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tulo anterior, para servir de intérprete á un baron aleman que iba tambien en el buque, y que ignoraba el español; al llegar de regreso á Caschiboya dicho jóven italiano, en union de aquel otro sujeto que ya dijimos habia impedido, el aumento del pueblo de Cayariya, para dar satisfaccion al ódio irreconciliable que profesaban á los Padres, fueron á avistarse con el Mayor y á fuerza de chismes y calumnias procuraron persuadirle, que aquellos habian tenido la culpa de la desastrosa muerte de los oficiales. El Mayor por su parte no solo llegó á sospecharlo, sino que como le convenia para descargar su responsabilidad ante el Gobierno por el mal éxito de la expedicion, se adhirió á lo que aquellos dos enemigos de los Padres le contaron; diciendo que por no haber salido al encuentro de la expedicion para saludar á los que de ella formaban parte, no solo habian faltado á la política, sino que por esta sola circunstancia se hacian sospechosos de aquel crímen. Pero á esta frívola suposicion respondemos: que si el Mayor no hubiera estado ya prevenido contra los Padres, á lo ménos desde que salió de Sarayacu en compañía del italiano y hubiese tenido mejores deseos de aconsejarse con quien podia darle con mas exactitud los informes que necesitaba, debia haberse tomado la pena de avisar con anticipacion á los Padres, y no pretender que le siguieran en una canoa, yendo él con la veloz marcha de vapor. Debia saber tambien que todos los Padres se habian retirado al pueblo de Cayariya, que dista ocho leguas del Ucayali, para librarse de la persecucion que como españoles sufrian, ¿y queria el señor Mayor que salieran á felicitarle sin haber recibido aviso prévio de su llegada, de la que ninguna noticia se tenia, como quiera que el mismo encargado de proveer de leña al vapor, solo la supo cuando vió aparecer el humo á lo léjos? Si el Mayor, repetimos, se hubiera aconsejado de los Padres, habria recibido tal vez datos mas exactos, así de los peligros que ofrece la navegacion de aquellos rios, que el P. Calvo habia recorrido diez y ocho veces, como tambien de las precauciones que era pre

ciso tomar para no ser víctimas de los infieles antropófagos; evitando con esto algunas desgracias, como así se practicó en la expedicion que se hizo despues.

Como el P. Prefecto de las misiones se hallaba entonces en aquellos desiertos, no tuvo oportunidad de leer el terrible parte que dicho Mayor envió al Gobierno contra los misioneros, en el cual decia que al pasar el vapor por Cachiyacu junto á dos casas de infieles Piros, que habia cerca del rio, creyeron estos que iba á abordar en aquel sitio, y reunidos en número de cinco ó seis, tomaron sus arcos y flechas ormándose muy cerca de la orilla. Esta es la costumbre de os indios que hacen dicha ceremonia cuando quieren reciir á alguno con amistad; mas el Mayor ignorante de esta costumbre, creyó que iban á oponerle resistencia, y se conirmó, dice, en lo que le contaron los comerciantes, esto es que los Padres habian aconsejado á los indios que se armaan de flechas é impidieran el paso á los vapores. Pero franamente hablando, es muy de extrañar que el Mayor diera rédito á esas patrañas, porque ¿tan desprovistos de razon consideran á los Padres que no conocieran que aun cuando e juntasen todos los infieles del Ucayali, ninguna resistenia podrian oponer con sus flechas á las armas de fuego de que estaba dotada la tripulacion, mayormente peleando esta lentro del buque y los otros á cuerpo descubierto? Esto aun uponiendo que los misioneros hubiesen tenido algun interés en impedir la navegacion; ¿pero no habian dado precisamene mil pruebas evidentes de lo contrario? ¿no se recuerdan los enosos viajes hechos por el P Calvo para secundar los planes lel Gobierno? Estas consideraciones, debian bastar para conener á aquel funcionario público, antes de lanzar una acusacion que destituida de pruebas, no podia ménos de ser rechazada por la conciencia de toda persona honrada.

El Prefecto de Loreto D. Benito Arana podria atestiguar lo que decimos acerca el carácter pacífico con que se presentaron los infieles Piros; pues en la expedicion que él hizo poco tiempo despues, se le presentaron de la misma manera

á

que refiere el Mayor; y cuando los espedicionarios iban ya preparar sus armas creyendo ser hostilizados, pudieron convencerse de lo que les dijo el P. Calvo y que hemos insinuado mas arriba, es decir, que aquello no era mas que una ceremonia pacífica y amistosa de aquella gente.

CAPITULO XXII.

Nueva expedicion al Palcazu.-Reeleccion del P. Calvo para la Prefectura de las Misiones.

Muy poco lisongera era la situacion en que habian quedado las misiones despues de los sucesos referidos en el capítulo anterior. A los entorpecimientos que ya desde mucho tiempo dificultaban la obra de los religiosos, se habia agregado esta recrudencia, que hemos visto, en el ódio que les profesaban sus enemigos, hasta el punto de hacerles pasar á los ojos del Supremo Gobierno como criminales, que no retrocedian ni aun ante la complicidad en el asesinato para lograr sus fines. A haber animado á los Padres otro móvil menos elevado que el que les dirigia, tenian motivos de sobras para abandonar unos trabajos que les acarreaban tan graves sinsabores; no obstante no lo hicieron así, sino que permanecieron en su puesto para prestar nuevos servicios á la Religion y á la República.

Deseaba saber el Gobierno si los rios Pachitea y Palcazu eran navegables hasta el puerto del Mayro, para en caso que lo fuesen establecer una línea de vapores de la capital al Departamento de Loreto, cuyas comunicaciones serian mucho mas fáciles y breves por esta vía, que por las de Trugillo y Chachapoyas. Frustrada la primera expedicion que á este objeto se mandó, por el asesinato de los dos Gefes del vapor Putumayu, dispuso el Gobierno que saliera otra, en

cargando su direccion al mismo Prefecto del Departamento, que lo era entonces D. Benito Arana. Antes de salir la expedicion de Iquitos, el señor Prefecto pasó una nota al P. Calvo, diciéndole que pasase á Sarayacu el 15 de Noviembre, á fin de dar sus descargos en el proceso que se habia formado, á consecuencia de la muerte violenta de los oficiales de que arriba hemos hecho mencion. Recibió el Padre la nota el mismo dia quince para el cual se le citaba, y sin pérdida de momento se puso en camino, recorriendo en tres dias la distancia que en otras ocasiones exigia seis. Gracias á esta rapidéz llegó á Sarayacu antes que la expedicion; pero no pudiendo sosegar hasta haberse quitado de encima la calumniosa acusacion que sobre él pesaba, volvióse á embarcar el dia siguiente, con ánimo de proseguir hasta que encontrara al Prefecto, aunque para esto fuera preciso llegar hasta el mismo puerto de Iquitos. Al tercer dia que bajaba por el Ucayali, descubrió el vapor Morona, en el cual iba dicho Prefecto Gefe de la expedicion; y dirigiendo hácia él la canoa, subió al vapor para tener la entrevista para la que se

le habia citado.

Condújole el Prefecto á su cámara y, en presencia del capitan D. Emilio Baldizan, le hizo varias preguntas relativas al objeto para el cual habia sido llamado, contestándole el P. Calvo entre otras razones lo siguiente: ¿será posible, señor Prefecto, que aquel que ha dado el primer impulso á esta navegacion; que tantos trabajos ha padecido, con riesgo de perder muchas veces la vida, para buscar el camino del Mayro al Pozuzo y el del Palcazu, en cumplimiento de los deseos del Gobierno; que el que lleva gastados en estos viajes mas de tres mil pesos de los recursos de las Misiones, sin habérsele abonado un medio ni por el Gobierno, ni por los particulares, á escepcion de los doscientos pesos que se recaudaron en el Cerro; que aquel, por último que tantos deseos ha tenido de ver realizable esta navegacion, salga ahora con la nota de asesino, precisamente de dos Oficiales que iban á poner en práctica el sueño dorado de sus desve

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