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naba entre ellos la poligamia, y sabido es que en todas partes este vicio, es un gran impedimento para las conversiones, ya que es obligacion precisa al abrazar el Catolicismo, que el infiel se quede con una sola mujer separándose de todas las demás. Las pasiones que apenas han conocido freno alguno, se sublevan contra este sacrificio indispensable, y si las pasiones por desgracia llegan muchas veces á ofuscar los dictámenes de una razon clara é ilustrada, ¿cuánto mas no deben ejercer una influencia perniciosa en aquellas inteligencias tan obtusas?

La gran diversidad de dialectos que hablan los infieles, es tambien otra causa que dificulta su conversion. Aun que la lengua Pana es la mas generalizada en el Ucayali, no obstante, cada tribu tiene su dialecto particular, y aún muchas tríbus se subdividen en varias parcialidades, cada una de las cuales tiene tambien distinto dialecto. Esto como se echa de ver embaraza considerablemente la comunicacion del Misionero con los infieles.

Tales son los principales inconvenientes con que necesariamente tropiezan los Padres misioneros en sus evangélicas tareas, inconvenientes que explican el fruto relativamente escaso de sus trabajos entre los infieles. No obstante, repetimos lo dicho; estos obstáculos, que dificultan su obra, no son los únicos, ni quizá tampoco los principales. A fuerza de trabajo y paciencia, y con la gracia de Dios; que no falta, aunque sea difícil, no les seria imposible modificar al fin el carácter de los indios y hacerles comprender la necesidad de abrazar un género de vida mas racional, y el único que por medio del Cristianismo, puede proporcionarles una felicidad completa y verdadera; pero cuando á las malas inclinaciones de su naturaleza se agregan los escándalos y máximas perversas que les enseñan los mismos cristianos, entonces ¿qué es lo que puede esperar de sus sudores y fatigas el Misionero, si no le asiste un milagro manifiesto de la Divina gracia? ¡Ah que responsabilidad tan terrible caerá en su dia sobre los que de un modo tan inícuo roban á Jesucristo aquellas pobres almas redimidas con su sangre!

CAPITULO XV.

Eleccion del P. Pallarés para Guardian de Ocopa y del P. Calvo para Prefecto de misiones.- Viajes de este último.

Dejamos pendiente nuestra historia, hablando de los viajes que el P. Pallarés emprendió por los rios Pischquí, Chunuya y Tambo, al poco tiempo de haber tomado posesion del cargo de Prefecto de las misiones, de cuyos viajes sacó conocimientos muy útiles para el régimen de los pueblos que le estaban confiados. Durante su Prefectura, como dijimos en su lugar, fué cuando se establecieron las escuelas para los niños de ambos sexos, que tan importantes resultados produjeron para el fomento de las conversiones, hasta que vinieron á decaer por las causas esplicadas en el capítulo precedente.

Al llegar la época de la renovacion de los cargos del Colegio de Ocopa en 1855, debiendo celebrarse el Capítulo general en 12 de Agosto de dicho año, dispuso el P. Pallarés que acudieran á tomar parte en el Capítulo los PP. Vicente Calvo y Juan de Dios Lorente, quedando en las misiones el citado Prefecto P. Pallarés, acompañado del P. Felipe Martinez; de conformidad á lo dispuesto en las Bulas Inocencianas, que prescriben la asistencia al Capítulo de la mitad de los sacerdotes que estén ocupados en misiones.

Salieron de Sarayacu los PP. Calvo y Lorente por el mes de Abril, dirigiendo su rumbo por el rio Huallaga, que co

mo llevamos dicho era en aquel tiempo el único camino espedito, á menos de hacer un largo y penoso rodeo. Despues de varias vicisitudes que les ocurrieron durante su navegacion por aquel peligroso rio y por los paises que debieron atravesar en sus viajes por tierra, llegaron al fin sin novedad al Colegio á los tres meses de haber salido de Sarayacu. Celebróse el Capítulo en el dia prefijado, quedando elegido Guardian de Ocopa el P. Pallarés y Prefecto de misiones e! P. Vicente Calvo. Seis años hacia ya que este Padre se hallaba entre los infieles, y despues de las penalidades que durante ellos naturalmente habia sufrido necesitaba hasta cierto punto algun descanso, pero aceptando el cargo que la obediencia le imponia, renunció á sus deseos de quedars en Ocopa regresando otra vez á las misiones. A este efecto salió del Colegio en compañía del P. Fr. Bruno A. Guiu y del hermano lego Fr. Enrique Portolės; surcaron nuevamente las furiosas corrientes del Huallaga, pero como hacia dias que no habia llovido, las aguas habian disminuido considerablemente, y así fué que siendo mucho menor la rapidez de la corriente, no eran tantos ni tan graves los peligros de aquella navegacion.

Llegados felizmente los dos Padres á Sarayacu, notificaron al P. Pallarés su eleccion para el cargo de Guardian. noticia que le causó un gran sentimiento, pero como buen hijo de obediencia hizo prontamente el sacrificio de abandonar á sus queridos neófitos, saliendo de Sarayacu para irá desempeñar en Ocopa su nuevo destino. Como empero se acercaba ya la estacion de las aguas, durante la cual es imposible surcar el Huallaga, sin esponerse á cada paso á un peligro inminente de muerte, se vió precisado á emprender una larguísima y difícil travesía pasando por Moyobamba, Chachapoyas y Trugillo; donde se embarcó en un vapor que le condujo hasta Lima, en cuyo punto descansó unos pocos dias, emprendiendo despues las 54 leguas que le restaban al través de la cordillera de los Andes, que por segunda vez debia atravesar hasta haber llegado al término de su viaje.

Solo la virtud y robustez de este Padre pudo hacer un viaje tan largo y penoso en tan corto tiempo; pues, habiendo salido de Sarayacu á primeros de Octubre, se hallaba ya en Ocopa á fines de Diciembre.

Mucho se dejó sentir en las misiones la ausencia del Padre Pallarés; pues de los dos Padres que quedaron en compañía del nuevo Prefecto, el uno que era el P. Martinez, estaba habitualmente enfermo y apenas podia administrar los Sacramentos á ningun moribundo durante las ausencias del P. Calvo, que por razon de su carácter de Prefecto tenia que ir recorriendo continuamente los otros pueblos que estaban á su cuidado; y el otro P. Fr. Bruno Guiu tampoco podia ayudarles mucho, pues como era la vez primera que entraba en las misiones, no hablaba aun la lengua quichoa, cuyo conocimiento es indispensable para instruir y confesar á los neófitos. En esta situacion se pasaron dos años durante los cuales el P. Guiu se instruyó algun tanto en la lengua del país, hallándose pronto en estado de ejercer su ministerio, mas el P. Felipe Martinez, aunque esperimentó alguna mejoría, seguia siempre achacoso.

En el año siguiente (1856) de la eleccion del P. Calvo para Prefecto de las misiones, á instancias de este Padre los indios Suchiches abandonaron por completo el pueblo de su residencia, llamado Santa Maria de Belen, pasando á reunirse con los que habitaban en Sarayacu. La fundacion de dicho pueblo de Belen habia tenido lugar en tiempo del padre Plaza. Ya se recordará, como dejamos referido, que cuando estalló la guerra de la independencia del Perú, emigraron todos los Padres españoles que se hallaban en las misiones del Ucayali, quedando únicamente en ellas el mencionado P. Plaza. Falto de compañeros y de recursos, no pudo ese Padre, como vimos en su lugar, sostener todas las misiones que estaban á su cargo, apesar del celo extraordinario que le animaba; debiendo presenciar como los infieles y neófitos que habitaban en los pueblos de Buepó-ano, Canchá-huaya, Cuntá-maná y Charás-maná abandonaban estas

poblaciones para retirarse á sus antiguas rancherías, mas arriba de la desembocadura del Pachitea. En el pueblo de Canchahuaya habian habitado junto con los Cunibos algunas familias de los antiguos Suchiches de Tarapoto, y temiendo estos algun asalto de los infieles, pidieron al padre Plaza que les señalase un sitio cerca de Sarayacu para establecer en él sus viviendas, pero que fuera un lugar enteramente separado de los indios Panos. El Padre les señaló entonces un terreno algo reducido, pero que estaba á cubierto de las inundaciones, y á media legua de Sarayacu y á otra media legua del Ucayali, dándosele el nombre de Santa María de Belen al pueblo que se fundó en este sitio. Siguió sin aumentarse su poblacion, pues en 1850, apesar de haber tras currido treinta años de su fundacion, sus habitantes eran á corta diferencia en número igual á los que habian venido de Canchahuaya. En 1853 no tenian todavía iglesia, aunque á decir verdad, no hacia mucha falta, atendida la proximidad de Sarayacu, así que rarísimo era el que no oia misa los domingos y dias de fiesta. Deseosos no obstante de tener iglesia propia, suplicaron al P. Pallarés, que entonces era Prefecto, que se la construyera: y accediendo el Padre á la súplica de los neófitos, nombró al P. Calvo para que á falta de arquitecto dirigiera las obras y trabajara con ellos; empezáronse los trabajos que siguieron sin interrupcion, logrando en poco tiempo dejar construida una iglesia muy linda, que si bien pequeña, era no obstante capaz para una poblacion tres veces mayor de lo que era Santa María de Belen.

Como los Padres no podian abandonar su residencia de Sarayacu, no les era posible observar de cerca la conducta de los Suchiches; de lo que resultó que estos se entregaron á los excesos de la intemperancia y otros vicios, acarreándoseles algunas enfermedades, que acabaron en poco tiempo casi con la mitad de los hombres y algunas mujeres. Hablaba un dia de esa mortandad el Prefecto P. Calvo con el Curaca y otros de aquel pueblo, y les dijo: parece que ha caido la maldicion del cielo sobre vosotros; siete años hace

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