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Adviértase que muchos de esos pueblos, tanto los pertenecientes á esta República del Perú, como á las de Chile y Bolivia, forman curatos ó parte de ellos. Algunos se han fraccionado, otros reunido entre sí y con otros pueblos mas antiguos ó más modernos de los cristianos limítrofes á nues tras Misiones de infieles, otros han tenido que trasladarse á puntos cercanos ó distantes; y por lo mismo han desaparecido, por estas y otras causas fáciles de entender; como, por las correrias de otras Tribus enemigas salteadoras de los pueblos indefensos y pacíficos, lo mismo que por las asoladoras epidemias, el carácter vagabundo de los infieles, las hostilidades de gente que se cree civilizada aunque abo rrezca la filantropía y justicia, y ame solo la impiedad y rapaz codicia, como sería muy fácil demostrar con ejemplos contemporáneos.

En el Norte América, como es sabido, las sectas protes tantes matan y desuellan sin humanidad á los miserables indivíduos de la raza indígena, á los que cazan con preferen cia peor que las fieras; pues que su sistema es: matar á la salvajes de las montañas para poblarlas de ateos.

En el Perú, los Católicos de solo el nombre han estable cido otro sistema algo menos cruel y horroroso, pero quizá no menos impío: vender y comprar á los Chunchos y co rromper á los cristianos de las poblaciones de nuestras Mi siones, calumniando á los Misioneros, cuando las tentativas de asesinarlos les salen frustradas. Ejemplos recientes lo evidencian. Los PP. Misioneros solo desean que las leyes civi les y eclesiásticas, divinas y humanas, sean algo mas que

mera letra muerta por los llamados blancos, en las extensas Pampas del Sacramento; que se adore á Dios como es debido y se ayude al desvalido gentil, respetando á las autoridades civil y eclesiástica. Pero á tales mercaderes, hablarles de esto, es como hablar á un sordo; para ellos no hay más ley que la estafa, la fuerza, la violencia, la astucia, la calumnia.

La honra y fama, singularmente la de los PP. Misioneros de las Montañas, de la Sierra y de las Costas de nuestra República, no les importa á esos Señores un bledo. El estilo de Rousseau y de Voltaire es para ellos el exclusivamente adoptado. Aquí en Ocopa, sufrimos el asesinato del eclesiástico Señor Chaves, cometido en la Capital por ciertos impios y desalmados sacrílegos, á los que persiguió la Autoridad pública como era debido; sin embargo Ocopa recibe y da hospitalidad á todo el mundo; luego para el maldiciente es evidente que este Colegio de Misioneros es una cueva de esos salteadores. En las Pampas del Sacramento, á más distancia de nosotros que hay de aquí á la Capital, aun suponiéndonos mayor agilidad que la de los vapores fluviales, se nos acrimina que hicimos devorar á los Señores Vest y compañero del vapor Putumayo, muertos y comidos por los antropófagos Caschibos del Pachitea. Solo á diez jornadas de distancia de Cayariya estaban, diez dias de zurcada de Caschiboya y más de veinte dias de Sarayacu, las víctimas de los antropófagos dichos; y al héroe Señor Vargas se le ocurrió achacárnoslo á nosotros, que distamos solo un mes y medio de aquel lugar, ó á los PP. del Cuzco tambien Ocopinos, ó al menos á los de Arequipa, sobre quienes recaian las mismas evidencias. Razon fundamental, principio inconcuso: los Misioneros de las orillas del Ucayali desde la confluencia del Marañon, todos, nemine discrepante, eran frailes, enemigos acérrimos del vapor Putumayo desde ab initio et antesæcula infinita; porque ni podian saber que existiese tal vapor en el mundo. Pero; ¿que se quiere más, si ese Señor vió á tantos millones de Chunchos ahorcados, que no cabian en todos los árboles de toda la montaña, desde el Para del

Brasil hasta la laguna de Tiquicaca en Puno, por esos mismos frailes, á los cuales nunca han saboreado los Caschibos ni tan solo en la planta de sus zandalias, y para que los restantes que quedaron vivos tuviesen agusados sus dientes para plantarlos en la canoa de fuego, y poder engullir sin atorarse, de un sorbo, el Vapor y toda la tripulacion entera? Luego los Misioneros aconsejaron que los devorasen sin mascarlos.

Sigamos todavía en nuestro propósito. Un cierto Director de El Nacional, aunque ya Doctor desde que rindió sus primeros exámenes, asíduo estudiante de todo el Derecho Regular, instruido á fondo por los artículos de su Periódico ministrados por los Vargas, Sandis y demás licenciados en bachillerías antifrailescas, quiso sin embargo para mayor instruccion suya, espiar de cerca ese tan célebre é histórico Colegio de Ocopa y á sus Misioneros, diciendo para sus adentros y para los de su colega Director, á quien debia comunicar despues observaciones estupendas é inauditas: ó esos Frailes de Ocopa son jaletina, y entonces me los incorporo y aduno á mi tierno corazon, asimilados á mi imágen sistematizadora y sistematizada; ó por el contrario son ráncios como los de ogaño y antaño de la edad media, enemigos de Doctores, por ser oscurantistas y ultramontanos, y haré el balance de tanto me deben y tanto les haré pagar.

Para la ejecucion de su imaginado proyecto, cargó sus talegos bien provistos de oro, que fué derramando por las poblaciones de la Sierra desde Huancayo hasta Huánuco, para que fuese legal y muy segura su desinteresada Diputacion ó Senaduría, que esperaba no se le negaría en vista de sus pasados y futuros méritos: pasa, pues, por este Colegio, lo espia minuciosamente durante 24 horas, que le parecieron siglos, y vuela á meditar sus invenciones á Huancayo en el Teatro, en Taiya en el Jalapato, y más despacio todavía en Tarma en la Jarana nocturna, item et diurna, (solo que no fué eterna, como hubiera deseado), y al fin descargó el cañon rayado de su pluma, que empezó á cargar en su alojamiento de Ocopa. Ahí va.

CAPITULO XXXV.

Visita que el Director del Periódico intitulado el «Nacional», hizo al Convento de Ocopa.

Señor Director de El Nacional.

Enero 15 de 1876.

Querido colega y amigo:

Escribimos á V. nuestra tercera carta, desde una celda del memorable convento de Ocopa.

Conocida como es la historia de esta notable institucion, no nos detendremos mucho á recordarla, y ménos aun á analizar su manera de ser; debiendo limitarnos á lijeras indicaciones en este órden.

Un cacique convertido, que profesaba particular afecto al reverendo padre descalzo (1) fray Francisco de San José, le cedió en el valle de Jauja, un lugar conocido con el nombre de Ocopa, que ocupa hoy el convento, en el que existía una pequeña poblacion y la capilla de Santa Rosa de Santa Maria. El padre Francisco, que desempeñaba por entonces cargo de comisario, se preocupaba mucho del deseo de establecer un colegio ó seminario, para habilitar religiosos

el

(1) Recoleto. Vistió el santo hábito de nuestra regular observancia en el convento de recoleccion de San Julian, extramuros de la villa de Agreda, provincia de Búrgos. Vida del V. P, Fr. Francisco de San José, en la presente Obra.

y para recibir en un convento, doce misioneros, que debian venir de España.

Con este propósito, aprovechó del terreno cedido y consiguió anexarle la capilla y dos pequeñas celdas que tenian adjuntas, por concesion especial de la Provincia. Se creyó todavía reducida la capacidad del local, y se pidió y obtuvo del virey, facultad para ampliarla.

Todo esto pasaba, por el año de 1725, desde cuya época, se apeló al recurso de las limosnas pecuniarias y á la cooperacion de los legos y donados, hasta haber formado el convento, que quedó compuesto de un pequeño cláustro, con ocho celdas, un refectorio y una enfermería. Desde entónces, ese convento recibió el nombre de Ocopa, y la poblacion en que se encuentra, el de Santa Rosa del mismo nombre.

Conocido el origen del notable establecimiento, que tenemos hoy la ocasion de visitar, lo aprovecharemos para trasmitir á V. los datos, que hemos creido de algun interés.

Quizá entre todas las Iglesias del Perú, ninguna se presenta tan aseada y con un aspecto tan deslumbrador como la de Ocopa.

Diez lujosos altares, condecoran el templo y rivalizan por su elegante arquitectura y por sus valiosos dorados, que hacen pensar á algunos, y especialmente á las crédulas y candorosas beatitas, (1) que son de oro macizo y que deben su orígen á esas misteriosas apariciones, que se atribuyen á la antigüedad.

La sacristía se distingue por su elegante sencillez, y el coro, por su respetable aparato y compostura. Las voces de su melodioso órgano, serian mas apropósito, (2) para un templo de mayor extension. En el coro se conserva una ele

(1) ¿A quienes? ¿á cuántas, señor, Director de El Nacional? ¡Poesia! (2) ¡Quizás!

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