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Quedó, pues, separado del servicio, y sólo mucho después remuneró el Gobierno de la República sus servicios con una módica pensión vitalicia de 800 francos, harto pequeña para quien se jactaba de que el Gobierno español había ofrecido cien mil reales por su cabeza. Aquí termina su papel político. En la venta de bienes nacionales había comprado á bajo precio la abadía de San Bernardo, cerca de Bayona. Allí estableció una fábrica de botellas, que fué devorada por un incendio. Entonces buscó nueva y menos lícita industria, aprovechando sus conocimientos químicos para falsificar el tabaco de España. Enriquecido por la falsificación y el contrabando, alcanzó la avanzadísima edad de noventa años, y murió en 1830, «muy llorado (dice Reynón) por las muchachas del pueblo, muchas de las cuales conservaban prendas de su amor» (1).

Volvamos á Marchena y á su compañero Hevia, los cuales por este tiempo empezaban á caer de la gracia del ministro Le Brun. Había entrado éste al principio en sus planes, como lo prueba su correspondencia con el alcalde de Bayona. En 8 de Marzo le escribía:

(1) Páginas 223 y 233 de las Memorias manuscritas ya citadas, de que nos envió extracto nuestro amigo Mr. Wenthworth Webster.

«Persisto en creer que Bayona es el punto más conveniente para reunir á los patriotas españoles y para trabajar en la regeneración de su país..... Conviene que el comité revolucionario empiece a funcionar lo antes posible, pero ajustando su conducta á principios de moderación y prudencia. Es evidente que el lenguaje de los franceses regenerados y republicanos no puede todavía ser el de los españoles. Éstos tienen que irse preparando gradualmente á digerir los alimentos sólidos que les preparamos. Sobre todo, hay que respetar durante algún tiempo ciertas preocupaciones ultramontanas, que á la verdad son incompatibles con la libertad, pero que están demasiado profundamente arraigadas en nuestros vecinos para que puedan ser destruídas de un golpe (1).»

En 26 de Marzo añadía:

«Ya os he hablado de la organización de dos comités, uno en Bayona, y otro en Perpiñán, y os he indicado los nombres de muchos de los que deben ser sus miembros. Añado á esta lista dos españoles que están aquí, Marchena y Hevia: partirán dentro de pocos días, y espero que quedaréis satisfechos de su celo y de su talento (2).»

Pero los tiempos eran de recelo y desconfianza.

(1) Aff. Ét. Esp., 635, pieza 219. (2) Idem, 635, pieza 291.

«El grupo francés (dice Morel-Fatio) quería á todo trance excluir de los comités á Marchena y á Hevia, cuyo conocimiento de las cosas de España, así como la superioridad de su cultura, mortificaban á las medianías y á los ignorantes que tanto en Bayona como en Perpiñán pretendían tomar la dirección de los negocios españoles.>>

Acordaron, pues, según era costumbre entonces, denunciarlos como sospechosos de traición é incivismo. El ciudadano Taschereau, antiguo agente secreto en Madrid encargado de espiar al embajador Bourgoing, y otro ciudadano todavía más obscuro, llamado Carles, escriben á Le Brun pintando á Marchena como «un joven aturdido, que no tiene más que las apariencias de un hombre instruído, y que posee en cambio toda la presunción de un ig

norante».

«Se le ha visto (añaden) variar muchas veces en sus principios revolucionarios, entusiasmarse con los Bernardos (Feuillants, sociedad compuesta de moderados), declamar como un frenético contra la famosa jornada del 10 de Agosto (asalto de las Tullerías, y caida de la monarquía)..... Se le ha oido en Bayona decir á gritos: España ó la muerte. ¿Es esto patriotismo? Este hombre es sospechoso de todo punto, y muchas cartas que ha escrito à Madrid pueden atestiguarlo. Además, fuera de algunos conocimientos en moral y en política, Marchena no sabe absolutamente nada, porque no ha meditado

ni reflexionado sobre nada. El otro colaborador, llamado Hevia, está igualmente vacío que Marchena de buen sentido y de reflexión (1).»

Estas denuncias surtieron su efecto en el ánimo del ministro, y cuando Marchena y Hevia estaban á punto de salir de París para trasladarse á Bayona, fueron arrestados por los comisarios de la sección de las Cuatro Naciones como extranjeros y sospechosos. Apenas se enteró de ello Brissot, amigo y protector de Marchena, se apresuró á intervenir en su favor, solicitando que inmediatamente fuesen puestos en libertad los dos emigrados españoles. Su carta á Le Brun es de 4 de Mayo, y dice así:

«Ciudadano Ministro:

»Acabo de saber que Marchena ha sido arrestado, y con él Hevia. Parece increible que se haya llegado á tales excesos contra hombres á quienes el amor de la libertad ha traído á Francia, y que tantas pruebas han dado de sus sentimientos cívicos. No sé á qué atribuir el cambio de vuestras disposiciones respecto á ellos, y por qué razón, después de haberlos nombrado para el comité revolucionario español, en que podían ser tan útiles, habéis hecho borrar sus nombres sin motivo alguno. Sea como quiera, hoy la desdicha pesa sobre ellos, y al Minis

(1) La carta de Taschereau es de 28 de Marzo de 1793; la de Carles de 9 de Abril.

tro de Negocios extranjeros es á quien toca sacarlos de tal situación. Podéis y debéis informar á la sección de todo lo que sabéis sobre esos hombres, del empleo á que pensabais destinarles; y puesto que ya no pueden servir á la República francesa por haber cambiado vuestra opinión en este punto, lo menos que podéis hacer es darles un pasaporte para que salgan de Francia. Están proscriptos en España como amigos de la Revolución francesa. ¿Los hemos de proscribir aquí como españoles? Cuando un extranjero no tiene embajador, al Ministro de Negocios extranjeros toca protegerle...

»J. P. BRISSOT.>>

Esta carta no convenció á Le Brun, que sólo se prestó á intervenir en favor de Hevia, sin dignarse nombrar siquiera á su compañero. De todos modos este primer encarcelamiento de Marchena no fué largo, ya porque se le pusiera en libertad, ya porque lograra evadirse. Y entonces la gratitud le unió más estrechamente que nunca con Brissot y los girondinos, cuyas vicisitudes, prisiones y destierros compartió con noble y estoica ente

reza.

No hay para qué repetir aquí lo que todo el mundo sabe y en cualquiera historia de la Revolución francesa puede leerse. Proscritos los girondinos en 2 de Junio de 1793, declarados traidores á la patria en 25 de Julio, en

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