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del Papa respecto al Concilio, así como la de la infalibilidad pontificia, están consideradas detalladamente, y nada dejan que desear.

No se crea que el mérito de esta obra consista únicamente en la vasta erudicion del autor; en ella hay generalmente toda la fuerza del raciocinio, y los argumentos y las razones teológicas están desenvueltos con gran maestría. Basta leer la tercera seccion, que trata de la infalibilidad, y la segunda, que trata de la autoridad del Papa en relacion con el Concilio. En esta seccion, con lógica evidencia, deduce de ciertos principios católicos la infalibilidad del Papa, y confirma su opinion, esponiendo los falsos principios y las falsas consecuencias del sistema de sus adversarios. Igualmente demuestra la superioridad del Papa respecto al Concilio considerado como distinto y separado del Pontífice, analizando detenidamente lo que es un Concilio sin el Papa, y lo que es el Papa solo. Esperamos con feliz augurio el último tomo, en el que debe tratarse especialmente del Concilio ecuménico.

2.—La Chiesa ed i Concilii ecumenici: breve notizia al popolo, del sacerdote A. M. Balladore.

La Iglesia y los Concilios ecuménicos: breve noticia al pueblo, por el sacerdote A. M. Balladore, párroco de Banasco. Turin: imprenta de Speirano, 1869: en 12.o, de 67 páginas.

Un teólogo muestra sus conocimientos tanto en un simple Catecismo como en un tratado escolástico: en cuanto á nosotros, bastaria este opúsculo para apreciar á su autor en lo que vale. Las personas del pueblo, ya cultas, ya incultas, verán una esposicion brillante y completa de la doctrina acerca de la Iglesia y los Concilios, y el sabio se complacerá de ver tanta y tanta doc

trina tan bien formulada y compendiada en un sencillo Catecismo. Hé aquí cómo uno de los puntos mas difíciles de esplicar está claramente espuesto en la página 43:

«¿En qué calidad intervienen los Obispos en los Concilios? No ya como doctos, porque no es la erudicion la que les da tal derecho, pues que con este derecho podrian intervenir ó dar su voto tambien los demas clérigos. No como diputados del pueblo ni como sus representantes, sino en cierto sentido. La jurisdiccion es lo que les da derecho de sufragio, la cual impone á los fieles la obligacion de respetar y obedecer las leyes de aquellos. Intervienen como Pastores, que si se quiere son tambien representantes. Representan como el padre representa á toda la familia, no ya por mandato, sino por propia naturaleza. En tal sentido dijo San Cipriano: Ecclesia est in Episcopo; la Iglesia está en el Obispo. En la Iglesia no hay soberanía del pueblo ni division de los poderes; la Iglesia es una verdadera y ordenada monarquía, que no está moderada ni por la aris— tocracia ni por la democracia. »

3.-El Concilio universal y su importancia en nuestros tiempos, etc., por WILHEIM MAnuel Treihewn KETTELER, Obispo de Maguncia.

La palabra del ilustre Obispo de Maguncia (dice La Civiltà Cattolica en el análisis que hace de este libro) tiene gran eco en la Alemania católica y en la protestante, porque es palabra llena de sabiduría y de doctrina, de fuerza y de dulzura, y porque siempre es admirablemente oportuna, y mucho mas en las épocas de los grandes acontecimientos, y siempre en armonía y para fomento de los mayores y mas sagrados intereses. Convocado el Concilio ecuménico del Vaticano, y próximo

á celebrarse, nadie podia dejar de oir resonar una voz tan elocuente, y con la dignidad propia á la importancia del asunto. Así ha sucedido, en efecto, pues la obra que vamos á analizar ha satisfecho cumplidamente la espectacion y el deseo general.

«El Concilio ecuménico del Vaticano, dice monseñor Ketteler, es el acontecimiento mas importante de la edad presente, y lo es quizás tambien de nuestro siglo, al menos en materia de reconstruccion y de regeneracion, ya que otros le han aventajado en destrucciones. Así como en el siglo de la llamada Reforma Dios vino en auxilio del mundo y de la Iglesia por medio del Concilio Tridentino, así tambien en nuestro siglo, que es el siglo de la revolucion, siglo de demolicion y de destruccion universales, ha inspirado al Sumo Pontífice, como remedio supremo á tan terribles males, la convocacion del Concilio del Vaticano. La obra de destruccion va acercándose á su fin con pasos acelerados, y ya es tiempo que empiece la obra de restauracion sobre el antiguo cimiento puesto por Cristo, y sentado una vez para siempre. Esta es precisamente la obra á que está llamado el Concilio, que es el Tribunal supremo de verdad sobre la tierra, la accion y la espresion mas solemne de aquel magisterio infalible que Cristo dió á su Iglesia para guiar á todas las generaciones humanas, y conducirlas á la salvacion eterna.»

Esta idea del magisterio infalible de verdad, que comprende en sí el fin y la mision principal de un Concilio ecuménico, es tambien la idea culminante de todo. el libro de Mons. Ketteler. Idea tan fecunda está admirablemente esplanada y desenvuelta en todos sus aspectos y en todas sus relaciones; pero antes de hacer apli

cacion de ella al Concilio del Vaticano, la considera en general, demostrando la necesidad de tal magisterio, la existencia e institucion del mismo, y por último su naturaleza. Doce son los capítulos de que consta el libro: los ocho primeros están consagrados á esta demostracion fundamental, y no es fácil, tratándose de un asunto tan grave, encontrar obra que en tan reducido espacio contenga tanto esplendor de doctrina.

La necesidad de un magisterio infalible, y por lo mismo divino, de la verdad entre los hombres, está demostrada por la impotencia en que en el estado presente se encuentra la razon humana, abandonada á sus fuerzas solas; impotencia no solamente absoluta para elevarse á las verdades sobrenaturales, á que el hombre no puede llegar sin la revelacion, sino impotencia para adquirir y conservar, libre al menos de toda duda y error, el conocimiento íntegro de aquellas verdades naturales relativas à Dios, al alma y á las leyes morales que mas interesan al hombre. ¿Qué es, á decir verdad, lo que ha hecho la razon sola, esa razon, tan soberbia en sí misma, de aquellas verdades simples y primarias que Dios ha esculpido en el pecho de los hombres? La historia de las aberraciones humanas en el paganismo antiguo y moderno lo dicen demasiado. El cuadro espantoso de esas aberraciones que pinta Mons. Ketteler demuestran hasta la evidencia que, fuera del magisterio de la revelacion divina, el hombre no hace mas que vagar de error en error, para venir á caer en un escepticismo universal.

Así es que el gran problema del mundo se reduce hoy á escoger entre estos dos estremos: ó la verdad, ó el escepticismo; ó la verdad en la Iglesia, ó el escepticismo fuera de la Iglesia. «El protestantismo es el escepticis

mo cristiano organizado; el masonismo es el escepticismo racionalista organizado, pero siempre es escepticismo (pág. 66). Todo el que quiera librarse del escepticismo, debe abrazar la doctrina de la Iglesia; debe someterse á aquel magisterio infalible, que es la verdadera luz puesta por Dios en el mundo para iluminar las vias del hombre en su peregrinacion á la eternidad.

Dios en todos los tiempos ha venido en auxilio de las necesidades de la razon enferma, dándola un magisterio estrínseco que infaliblemente la guiase. Al principio Dios mismo era el Maestro del hombre, hablándole por su propia boca; despues, en la antigua Alianza, le habló de muchas y diferentes maneras por medio de sus Profetas; y, finalmente, novissime diebus istis mandó á su propio Hijo para que fuese su Maestro. Jesucristo llenó la revelacion divina, y con órden sapientísimo proveyó á la propagacion y conservacion incorrupta de la misma fe entre los hombres hasta el fin de los siglos. ¿Cuál es este órden? ¿Por qué medio llega el hombre á la posesion segura de la verdadera y saludable doctrina de Cristo? Esta es precisamente la gran lucha que existe entre el protestante y el católico. El protestante dice: <Por medio del estudio de la sagrada Escritura.» El católico dice: «Por medio del magisterio de la Iglesia y de la gracia interior.» ¿Quién tiene razon? Mons. Ketteler entra á probar el gran principio de la regla de fe entré los católicos: primero, con la Escritura misma; segundo, con la autoridad de la Iglesia; tercero, con la simple razon; y por último, con la esperiencia misma de los tres últimos siglos; esto es, con las infinitas variaciones y cismas que desde el principio dividen á los protestantes, demuestra con evidencia invencible que el gran medio establecido por Cristo no es ya la Biblia, como

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