Sayfadaki görseller
PDF
ePub

IV

Dionisio Exíguo era un monje natural de Scitia, pero romano por sus costumbres y domicilio, el cual á principios del siglo vi hizo la colección que lleva su nombre. Se apellidó Exíguo, no ya por la pequeñez de su cuerpo, sino por humildad y modestia, según solían hacer otros muchos monjes. Casiodoro, dice de él: que á su sabiduría, doctrina y elocuencia reunía la sencillez, la humildad y poco hablar; y que era tan grande su conocimiento del griego y del latín, que si tomaba en sus manos libros griegos los traducía al latín, y los latinos al griego, de tal manera que podían creer los que le escuchaban que estaba leyendo según estaba escrito.

Pues bien, este célebre monje emprendió su trabajo, bien ya, como el mismo afirma en el prólogo de su colección, porque era confusa la antigua Prisca, bien por consideración al Obispo Esteban, y excitaciones de su amigo el Diácono Lorenzo; pero es lo más probable que formara su obra por tener que aducir varios cánones griegos en la defensa que se le encargó en causa contra los monjes Scitas, que sostenían la doctrina de haber padecido uno de la Trinidad, cuya proposición daba á entender, en sentir de algunos, que Jesucristo había padecido en su naturaleza divina: dicha causa estaba pendiente para su resolución en la Sede Apostólica, y Dionisio procuraba con muchísimo empeño conciliarse las voluntades de los romanos.

Antes de cada canon pone un epígrafe de lo que trata, y al principio de su colección un índice general de todos ellos.

Contiene primeramente 50 de los 85 cánones Apostólicos; luego traduce de los originales griegos al latín los cánones Nicenos, Anciranos, Neocesarienses, Gangrenses, Antioquenos, Laodicenos, Constantinopolitanos y Calcedonenses; después añade 21 cánones de Sardica y 138 de los Concilios Africanos.

Además juntó, á ruegos de Juliano, presbítero de la Igle

sia Romana, todas las epístolas decretales que pudo hallar, y que lo fueron en número de 187, desde el Papa Siricio, hasta Anastasio II; pero no se crea que contiene monumentos de todos los Pontífices sucesores de Siricio, sino solamente de ocho de ellos. También pone su epígrafe á cada decretal, y al principio un índice general de todas ellas.

El uso y aceptación de las iglesias dió grande autoridad á estas colecciones, tanto que en tiempo de su mismo autor, la Iglesia Romana había recibido usu celeberrimo la traducción de cánones.

V

La colección Adriana es la misma de Dionisio Exíguo, aumentada, sin saberse por quién, con las epístolas decretales de seis Romanos Pontífices, que fueron: San Hilario, Simplicio, Félix, Simaco, Hormisdas y Gregorio II.

El Papa Adriano I la entregó á Carlomagno en una de las tres veces que fué á Roma, para que se rigieran por ella las iglesias de sus Estados, y de aquí la consideración que tuvo en Occidente, pues se le miraba como de autoridad Apostólica.

Por esto también se conocía con los nombres de Adriana y de Codex canonum. No es, sin embargo, de este Pontífice, porque ya antes el Papa Zacarías, en su carta á Pipino y á los Obispos, Abades y Próceres de Francia, cita algunos cánones del Concilio Africano y otros del Cartaginense, distinción que era únicamente propia de la colección Adriana, lo cual supone que ya existía en tiempo de aquel Pontífice, que rigió la nave de San Pedro más de veinte años antes que Adriano I.

[ocr errors][merged small]

I. Antigua colección Española.-II. Colección de Martín de Braga.-III. Colección canónico-goda.-IV. Colección arábigo-española.— V. Colección llamada Policarpo.

I

La Iglesia española se gobernó también en los tres primeros siglos por la costumbre, la tradición y las Sagradas Escrituras; pero en el siglo iv tuvieron ya lugar diferentes Concilios, cuyas actas no han llegado todas hasta nosotros; únicamente se conservan los cánones de Elvira, Zaragoza y I de Toledo. Consta, sin embargo, por las actas de este mismo Concilio, que se celebró otro en la Lusitania. También parece que Osio celebró otro en Córdoba; y aun existen algunos datos, con relación á Ferreras y á Flórez, para suponer que se celebraron algunos otros más.

Por otra parte, los Obispos españoles asistieron á los de Nicea, Sardica y II de Arlés, siendo probable que incorporasen sus cánones con los de los Concilios nacionales, para ir formando su disciplina; así parece demostrarlo el I de Toledo, el celebrado en Valencia, el I de Braga y el III de Lérida.

En resumen, los cánones por que se gobernó la Iglesia española en el siglo IV fueron los de Nicea, Sardica y Elvira.

También es cierto que ya en el siglo vi existía en España su colección de cánones, como lo demuestra el Concilio I de Braga, celebrado, según unos, en 561, y, según otros, en 563, donde se dispuso: «Que ninguno traspasase los cánones leídos en el Concilio del Códice antiguo, pena de ser degradado de su oficio. >>

II

En el mismo siglo vi formó otra colección San Martín Bracarense, natural de Hungría, que habiendo viajado por Oriente hizo notables progresos en la erudición de las letras griegas. Vino después á España, donde trabajó mucho en la conversión de los suevos, y fundó en Galicia el monasterio Dumiense, del que fué su primer Abad; luego se le nombró Metropolitano de Braga, y en tal concepto puede decirse que él fué el primer capellán de los Monarcas españoles. Escribió varias obras, y entre ellas su célebre colección de cánones, que titula: Capitulos de los sinodos orientales, recopilados por Martin, Obispo de Braga. El motivo que tuvo para emprender dicho trabajo fué el notar que los cánones griegos, traducidos al latín, no correspondían con sus originales. Por esto hizo una nueva traducción latina, observando, no ya el orden cronológico, sino el de cosas ó materias. Dividió su obra en 84 capítulos, 68 de los cuales tratan de los Obispos y clérigos, y los restantes de los legos. Aunque esta parece que es sólo, según el título, de los sínodos orientales, comprende asimismo cánones de los Concilios Bracarenses, Toledanos y Africanos.

Debe empero advertirse, que Martín no tradujo todos los cánones griegos, sino aquellos que le parecieron más oscuros, y más á propósito para acomodarlos á la disciplina de España; que se contentó con expresar las sentencias compendiosamente; y que en su traducción violentó más de una vez el verdadero sentido de los cánones griegos.

Sin embargo de esto, su libro era verdaderamente de enseñanza y estudio; y bajo este concepto es digno de elogio.

III

Con el nombre de Colección Canónico-goda, es conocida la que durante muchos siglos estuvo vigente en la Iglesia de España. Se atribuye por algunos á San Isidoro, Arzobispo de Sevilla; pero como quiera que otros hacen observar, que

este ilustre Prelado falleció en 636, y la colección contiene los cánones del Concilio XVII de Toledo, que se celebró en 694, de aquí que estos mismos nieguen que fuera aquél su verdadero autor. Además de esto, es bien notable, añaden, que ni su discípulo San Braulio, Obispo de Zaragoza, ni San Ildefonso, Arzobispo de Toledo, que enumeran el catálogo de las obras de San Isidoro, hagan mención de dicha colección, que en aquellos tiempos debió ser de gran importancia.

Ciertos son los hechos que se alegan por aquellos que sostienen la negativa; pero debe notarse que tanto San Braulio como San Ildefonso no mencionan más que las obras originales del ilustre Arzobispo de Sevilla; y como la colección de cánones no era original, no debe extrañarse su silencio en este punto. Por otra parte, el hecho de contener aquélla algunos documentos posteriores á la muerte de San Isidoro, lo único que puede probar es, que se concluyó en tiempos más adelantados. Nuestro sentir es, que dicha obra se empezó al menos bajo la dirección de tan insigne escritor. Contiene esta colección cánones de los cuatro primeros Concilios; de los cinco particulares de Ancira, Neocesárea, Gangres, Antioquía y Laodicea; el de Sardica; nueve de Africa, entre ellos siete de Cartago; diez y siete de Francia; el de Elvira, Tarragona y Gerona; tres de Zaragoza, Lérida y Valencia; los diez y siete de Toledo; tres de Braga; dos de Sevilla; dos de Barcelona, Huesca, Egara y Mérida. Comprende, además, ciento tres decretales de los Romanos Pontífices, desde San Dámaso hasta San Gregorio el Grande.

Empezó á publicarse esta colección en 1808, bajo la dirección del bibliotecario D. Francisco Antonio González, pres、 bítero, dándola por terminada en 1821. Se tuvieron presentes para la publicación, además de trabajos preparatorios de sabios distinguidos, nueve códices antiguos, cuales fueron: 1.o El Alvendense, ó Vigilano; 2.° El Emilaniense; 3.° El Toledano I; 4.o El Toledano II; 5.o El de la Biblioteca Real; 6.o El Escuraliense III; 7.° El Escuraliense IV; 8.° El de Urgel; y 9.o El de Gerona.

« ÖncekiDevam »