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en el mes de Setiembre, por haber comido huevos de Charapa (Tortuga); estos huevos son muy sabrosos al paladar pero muy indigestos, y como los comen en gran cantidad, fácilmente les ocasionan la muerte. Estas son las causas principales de la disminucion de los infieles del Ucayali, y así se esplica como en una extension de mas de ciento ochenta leguas que hay desde la desembocadura del rio de Santa Catalina hasta el Tambo, el P. Pallarés encontrase tan solo mil setecientos ochenta infieles, á saber: setecientos nueve hombres, seiscientas cuarenta y nueve mujeres y cuatrocientos veinte y dos niños menores de catorce años; de manera que aun suponiendo que se ocultaran algunos pocos á la vista del Padre, puede calcularse que no pasan de dos mil los infieles que habitan en tan vasto territorio. (1.)

Muchos de estos indios son ya bautizados, los ancianos por los antiguos padres que los catequizaban antes de la independencia del Perú, y los jóvenes por algunos comerciantes que constantemente cruzan el Ucayali. El bautismo administrado por estos, es empero muy dudoso por ser gentes en su mayor parte ignorantísimas, y quedar por lo mismo motivo de duda acerca de la manera como aplicaron la materia y forma del Sacramento. Por esta razon el Ilustrísimo señor Obispo Dr. D. José Maria Arriaga, en la visita que pasó por los pueblos de Mainas en 1841, escandalizado de los abusos que se cometian, prohibió bajo pena de excomunion mayor conferir este Sacramento á los infieles á todos los que no fuerer sacerdotes, escepto en el artículo de la muerte. A los indios que no están bautizados se les conoce por el nombre que llevan, que acostumbra á ser el de algun animal, planta ó cosa parecida (2).

En punto á industria están estas gentes bastante adelan

(1) Me parece que el explorador padeció equivocacion; pues la experiencia de 15 años nos ha enseñado que son muchos mas de los que cita.

(2) No es regla fija; porque muchos tienen nombre de Santo y no son bautizados.

tadas; conocen no solo la que les es indispensable para su modo de vivir sino tambien otras; mas como carecen de instrumentos, apenas pueden dar completa perfeccion á ninguna de sus obras. Lo que todos saben, es cortar y coser sus pantalones y camisas que es el único vestido que usan; tambien se fabrican sus cuerdas y sogas para la pesca, en la que emplean anzuelos y arpones que tiran con tal destreza, que raro es el pez que se les escapa. No hay entre ellos terrenos de propiedad particular, á no ser los que de momento están cultivando, pues cuando la tierra está cansada de producir, la abandonan pudiendo tomarla el que quiera (1). Su agricultura es muy sencilla; para roturar las tierras empiezan por cortar los árboles, lo que les cuesta mucho trabajo por el grosor y dureza de sus maderas; luego los dejan secar por dos ó tres meses, y cuando las ramas y hojarascas están secas, prenden fuego á todo el rozo; pero como los enormes troncos de los árboles conservan todavía su humedad, quedan la mayor parte sin quemar, siéndoles preciso dejarles en el sitio en que cayeron, pues exigiria un trabajo superior á sus fuerzas el trasportarlos de allí á otro lugar. Limpiando así el terreno del mejor modo posible, verifican la plantacion introduciendo en la tierra un palo de madera fuerte, y en el agujero meten un trozo de la planta llamada yuca que es el principal fruto que ellos cultivan. Practican la misma operacion para la siembra del camote, caña dulce, zapallo y sandias, que son las pocas cosas á cuyo cultivo se dedican.

Concluidos estos trabajos, ya los hombres no tienen mas cuenta con sus chacaras; porque todo lo demás corre á cargo de las mujeres. Estas pobres criaturas son verdaderas esclavas de sus maridos, quienes no obstante de amarlas como sus esposas, las tratan muy mal en sus borracheras. Causa afliccion muchas veces, verlas regresar de la chacara tra

(1) La experiencia nos ha enseñado lo contrario, al menos posteriormente.

yendo la yuca para el gasto de su casa, cosa que deben hacer á lo menos dos veces por semana, acompañadas de su marido que vá delante muy ligero con su pucuna (cervetana) al hombro, y su cuchillo de monte, mientras la pobre mujer va detrás sudando por todos sus poros, cargada con un cesto de yuca que pesa tres ó cuatro arrobas, llevando además la criatura de pechos y algun instrumento de labranza, llegando sin aliento á sus casas despues de haber recorrido algunas veces mas de una legua de camino.

Y no es solo de la incumbencia de la mujer el conservar la chacara en buen estado y proveerse de yuca para toda la familia, sino que tambien debe proveerse del agua y leña necesaria; ha de hilar y tejer tambien toda la ropa de su uso y á veces algunos pantalones para su marido, y si quiere procurarse algodon ella misma lo ha de sembrar, pues su marido en nada de esto piensa.

En los ratos que estos cuidados domésticos las dejan libres, se ocupan en obras de alfarería, cuyo oficio conocen todas, siendo de admirar la perfeccion con que hacen sus ollas, platos y tinajas, y sobre todo los alambiques para destilar el aguardiente. Quedarian admirados los mismos alfareros de Europa, si vieran la perfeccion de aquellas obras, y creceria de punto su admiracion viendo trabajar á las mujeres sin mas instrumento que sus dedos y una piedrecita para afinar la obra. Preparan el barro mezclándole la ceniza de la corteza de un árbol que llaman apacharama y polvo de platos rotos, y con el barro ya preparado hacen una especie de sogas del grueso de un dedo pulgar; forman luego el asiento de la olla ó tinaja, que quieren trabajar, sobre una tabla, principiando por el centro y dando vueltas á la soga uniéndola y pegándola con los dedos hasta que aquel queda redondo y del tamaño que quieren; hecho el asiento, empiezan á subir ensanchando la vasija cuasi imperceptiblemente afirmando siempre la obra con la piedrecita, y para darle el grueso correspondiente van aplastando el barro con ambas manos por dentro y por fuera, dándole

al mismo tiempo la forma que han pretendido, la cual sale siempre tan perfecta que el círculo parece hecho á compás. ¡Lástima que esta pobre gente carezcan de instrumentos! pues si los tuviesen, no cabe duda que harian con primor toda suerte de trabajos mecánicos, pues su incapacidad no es de mucho lo que generalmente se cree.

CAPITULO XI.

Noticia de varias tríbus lindantes con el Ucayali.

Antes de hablar mas detenidamente de las costumbres de nuestros neófitos y de los infieles que con ellos habitan, de lo cual nos ocuparemos en el capítulo siguiente, creemos oportuno dar una noticia, siquiera brevísima, de las demás naciones que pueblan las márgenes del Ucayali y los rios que le son tributarios. Su conocimiento facilitará mucho la inteligencia de varios pasajes de nuestra historia, permitiéndonos formar una idea de los pueblos, con los que mas ó ménos directamente han debido relacionarse los Padres misioneros.

En el ángulo que forma el Marañon con el Ucayali, á la derecha de ambos rios hasta Huanacha, se encuentran los Mayorunas, pueblo muy numeroso y guerrero; á diferencia de otros indios, no usan estos ni arcos ni flechas, sino que se valen de lanzas de chonta, que manejan con mucha destreza, arrojándolas á considerable distancia. Confinan con ellos, por el Sur los Cappa-nahuás en cuya conversion setrabajó en 1817, aun que con poco fruto, á causa de la epidemia que atacó á los primeros que habian seguido á los Padres hasta el Ucayali, pues los que se libraron de la peste, se volvieron asustados á sus antiguas rancherías. Van enteramente desnudos, se pintan la mitad del cuerpo comenzando desde la cara, y por una especie de piedad, á su ma

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