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fijadas y publicadas obliguen á todos y cada uno de aquellos á quienes conciernen, como si personal y nominalmente hubieran sido intimadas á cada uno.

Dado en Roma, junto á San Pedro, bajo el anillo del Pescador, el dia 20 de octubre del año 1870. De nuestro pontificado año vigésimo quinto.-N. Card Paracciani Clarelli.

CIRCULAR DEL GOBIERNO ITALIANO CON MOTIVO DE LAS LETRAS APOSTÓLICAS DE SUSPENSION DEL CONCILIO.

El gobierno italiano, cuya iniquidad y malas artes no pueden calificarse, acaba de cometer una nueva maldad, de que no hay ejemplo en la historia de los mayores desacatos.

Á las Letras Apostólicas por las que Su Santidad suspende el Concilio, fundándose en la falta de libertad, contesta un ministro del llamado reino de Italia con el siguiente mentis oficial:

«Circular.- Florencia 22 de octubre de 1870.Habrá V. sabido por el telégrafo que las sesiones del Concilio han sido indefinidamente suspendidas. La Bula apostólica por la cual se ha dado á la cristiandad conocimiento de esta determinacion de Su Santidad, alega como razon de la suspension la falta de libertad que habria tenido que sufrir el Concilio, á causa del nuevo ór-' den de cosas establecido en Roma.

>>Respetando en sí misma la decision del Santo Padre, es de mi deber declarar que nada justifica los temores espresados en la Bula pontificia. Es notorio y evidente que el Santo Padre tiene perfecta libertad de re

unir el Concilio en San Pedro, ó en cualquier otra Basílica ó iglesia de Roma ó de Italia que á Su Santidad le plazca elegir. Tenemos sobrado respeto á los dignatarios de la Iglesia que componen el Concilio para creer que consideraciones políticas puedan tener influencia alguna en sus determinaciones. No admitimos, pues, la posibilidad de ejercer influencia sobre tan augusta Asamblea, y creemos que seria hacer poca justicia al valor y á la dignidad de sus individuos el suponer que un poder político pudiese amenguar su libertad.

>>Recibid la seguridad de mi distinguida consideracion.- Visconti Venosta.»

¿Qué hará el mundo, qué harán los gobiernos que se llaman católicos, y cuyos representantes son testigos oculares de las violencias que en Roma se cometen, y de la falta de seguridad de toda persona eclesiástica, y de la tiranía que se ejerce sobre el Papa?

¿Qué harán al ver que se desmienten hechos que ellos mismos están presenciando y sufriendo, con menoscabo de la dignidad de los paises à quienes representan?

¿Qué hará el mundo católico á vista de tan inaudita desvergüenza, saturada con la mas vil y refinada de las hipocresías?

¿Reclamarán contra tan escandalosa conducta de los modernos judíos?

No lo sabemos; pero sí sabemos lo que por nuestra parte debemos hacer: rechazar con execracion la circular del ministro italiano, y protestar ante Dios y ante los hombres, no solo contra el sacrilegio del que osa desmentir al Vicario de Jesucristo, sino contra la apatía, contra la indiferencia de los pueblos, de las naciones, de los gobiernos y de los monarcas que lo consienten.

Dios da á cada nacion y á cada siglo los gobiernos que merecen.

Pasarán los cielos y la tierra, pero no pasará la palabra de Dios. La Iglesia puede ser combatida, pero no vencida; y acaso no esté lejos el dia en que, como hemos visto caer á Napoleon, veamos caer á otros que pusieron sus manos en la Iglesia. Estúdiese la historia de todos los monarcas destronados, y en su caida verá el filósofo cristiano la mano de un Dios justiciero.

Nadie atentó impunemente contra la Piedra en que Dios tiene puesta su mano.

Aumentemos nuestra fe, escitemos nuestro entusiasmo, ejercitémonos en buenas obras, y oremos para que Dios sostenga al Mártir del siglo, al gran Pio IX, para que ponga término á los males que afligen á la Iglesia, para que Roma se vea libre de los tiranos que la oprimen, para que sean restituidos á la Santa Sede su libertad y los dominios que se le han robado, para que pronto vuelva á reunirse el Concilio del Vaticano, para que los pueblos vean en el Papa-Rey la única salvacion de la sociedad, para que sean confundidos y aniquilados por el omnipotente brazo de la Justicia divina los obstinados enemigos de la Iglesia.

APÉNDICE á la pág. 636.

Por descuido se dejó de insertar en su lugar correspondiente la siguiente:

(Traduccion del Postulatum )

Nadie ignora que el bienaventurado José fue escogido por una providencia especialísima de Dios entre los demas hombres para ser esposo de la Vírgen-Madre

de Dios y el padre del Verbo encarnado, no por la generacion, sino por la caridad, por la adopcion y por el derecho de matrimonio. Así, no solamente leemos que se llamó el padre del Cristo en muchos pasajes de los Santos Evangelios, y por la misma bienaventurada Virgen, sino que tambien nuestro mismo Señor Jesucristo se dignó, durante los dias de su vida mortal, estarle él mismo sometido como á su padre.

Los Obispos que suscriben, considerando atentamente estas cosas, y sabiendo perfectamente al mismo tiempo que desde inmemorial existe en todo el universo un ardiente deseo de ver acrecentarse, en cuanto sea justo, el culto público de San José, piden con apremiantes súplicas al santísimo Concilio ecuménico, y animados por votos tan numerosos y vivos, use de su autoridad para decretar: 1.° Que el bienaventurado José, habiendo sido en su cualidad de Padre del Cristo colocado tanto mas por sobre todas las criaturas, cuanto ha recibido en herencia un nombre mas diferente que el de estas, la Congregacion de Sagrados Ritos le acuerda desde en adelante, en toda iglesia catòlica y en toda liturgia sagrada, un culto de dulia superior al de todos los otros Santos, despues de la bienaventurada Madre de Dios; 2.o, que el mismo San José, á quien fue confiada en otro tiempo la guarda de la Santa Familia, sea declarado, despues de la bienaventurada Vír"gen, el primer Patron de la Iglesia universal.

APÉNDICE A LAS ADHESIONES DE LOS SEÑORES OBISPOS AL DOGMA DE LA INFALIBILIDAD.

Ademas de los Prelados que se han sometido á la

definicion dogmática de la infalibilidad, y de que damos cuenta en la pág. 410 de este tomo rv, lo han hecho posteriormente, segun L'Unità Cattolica de Turin:

El Arzobispo de Milan.

El Arzobispo de Cincinnati (1).

(1) Chronique réligieuse de 21 de octubre de 1870, pág. 312.

FIN DEL TOMO CUARTO.

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