonces habia en ellas bastante falta de sacerdotes, consiguió le acompañaran los PP. Fr. Manuel Vargas y Fr. José M. Batellas. Al llegar otra vez al Cerro, de vuelta de Ocopa, lo primero que le dijo el Sr. Prefecto, fué suplicarle que en el año próximo hiciera una nueva espedicion, á lo cual accedió el Padre, entregando dicho Prefecto al síndico de las misiones D. Hilario Parra doscientos pesos, que se habian recojido para gastos de la misma. En esta ocasion se introdujo el P. en el Pozuzo por un nuevo camino que se habia hecho por el rio Marcan, pero fué la única vez que pudo atravesarlo; porque debió abandonarse muy presto por los grandes derrumbos que continuamente ocurrian. Despues de haber agasajado á los indios con algunos regalos que bien se habian merecido, tuvo el Padre la satisfaccion de dejar terminado un espacioso camino, hasta la mitad de

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