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gravemente obligado á asistir al enfermo hasta su fallecimiento para ayudarle á bien morir, encomendarle el alma con las preces que acostumbra la Iglesia, etc.; pues basta que le haya administrado los sacramentos de la Penitencia, Eucaristía y Estrema uncion. Sin embargo muy loable será que cuando se lo permitan otras graves atenciones del ministerio, desempeñe tan piadosos y caritativos oficios, ayudando al moribundo, para que con cristianas y santas disposiciones se prepare á comparecer ante el divino tribunal : si no pudiere hacerlo, cuide al menos, despues de administrarle la estrema uncion, de sugerirle los santos afectos y piadosas meditaciones en que será bien emplee el breve tiempo de vida que le resta; le impartirá la indulgencia plenaria llamada de Benedicto XIV, en uso de la facultad que para ello se concede á los párrocos del pais; y si no hubiere otro eclesiástico que asista al enfermo, cuidará de que alguna persona devota se encargue de asistirle leyéndole algunas oraciones y meditaciones piadosas: cuidará en fin, de que haga testamento con las solemnidades prescritas por derecho, consultándose para el mejor acierto en sus disposiciones con persona instruida y virtuosa.

6. Aunque al obispo corresponde, y es uno de sus principales deberes el cuidado de la conservacion de la fé, y de las buenas costumbres, combatiendo y condenando los errores que puedan contaminar su grey; que por eso el Apóstol le queria adornado de la ciencia y conocimientos necesarios, ut potens sit exhortari in doctrina sana, et eos qui contradicunt arguere, sin embargo al párroco, como auxiliar del obispo y encargado en parte de su solicitud pastoral, le toca tambien la asidua vigilancia, para evitar que entre sus feligreses aparezcan ó se propaguen falsas y erróneas doctrinas ó en oposicion con el dogma y las saludables máximas de la moral evangélica. Debe, pues, trabajar incesantemente para disipar de su grey las tinieblas de la ignorancia y combatir de frente el error, con toda la energía del que sostiene la causa de la verdad y de la religion. Mas respecto de las personas ha de ser prudente y circunspecto, guardándose mucho de designarlas

por sus nombres cuando habla al público; hará uso de los medios propios de su ministerio para amonestarlas y corregirlas moderada y sigilosamente, si conceptuare que por tales medios ha de lograr el fin que se propone. Pero si se persuadiese que sus tentativas han de ser inútiles, ó si el mal es tan grave que requiera remedios mas activos, prontos y eficaces, dará cuenta de todo al prelado, para que este, usando de la amplia jurisdiccion y potestad que sin duda le compete, adopte los medios que crea mas oportunos para estirpar el error, y preservar á los fieles del funesto contagio de la seduccion.

No menos corresponde al párroco la represion de los pecados públicos y escándalos que infestan su grey, procurando la reforma de las costumbres por todos los medios que son de su resorte: asunto que se trató latamente en el capítulo nueve de este escrito. Aludiré solamente ahora á un deber muy especial y muy propio del ministerio parroquial, el de procurar la conservacion de la paz, union, y fraternidad entre las familias é individuos de su feligresía; para cuyo efecto hablará con frecuencia en sus pláticas y exhortaciones de la felicidad de los pueblos y familias entre quienes reina la mutua caridad y concordia, y pintará con vivos colores las ruinas, estragos y desgracias de la desunion, discordias y litigios. Conservándose constantemente imparcial en las desavenencias y divisiones de sus feligreses, tan luego como vea encenderse la terrible tea, nada omitirá para estinguirla, interponiendo sus buenos oficios con la suavidad y dulzura de un padre comun para conciliar los ánimos, mitigar los resentimientos, y restablecer la armonía turbada.

El párroco se conciliará el respeto de todos sus feligreses, jamás dejará de recoger el fruto de sus buenos oficios y exhortaciones, si á su conducta intachable añade una absoluta imparcialidad y prescindencia aun en las cuestiones políticas que los dividan: jamás olvide aquella bella máxima del Apóstol: omnibus omnia factus sum ut Christum lucrifaciam.

7.-En diferentes lugares de este escrito se ha hablado del

respeto y reverencia que se debe á las iglesias, de los actos prohibidos en ellas, de los ornamentos sagrados, paramentos y utensilios de los altares, y de algunos de los principales ritos en la celebracion de los santos misterios: objetos todos de importancia para la dignidad y decoro del culto que tributamos á la divinidad en los lugares que le están consagrados.

Una de las cosas que mas recomiendan al párroco, y le ganan el aprecio y veneracion de sus feligreses, es el loable esmero y diligente solicitud, en todo lo que concierne al decoro y decencia de la iglesia y del culto divino; y este es por otra parte uno de los mas sagrados deberes que le incumben. ¡ Quién no deplora y aun se indigna justamente al ver la inmundicia y desaseo de ciertas iglesias del campo! Los altares sucios, cubiertos de polvo, los manteles y demas paramentos en igual estado de inmundicia; los ornamentos y vestiduras sacerdotales rotas y no menos inmundas; notablemente sucios hasta los corporales y purificadores, hasta los vasos sagrados!!!

Este abandono es gravemente reprensible y digno de severo castigo. Por muy pobre que sea la iglesia, ¿ será justificable el desasco y la inmundicia en los objetos que sirven inmediatamente al culto divino y á la celebracion de los sagrados misterios? Sea pobre la iglesia; pero consérvese limpia y aseada; no pueden ser si no ordinarios los manteles, ornamentos, albas, purificadores y corporales; pero no se vean rotos y despedazados, y menos sucios. ¿ Y qué razon hay, para que sirva al sacrificio divino, un vino pésimo y tal vez torcido, y para que se miren con asco las vinageras y cálices?

Es un sencillo arbitrio adoptado en muchas iglesias pobres, el de encargar cada uno de los altares á alguna familia piadosa, que se presta gustosa á cuidar de su asco, limpieza y adorno.

Al párroco que anhela por la decencia del culto no le faltan recursos para procurarse todo lo que conviene á tan sagrado objeto. Si son muy malos y viejos los ornamentos y

demas útiles, y no tiene la iglesia de donde subvenir á esas necesidades, recurre al obispo, que nunca deja de auxiliarle en cuanto está á sus alcances. Si el obispo no puede auxiliarle, solicita personalmente de las personas ricas y piadosas de su feligresía, alguna voluntaria erogacion que jamás se le niega, á menos que por justos motivos deje de ser acreedor á ella. Yo quiero solo un párroco digno, un párroco celoso para ver brillar en su iglesia el ornato y decencia en todo lo que sirve al culto divino, sin que sea preciso que cuente con un pingüe ramo de fábrica.

8. Recomendaré al párroco en este último articulo establezca eu su iglesia el ejercicio de algunas prácticas piadosas muy útiles para fomentar y procurar el bien espiritual de su grey.

Cuide de celebrar con la solemnidad possible, en cuanto lo permitan las circunstancias particulares del lugar, etc., los dias en que recuerda la Iglesia la memoria de los principales misterios de la religion, v. gr., la Natividad del Señor, Epifanía, Pascua, Pentecostés, Corpus, etc., no omitiendo en la última de estas festividades la procesion solemne practicada generalmente en la Iglesia en obsequio de Jesus sacramentado, y para vindicarle de las injurias y ultrajes que los herejes é incrédulos le han irrogado en el sacramento. Con igual pompa celebrará algunas de las principales festividades de María Santísima, y la fiesta del santo patron titular de la iglesia, y aun el de la ciudad ó pueblo. Y será muy oportuno que en los mismos dias haga una breve esplicacion del misterio ó festividad que se solemniza, escitando la devocion y sentimientos religiosos de los fieles.

Muy recomendable es el uso de las sagradas procesiones, practicado en la Iglesia católica, por institucion antiquísima; bien para escitar la piedad de los fieles, y tributar á Dios. solemne accion de gracias por algun especial beneficio recibido de su bien hechora mano, ó para implorar el divino auxilio en alguna grave necesidad pública. El Ritual romano amonesta al párroco instruya á los feligreses en los misterios á que aluden estas sagradas solemnidades, y en los

frutos espirituales que percibirán si con devocion y sentimientos piadosos concurren á ellas. Encarga la reverencia, modestia y silencio con que se debe concurrir á tan sagrados actos, evitando la risa, conversaciones y miradas libres; quiere en fin que en ellas vayan colocados con separacion los clérigos de los legos, y los hombres de las mujeres.

Las procesiones son ordinarias ó estraordinarias. Las primeras son las que se hacen en dias determinados del año, como en la festividad de la Purificacion de Nuestra Señora, el Domingo de Ramos, en las letanias mayores del dia de san Marcos, y en las menores de los tres dias de Rogaciones que preceden al de la Ascension, y por último en la festividad de Corpus. Estraordinarias las que se hacen con motivo de alguna grave necesidad pública. v. gr., para implorar la divina clemencia en tiempo de alguna epidemia, hambre, guerra, etc.

Convendria que los párrocos, al menos los de las ciudades y pueblos de consideracion, dispusiesen la celebracion de las procesiones ordinarias y estraordinarias, para llenar los fines que se propone la Iglesia; pero adoptando las oportunas medidas de precaucion para que estos actos sagrados sean verdaderamente religiosos, y se eviten los desórdenes que suelen tener lugar, particularmente disponiendo que se hagan siempre de dia, y cuidando que en el acompañamiento se observe la debida separacion de las personas de uno y otro sexo, segun tambien está mandado por las constituciones vi y vini, tít. 14 del sínodo del señor Alday.

Para el órden, forma y preces con que se ha de celebrar cada una de las mencionadas procesiones, el párroco se arreglará á lo dispuesto por el Ritual romano, en todo el tratado de Processionibus.

Una de las prácticas mas piadosas, mas interesantes, y que se encuentra estendida en gran número de diócesis católicas, es la de recitar el párroco con el pueblo fiel en los dias domingo y festivos de precepto, los actos de fé, esperanza y caridad. El sabio pontífice Benedicto XIV, en su Bula que empieza Cum religiosi de 26 de junio de 1854, reco

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