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por esta parte se hace insuperable, por la frialdad de tres rígidos ramos de cordillera, que desde el valle de Jauja se han de atravesar. Especialmente la hacian intransitable las muchas ciénegas que ocupan su distrito, siendo preciso andarse á pié ( porque entonces se juzgaba imposible el poder hacer camino para caballerías) cargando en hombros la provision y ornamentos; y como en las heladas ciénegas se enterraban hasta las rodillas, de tal suerte espantaba á los que presumian transitar, que nunca se presumió que hubiera quien se atreviera á penetrar aquellas Punas sin quedar imposibilitado de volver.

Instado del deseo de la salvacion de aquellas almas el dicho padre cura de Comas, comunicó el negocio con el reverendo padre presidente de Quimirí, pidiéndole que enviase para dicha empresa algun ministro evangélico de fervoroso espíritu, ofreciéndose dicho padre cura á asistirle con cuantos auxilios le permitiese la doctrina, y que solicitaria todos los medios posibles para que no faltase cosa alguna al socorro de los seráficos operarios; asi lo cumplió con gran puntualidad asistiendo personalmente á la composicion de los caminos y conduccion de lo necesario para las entradas, esponiéndose á perder la vida en los muchos precipicios de aquella cordillera.

Para esta primera entrada fue electo el venerable padre prior fray Manuel de Biedma, varon apostólico, y antiguo conversor de los Panataguas; el cual cuando estuvo entre los Callisecas habia aprendido algunos vocablos de la lengua Ande, y ahora se ofreció á esta espedicion ansioso de ganar á costa de fatigas muchas almas para Dios.

Habiéndose dispuesto ( por la solicitud del reverendo padre cura de Comas) todo lo necesario, asi de

bastimento como de herramientas y gente para la conduccion, salieron de Comas todos á pié el venerable padre Biedma con un religioso lego, llamado fray Juan de Ojeda, y dos hermanos donados el dia 11 de mayo del año de 1673, acompañados del padre cura y de muchos indios de Comas y Andamarca, hasta cuyo pueblo los acompañó el padre cura. Caminaron ocho dias con indecibles trabajos de las ciénegas, nieves, Iluvias y precipicios, sin mas sustento que un poco de queso y algun maiz tostado. Despues de ocho dias de tan penoso camino, llegaron á la tierra ó montaña de los infieles, donde fueron recibidos con estrañas demostraciones de júbilo y benevolencia; especialmente del curaca ó cacique llamado Tonté (que despues de bautizado se llamó don Diego) quien regaló á los huéspedes con abundancia de frutas y de lo que produce aquel pais. El dia 18 de mayo llegaron á las rancherías del curaca Tonté, y habiendo cantado el Te Deum laudamus, adoraron todos á Jesus crucificado en una imágen que llevaba el venerable padre Biedma; y habiéndo colocado una grande y hermosa cruz en una plazuela, se tomó posesion de aquella tierra en nombre del rey y de la seráfica religion.

El dia 20 que era sábado y vigilia de Pentecostés, previno el venerable padre al cacique Tonté, que era preciso le hiciesen una capilla para celebrar el dia siguiente el sacrosanto sacrificio. Apenas conocieron la voluntad del siervo de Dios, cuando á porfía se dieron tal prisa en ejecutarla, que aquel mismo dia por la tarde tuvieron acabada una iglesia, que parecia obra de muchos meses. Aquella noche se estrenó con la salve y rosario á nuestra Señora, y el dia siguiente se cantó la Misa del Espíritu Santo, y esta fue la primera que se celebró en aquellas montañas. El siervo de Dios puso

por nombre á aquella primera iglesia y pueblo Santa Cruz. Durante la semana de Pentecostés recibia el venerable padre Biedma muchas embajadas de las naciones de aquellos contornos, que todas dieron la obediencia al rey nuestro señor, y se alegraban de tener en sus tierras ministros que les enseñasen la ley de Dios. El padre les regalaba algunas cosillas y cuchillos, que ellos apreciaban mucho, no perdiendo ocasion de predicarles el santo evangelio en lengua general, y algo que sabia de la lengua Ande, en cuyas pláticas aprovechó tanto el curaca Tonté, que pudo despues ser coadjutor del padre en la conversion de sus gentes.

Mucho sentia el comun enemigo verse despojado del imperio que tiránicamente habia poseido tantos años, y para estorbar el fruto de la divina palabra, instigó á las naciones del oriente, las cuales por tres veces enviaron embajada al cacique Tonté, con crueles amenazas para que echase de sus tierras á los Viracochas; y últimamente enviaron cuarenta indios fieros, robustos, pintados y armados mandando al curaca Tonté que matase á aquellos padres. El curaca defendia á sus buéspedes, dando razon de la causa de su venida con eficaces palabras. Duró la disputa toda una noche, y hubiera pasado á guerra formal, si Dios no les hubiera mudado á aquellos bárbaros los corazones; pero el venerable padre despues de haber encomendado á la divina Majestad en el santo sacrificio el remedio de aquella necesidad, salió á ellos, y les dijo cuatro palabras dictadas por el Espíritu del Señor, con las cuales desarmó su fiereza y enojo. Echáronse aquellos bárbaros á los piés del siervo de Dios, y le pidieron perdon, suplicándole que no se fuese, que el año siguiente vendrian por él para que les enseñase á conocer al

verdadero Dios. Abrazólos el venerable padre, y los regaló con algunas cositas que se habian traido para este efecto, y se volvieron muy contentos. De allí á pocos dias vinieron á dar la obediencia otras muchas naciones de la parte oriental.

Nota que aunque los indios que viven en estas inmediaciones tienen el nombre genérico de Campas, se distinguen por otros nombres tomados ó del paraje donde moran, ó de la propiedad de sus castas ó de sus parcialidades. Los que viven junto á la falda de la Cordillera, se llaman Andes. Los que primero vinieron á dar la obediencia, fueron los Pangoas, los Menearos, los Anapatis y los Pilcosumis. Despues vinieron los Satipos, los Capiris, los Cobaros y los Pisiataris. Despues que se apaciguaron los fieros embajadores, vinieron los Cuyentimaris, los Sangirenis, los Zagorenis, los Quintimirís y otros.

El venerable padre Biedma salió despues de algunos dias á visitar á las naciones circunvecinas, que por sus embajadores ya habian dado la obediencia, y aunque en dicha jornada padeció grandes trabajos, fue grande el gozo espiritual que tuvo, viendo la buena sazon en que se hallaba la copiosa mies que Dios le habia deparado. Y despues de haber dado á la divina Majestad las debidas gracias, determinó dar parte del estado de aquella conversion al reverendo padre presidente de Quimirí, pidiéndole operarios para que le ayudasen al cultivo de aquella viña del Señor.

CAPITULO V.

Entra el padre prior fray Francisco Izquierdo al pueblo de Santa-Cruz.

Aunque el venerable padre fray Manuel de Biedma conocia la grande falta que tenia de compañeros para dar pasto espiritual á aquellas almas, congojábale los trabajos que indispensablemente habian de padecer entrando por las Punas de Andamarca. Y consultando estas aflicciones con el curaca Tonté, le preguntó si se podia ir á Quimirí por la montaña sin salir á la Sierra. Respondió que bien se podia aunque con grande trabajo. Con esta noticia determinó de enviar á su compañero fray Juan de Ojeda á Quimirí, á participar el estado de aquella conversion, y lo que necesitaba para perfeccionarla.

Fué el dicho religioso acompañado de algunos indios de confianza que buscó el curaca Tonté, por dentro de la montaña al Cerro de la Sal, y desde allí á Quimirí con la buena noticia que llevaba. Fue recibido del reverendo padre presidente y demas religiosos con alegría espiritual, y habiendo conferido entre todos la materia, el dicho reverendo padre presidente remitió

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