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chos jóvenes que eran muy instruídos en las letras y artes. Escribían correctamente con los más variados caracteres y respondían con prontitud en escrito á cualquiera pregunta histórica que se les hiciese en italiano, español, inglés y alemán. Hacían largas cuentas con mucha facilidad, buenos diseños y hermosas pinturas. Su número no es determinado, y sólo es fijo que 20 de ellos entre hombres y mujeres sean mantenidos por el Rey y los demás paguen por ser educados.

Además de las casas de pública instrucción descritas, existe en Génova un Conservatorio llamado de las Fieschine, porque fué fundado y mantenido todavía por la noble casa Fieschi, uno de los marqueses de la ciudad. Este Conservatorio es uno de los más hermosos que hay en Génova. Su construcción es de una notable extensión, á las faldas de la montaña, en una posición amenísima y ventilada de todas partes. Su elegante aspecto por de fuera presenta la idea de un grandioso edificio, y su interior está dispuesto de modo que puede contener miles de personas con mucha comodidad, y está mantenido con mucha limpieza, obligándose á cada una á acomodar su propia cama y barrer su propia celda. Á nadie se permite entrar si no va acompañado de alguno de los registradores de la casa Fieschi. En efecto, nosotros fuimos acompañados del mismo marqués Fieschi y encontramos como 200 personas de 500 que antes había. Estaban ocupadas en ejerci cios de piedad y en trabajos manuales, entre los cuales ocupa el primer lugar el de las flores, que es en un todo propio de las Fieschinas. Se hacen cosas admirables, que engañan la vista, y es necesario tocarlas con el dedo

para asegurarse que son trabajos artificiales. Cuando estuvo Pío VII en tiempo de sus desastres, le presentaron algunas frutas hechas en seda con tanta naturalidad, que se puso una en la boca creyéndola natural, y dijo después que se alegraba de la burla, porque veía que la naturaleza había sido imitada é igualada por el arte.

Por lo expuesto se ve que Génova no carece de lo necesario para la pública instrucción de la clase indigente. Para la instrucción y buen reglamento de los jóvenes de las otras clases hay Colegios y otros lugares donde se enseña durante el curso del año todo género de ciencias y artes, haciéndose al fin de cada año los exámenes y distribución pública de los premios que los respectivos jóvenes han merecido. Nosotros asistimos á una de tales fiestas, que se hizo en ese año, y tuvimos el gusto de encontrar á los estudiantes muy bien instruídos en sus clases.

Pasando de los lugares de instrucción á los de diversiones, diremos algo de las principales villas de Génova, entre las cuales resalta la del señor marqués Durazzo, que queda al lado de las Fieschinas. No es muy grande, pero bien ordenada, y abunda en límpidas aguas, que son repartidas unas dentro del palacio en varias fuentes con pintorescas grutas y otras fuera en varios lugares de la quinta. Su jardín botánico con plantas de diversas especies, un hermoso bosquecito al gusto moderno, un rico invernadero de ananaes y otras frutas americanas, estanques de agua, agradables grutas con fuentes alrededor, y lagunitas con peces muy bien custodiados, son otros tantos objetos verdaderamente hermosos que se admiran en la quinta. En su entrada, después de una plazoleta, se encuentra un

pequeño palacio bastante gracioso, pintado por célebres pintores. En él conocimos al señor marqués Durazzo, que se mostró erudito en varios ramos de literatura.

La misma casa Durazzo tiene otra quinta que está después del Palacio Doria, hacia el faro del puerto. Por su na turaleza ésta es más hermosa que la primera, porque, estando en la pendiente de un monte, tiene una bonita cascada de agua en el medio de un bosque, donde se ven diversos kioskos para la caza, una buena galería con baños, y una pequeña torre en forma de observatorio en la cima de la colina, desde la cual se descubre todo Génova con sus contornos y vago aspecto del mar, que queda en frente. En el palacio de entrada vivía entonces el cónsul inglés, por lo que no pudimos observarlo; pero, si á lo externo corresponde lo interno, podemos concluir que es verdaderamente agradable.

ella

La villa Doria nada tiene que envidiar á las dos villas Durazzo; pues tiene un gran edificio donde residió el emperador Bonaparte por todo el tiempo que estuvo en Génova. Más arriba del palacio hay una viña, que costea por un pequeño monte, dispuesta simétricamente; y se va á por medio de un puente levadizo que pasa sobre la calle pública. Abajo del palacio se ve un jardín bastante grande, de gusto moderno, con doble fila de árboles colaterales y una grandiosa fuente en el medio, de mármol, con varias estatuas al rededor. En seguida, la diversidad de mirtos y el magnífico balcón que mira al mar, dando el último complemento á dicha villa, donde Napoleón solía dar comidas diplomáticas, para juntar todas las autoridades y los principales amigos de su sistema.

Otra quinta que me gustó en Génova fué la quintita del Caballero señor Marqués J. Carlos del Negro. Ésta es toda obra de la industria, pues está construída sobre un antiguo fuerte de la ciudad, entre los Capuchinos y la Nuova Passeggiata. Su entrada es un poco fea; pero, cuando el espectador está dentro, encuentra muchas cosas dignas de su atención. Huertos ingleses, huertos botánicos, bosques, grutas, diversas alturas con mesetas y alamedas encima, dispuestas con mucha elegancia, un hermoso pabellón con su gabinete de Mineralogía á la moda y otros estudios campestres, y en la cima un gracioso juego, un pequeño laberinto en una plantación de vides, y un invernadero de animales ultramontanos embellecen este hermoso jardín, donde se descubre Génova de todas partes, sus amenísimos contornos y el delicioso aspecto del mar que rodea el litoral. Cuando fué el Papa Pío VII quedó muy contento y también nosotros quedamos contentísimos; pues que, además de las dichas cosas, conocimos al señor Marqués del Negro, caballero sumamente estimable por su erudición no común y por tantas otras dotes que ennoblecen su alma. Estaba ocupado en componer un cuadragesimal en tercetos, cosa muy escabrosa para un poeta todo ardor, más amante de lo profano que de lo sagrado, pues que para conseguir laudablemente la sagrada elocuencia es preciso alcanzar el espíritu del Señor. De otra manera ó no se dirán jamás cosas verdaderamente de espíritu, ó se conocerá siempre lo forzado y la tensión del ánimo, y no harán la impresión que suelen producir las cosas que espontáneamente salen del corazón. No obstante esto, yo auguro ver dicho cuadragesimal y leerlo con placer; por

que, como dije, el señor J. Carlos del Negro es un caballero lleno de erudición é ingenio, y si faltare á su fuego poético la verdadera unción del espíritu, no le faltará ciertamente elegancia y arte en sus sermones rimados.

La Villetta Vallavicini, llamada Le Peschiere, es otro lugar digno de verse en Génova. Fuera de la entrada, que hace venir la idea de la muerte, con sus dos filas de cipreses, que hay allí, todo el resto de la quinta hasta el palacio es sumamente delicioso y agradable. La risueña situación, la comodidad del palacio, la amenidad del jardín y de las plantas, la diversidad de alamedas, las pequeñas grutas y la infinita multitud de peces dorados, ó de un color mezclado que se ven escabullir en las muchas pesqueras, las que dan el nombre á la villa, divierten agradablemente al espectador. Pero, como el Palacio termina en otra plantación de cipreses, que están en la altura de la villa, de aquí es que todo comienza y acaba con las tristes ideas de la muerte; lo que no me pareció del todo despreciable, pues está bien que entre tantas quintas de diversión y de puro placer que se admiran en los alrededores de Génova, haya alguna que traiga al espectador la idea de la muerte y de su último fin. Por esto me he determinado á describirla en último lugar y hacerla servir como de pasaje y escalera á los Retiros de Religiosos que describiremos.

Uno de los mejores Retiros que más que todos se frecuenta y es grato en Génova es el que se llama La Madonnetta. Es éste un santuario de los Padres Agustinianos, fundado por uno de sus laicos de santa vida, en un sitio barrancoso y quebrado por naturaleza, pero al presente muy ameno y agradable. Queda como á la mitad de la

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