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CAPITULO VI.

Restauracion del Colegio de Ocopa.

Por lo que se ha dicho en el capítulo anterior, parecia, humanamente hablando, que habia llegado la última hora para las misiones del Ucayali, y la vuelta de los indios al estado salvaje, parecia la consecuencia natural del abandono en que iban á quedar. Dios, empero, miró propicio á aquella cristiandad, y no permitió que los abrojos y espinas plantados por el hombre enemigo, ahogaran por completo la buena semilla que los misioneros con tanto esmero se habian esforzado en sembrar.

Mientras el P. Plaza sostenia él solo, hasta donde alcanzaban sus fuerzas, las misiones que habia logrado conservar, viendo los pocos Padres que habian quedado en Ocopa, despues de la batalla de Ayacucho, en 1823, en que el ejército español fué vencido segun unos ó entregado segun otros, que se habian perdido las esperanzas de poder subsistir en el Colegio con el nuevo sistema político y con la grande oposicion que habia contra todos los españoles, se retiraron casi todos hácia la parte del Cuzco; y á los pocos meses como el general Rodil, que se habia fortificado en el castillo del Callao, proclamase que el general Bolivar habia quitado la vida á los padres de Ocopa, mandó este al coronel Santa Cruz al Colegio, para que condujese á los que habian quedado al Callao, y viese la capital de Lima que vi

vian los Ocopinos. Llegaron en efecto los religiosos que habian quedado en Ocopa á aquella ciudad, y remitiéndolos á Rodil, los recibió á balazos, viéndose obligados á refugiarse en el convento de los Descalzos de la capital.

En el 1. de Noviembre de 1824, expidió el Gobierno de la república, un decreto, por el cual erigia el local de Ocopa en colegio de educacion y disolvia la Comunidad de misioneros. Sin embargo, el primer Rector que fué el Dr. don José Manuel Pasquel, cura de la Concepcion y despues arzobispo de Lima, llamó á los padres que se habian retirado al Cuzco, para que sin perjuicio de la nueva institucion que el gobierno habia establecido en el Colegio, viniesen á acompañarle; pero solo consiguió volviesen los reverendos padres Fr. Jerónimo Zurita y fray Mariano Gil, dos religiosos legos y un donado. Mas habiendo despues los colegiales quitado cruelmente la vida al hermano donado, cuyo apelativo era Amorós, por la codicia de la poca plata que, como subsíndico de los Padres tenia depositada, enfermó y murió el reverendo padre Zurita, retirándose de Ocopa los demás mencionados.

Pasado el primer hervor de las pasiones políticas, no tardaron en conocerse y poderse apreciar las fatales consecuencias del decreto de supresion, y tratando de reparar el mal que con él se habia causado, en Marzo de 1836, el presidente interino de la república, D. Luis José Orbegoso, derogó el citado decreto, facultando al Ilmo. Sr. Dr. D. Jorge Benavente, á la sazon arzobispo de Lima, para enviar un comisionado á Europa en busca de religiosos y restablecer la Comunidad de misioneros de Ocopa. Encargó esta comision el señor Arzobispo, al muy reverendo padre fray Andrés Herrero, Comisario general de toda la América meridional, por nuestro Santísimo Padre Gregorio XVI, cuyo padre se hallaba en Lima de tránsito para su segundo viaje á Europa, en busca de misioneros para los colegios de Bolivia. Tuvo su comision tal feliz éxito, que embarcó en Génova en 1837 á ochenta religiosos Franciscanos entre sacerdotes,

coristas y legos; de este número mandó desde Arica al Callao para Ocopa, cinco sacerdotes, ocho coristas con algunos legos y un donado, que componian el número de diez y nueve. De los sacerdotes quedaron dos en los Descalzos de Lima, y el resto de la mision llegó á este Colegio con felicidad el 22 de Febrero de 1838, habiendo sido recibido desde Jauja por todas las autoridades, así eclesiásticas como civiles, y por los pueblos, con las mayores atenciones y con grandes demostraciones de alegría.

Instalado el Colegio, el primer cuidado de los padres no se empleó en la refaccion de lo material de su fábrica, que bien deteriorada se hallaba desde que fué suprimido por el Gobierno de la independencia, sino que su primera atencion se dirigió á socorrer las misiones de infieles, con los operarios y recursos que tenian disponibles. Desde luego se pusieron en comunicacion con el reverendo padre Plaza, para informarse del estado en que se hallaban las misiones del Ucayali, ofreciéndose voluntariamente algunos religiosos á sacrificarse en tan santa obra; noticia que causó un gran placer á dicho Padre, quien confiando en la divina Providencia habia siempre esperado la restauracion de la Comunidad de Ocopa, único medio para proseguir en la conversion de los infieles.

En 1840 salieron de Ocopa el reverendo padre fray Juan Crisóstomo Chimini, y el religioso lego fray Luis Bieli, ambos italianos. La repentina llegada de estos religiosos causó extraordinaria conmocion y ternura á los habitantes del Ucayali, y sobre todo al muy reverendo padre Plaza. Entre tanto el hermano donado del Colegio de Ocopa, Alfonso Roa, religioso de singular virtud, se ocupaba en recolectar limosnas en el Cerro de Pasco para socorrer á las misiones con los útiles que necesitaban, y venciendo mil dificultades se dirigió al Ucayali, en donde estuvo ocho meses. Fueron de parecer los padres, regresase al referido oficio de recolectar limosnas para las misiones, á lo que en lo sucesivo enteramente se contrajo. Verificada su vuelta al Cerro, reunió

en poco tiempo doce cargas de útiles, de valor de seiscientos pesos. Despues colectó siete cargas mas en Huánuco, y últimamente para dar principio á la apertura del camino desde Muña al Pozuzo, recogió en la misma ciudad de Huánuco, doscientos sesenta pesos.

Reanimado el reverendo P. Plaza con los doscompañeros y con los socorros que le envió el Colegio, los que les franqueó el ilustrísimo señor Obispo de Chachapoyas Dr. D. José María Arriaga y los ya mencionados del hermano Roa, trató de hacer una expedicion al rio Pachitea, con el objeto de salir á Huánuco; pues por el rio Huallaga á mas de ser muy larga la distancia, preséntanse á cada paso mil peligros. Con este fin emprendió su marcha en compañía del padre Chimini en el verano de 1841; llegaron en diez y siete dias á la confluencia de Pachitea con el Ucayali: siguieron ocho dias por el primero hasta el rio Zungaruyacu, y creyendo ser este el rio Pozuzo, se internaron en él algunos dias, hasta que conociendo que iban perdidos regresaron á Sarayacu, porque ya se les acababan las provisiones.

En este viaje tuvieron repetidos encuentros con los antropófagos Caschibos, sin poder entrar en relaciones con ellos; pues apenas divisaban á la comitiva, disparaban flechas internándose de nuevo al monte. Como los que acompañaban á los padres no tenian conocimiento de los rios Mayro y Pozuzo, donde era preciso aportar para salir á la sierra, quedó esta espedicion sin efecto.

El año siguiente 1842, mandó el P. Plaza al P. Chimini hacer un viaje por c! Huallaga, encargándole que regresase por el Pozuzo, y haciendo en aquel punto una balsa, bajase por el mismo rio al Palcázu. Cumplió el P. Chimini su comision con exactitud: formó su balsa cuatro leguas mas abajo de Yanahuanca, en el sitio llamado el Sereno, embarcóse con solos cuatro hombres que le acompañaban en tan arriesgada empresa, y en diez dias llegó á la union del Pozuzo con el Palcazu, despues de vencer á cada paso terribles obstáculos que ponia el rio en sus soberbias corrientes

y precipitados declives, que lo hacen cuasi enteramente intransitable. El P. Chimini, aunque consiguió su intento, quedó no obstante desengañado de que fuera navegable este rio, por los grandes peligros que ofrece. El curioso que de ellos quiera imponerse, y de lo mucho que este Padre padeció en dicho viaje, puede leerlo en las Memorias del Conde Castellnou, quien cita al Comercio, periódico de Lima, que fué el primero que lo publicó. Pareciéndole, no obstante, al P. Plaza que la poca esperiencia del P. Chimini en la navegacion fluvial, le habia hecho representar los obstáculos y peligros del Pozuzo como mayores de lo que eran en realidad, quiso intentar una nueva espedicion por el mismo rio en el año 1843; pero tampoco pudo obtener resultado alguno, perdiendo cuatro canoas que se hicieron pedazos, con la mayor parte de los víveres y muchas curiosidades que llevaban de la montaña.

En estos viajes se iban reconociendo los rios y puntos por donde mas fácilmente se podria llegar al antiguo pueblo del Pozuzo, que era el objeto que constantemente se proponian los Padres misioneros. Así fué como sin desalentarse por las contrariedades que experimentaron en las expediciones mencionadas, hicieron una nueva tentativa en 1844, emprendiendo un nuevo viaje por el rio Pachitea hasta el Mayro, donde llegaron con felicidad despues de una travesía de cuarenta y cinco dias. Encargóse de esta espedicion, á ruego de los Padres, D. Cipriano Mesa, quien tuvo la fortuna de descubrir el antiguo camino que se habia perdido enteramente desde la revolucion de Santos Atahuallpa; pero se volvió á perder á causa de haber transcurrido once años sin que se pasara por él, hasta que en 1858, gracias á los perseverantes trabajos del P. Calvo, se volvió á descubrir para no perderse ya mas hasta el dia de hoy.

Desde el Mayro se abrió un camino de veinte leguas hasta Yanahuanca, las cuales se han reducido á ocho, despues de bien estudiado el terreno. En las cuatro leguas que hay, desde el puerto del Mayro hasta los cerros, habitan los

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