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sentirme la punzada, dije: A dios; estoy muerto: y caí sin poder dar un paso, por habérseme paralizado las piernas, á causa de una afeccion nerviosa; mas, contra lo que yo temia, observé que las fuerzas no se me disminuian; pasándome la mano por las espaldas, no encontré la flecha que creí me mataba, y animado con esto, me puse á andar á gatas, hasta ponerme en medio de mis fieles defensores, Valencia y Aguilera. Este último que me defendia á pedradas, díjome: ¡ay, Padre, gracias á Dios!; y llorando se abalanzó hacia mí, que me estaba con los brazos cruzados y los ojos al cielo, y colocándome sobre sus espaldas, me condujo hasta ponerme en la balsa.

En medio de este crítico lance, Dios me favoreció con una fortaleza muy superior á lo que podia esperar; quedándose maravillados los circunstantes, al oir las palabras de aliento que proferia el que irremisiblemente habian creido muerto. Apenas estuve en la balsa, nos encaminamos á la otra orilla del rio en compañía de los citados Aguilera y Valencia, del señor Relayse y de los otros dos indivíduos que nos habian acompañado; cuando faltaban tres ó cuatro varas para llegar á tierra, se arrojaron al agua dos de los balceros para contener la balsa; pero toda su fuerza fué poco para dominar la de la corriente, y viendo yo el riesgo de que fuéramos á chocar contra un pedron que mas abajo habia, con lo cual corríamos peligro manifiesto de ahogarnos, herido como estaba, no tuve mas remedio que arrojarme al agua; pero aunque no sabia nadar y que las heridas naturalmente debian estorbarme, gracias á Dios alcancé felizmente la orilla. Cuando estuve en tierra, volvieron á llevarme cargado sobre sus espaldas mis buenos compañeros, y al llegar á la cuestecita del pueblo, dos de ellos asiéndose los brazos, formaron una especie de asiento, sobre el cual me llevaron como en una silla de manos. Así me condujeron hasta dejarme en medio de una multitud de personas, entre las que habia el señor Coronel, que deshechos en lágrimas y sollozos se precipitaban sobre mí, para besarme el santo

hábito, especialmente en las partes atravesadas por las flechas. Procuré consolarlos á todos, especialmente á dicho señor Coronel que estaba sumamente afligido.

Despues de haberme prestado los primeros auxilios, me hicieron guardar cama, sobreviniéndome una fuerte calentura que me duró unas veinte horas; mas no creo fuese ocasionada por las heridas, porque estas, conforme á lo que me habia pronosticado ya el Dr. D. José Zapater, quedaron cicatrizadas á los tres dias; sino por el golpe que me dió el señor Relayse, cuando estando yo echado en tierra, cayó con todo su peso sobre mí al huir de la persecucion de los bárbáros. Cuatro dias estuve en cama, pero al levantarme apenas me podia sostener en pié; sin duda por la falta de la sangre que habia perdido.

Al concluir esta relacion, puedo no obstante asegurar, que jamás he tenido ninguna llaga, ni contusion alguna que me haya dolido menos que los flechazos que recibí; solo el hueso me dolía un poco, al mover el brazo. Así es como paga Dios á los que se esponen á los trabajos y sufrimientos, para trabajar en su santo servicio.

CAPITULO XXV.

Relacion de las principales producciones del Ucayali.

Muchos son en número los que han escrito acerca las producciones de las montañas del Perú, así en lo tocante al reino vegetal como al animal; pero como la mayor parte de los escritores que de esto se han ocupado, lo han hecho sin haber penetrado jamás en el interior, ó si lo han verificado algunos ha sido con muy poca detencion, resulta que han debido escribir, ó fiándose de los informes que les daban personas no siempre bastante enteradas y veraces, Ó cuando menos no han podido averiguar muchas particularidades, cuyo conocimiento solo se adquiere con una dilatada permanencia en el país y despues de haberlo atravesado por distintas veces en varias direcciones. El sábio naturalista D. Antonio Reymondi es sin duda el que mas acertadamente ha escrito sobre esta materia, tanto por los muchos viajes que ha hecho por todas las montañas del Perú, como por su admirable talento y rara memoria, acompañados de sus grandes deseos de poner en conocimiento de sus ectores los productos de aquellas regiones privilegiadas. Pero como sus obras seguramente no llegarán á manos de muchos, por ser muy voluminosas y de crecido coste; creemos por fin prestar un obsequio á nuestros lectores, dándoles, por conclusion de nuestra obrita una relacion de las producciones mas importantes de los países del Ucayali, sa

cada de los conocimientos que por nosotros mismos hemos adquirido, durante nuestra larga permanencia en dichas regiones.

Entre los productos vegetales debemos dar un lugar preferente á la zarzaparrilla; esta preciosa planta, de que tanto uso se hace en la medicina de algunos años á esta parte, se encuentra en mucha abundancia en las riberas del Pischquí, del Cuschi-abataey, del Papa-atí, y en general en toda la orilla izquierda del Ucayali; pero de ninguna parte se ha es traido en tanta cantidad como del Ahuayti-ya. Es digno de lamentarse el abuso cometido en los zarzales de este rio desde 1851 en que aumentó el precio de la zarza; pues algunos comerciantes, sin cuidarse mas que de las utilidades que podian sacar de presente, encargaron la recoleccion de este producto á los infieles; y como estos tampoco miran al porvenir, arrancaron sus plantas de raíz, sin cuidarse de plantar otra vez la raíz que está unida al tallo; de donde vino que quedaron enteramente destruidas aquellas plantaciones, cuando si se hubiese tenido semejante cuidado, cada año se habrian podido extraer muchísimas arrobas de aquel artículo.

En cuanto á comestibles, los principales son: la yuca, el camote, arroz, maíz, frijoles y maní; para recojer los cuales se requiere muy poco trabajo, gracias á la imponderable fertilidad del terreno. La caña dulce, que tambien se cria allí, á los ocho meses ya tiene flor, y produciria por espacio de muchos años, si los indios supieran cultivarla y tuvieran los medios para hacerlo á propósito; pero como no los tienen, y por otra parte el terreno no escasea, al segundo corte prefieren hacer una plantacion nueva, abandonando la antigua. El café da cosecha á los tres años. En los bosques abunda tambien el cacao de superior calidad, pero como nadie se toma el trabajo de recojerlo, sirve únicamente de alimento para los monos.

Aunque no todas las comarcas son á propósito para la cosecha del algodon, se recoge no obstante en abundancia

y de muy buena calidad en los terrenos inmediatos al Ucayali. En la montaña se encuentra un árbol muy elevado, que produce una especie de seda mas suave al tacto que la de los gusanos, pero no se puede hilar por su poca consistencia; los indígenas le dan el nombre de hiumba y la recogen para colocarla en una de las estremidades de las flechitas llamadas virotes, las que mojan con el veneno ticuna y arrojan con un soplo, despues de haberlas metido dentro de una cerbatana. No debió de producir buenos resultados el proyecto del teniente de marina americana Herdon, quien habia recogido una gran porcion de esta seda en Sarayacu con el objeto de hacerla hilar y tejer, mezclada con seda comun; pero repetimos que no debió de producir grandes resultados este proyecto, toda vez que no se ha hablado mas de él.

Todos los neófitos é infieles, principalmente los Piros, sacan de un árbol que se cria en sus montañas mucha cera de abejas silvestres, que es otro artículo de comercio en el Ucayali; esta cera se consume toda en el departamento litoral de Loreto, pues no reportaria utilidad á los comerciantes el llevarla á otros departamentos mas lejanos de la República.

En toda la montaña se encuentra gran variedad de maderas, útiles para las construcciones; habiendo muchas clases de árboles, cuyas maderas son de tal fortaleza, que al pretender cortarlos rechazan las hachas; por cuya razon y abundando los mas fáciles de cortar, se consumen en aquellos bosques. Entre estos árboles debe contarse el chiuahuaco, el estantecaspi, el canelon (especie de canela muy ordinaria), el estoraque, del que se estrae el famoso bálsamo Peruano y cuya cáscara sirve de excelente incienso, el palo colorado, el quillubordon, cuya madera es de color amarillo y muy fina, etc., etc. Hay otras clases cuyas maderas no tienen tanta fortaleza, pero que tambien son de mucha duracion, sirviendo á los indios para fabricar sus canoas; tales

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