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estar sin mas asistencia que dejarles un poco de chicha y algun plátano asado. En la epidemia que por este tiempo sucedió en Santa Cruz, fue tal el temor de los indios, que de mas de trescientas almas que habia en el pueblo, solamente quedó un indio que asistiese á los padres, pues hasta el curaca ó cacique Tonté se retiró al monte con toda su familia.

No es fácil dar á conocer lo mucho que trabajaron nuestros religiosos en esta epidemia, pues continuamente andaban por aquellos bosques buscando adonde habia enfermos para catequizarlos, asistirlos y últimamente auxiliarlos con los santos sacramentos. Muchas veces era forzoso andar tres ó cuatro leguas para asistir á algun enfermo en aquellos montes; de suerte que aunque hubieran sido muchos los operarios evangélicos, habia bien que trabajar para todos. Ocasion hubo en que avisaron á los religiosos, que un indio infiel se hallaba arrojado en el monte distante tres leguas del pueblo, por haberse quebrado una pierna; y como los indios huyen de los enfermos, fueron por él los religiosos, y penetrando la intrincada maleza, le cargaron sobre sus hombros en unas andas ó barbacoa, pasando arroyos con el agua á la cintura, y á veces mas arriba. Tardaron en llegar al pueblo con el enfermo tres dias, llegando los religiosos tan estenuados y necesitados como el doliente, porque como salieron repentinamente impelidos de la caridad, no se cuidaron de llevar provision de comida, discurriendo que aquel mismo dia podrian estar de vuelta. Muchos prodigios sucedieron en esta conversion por este tiempo, que manifiestan cuán del agrado de Dios era aquella su nueva viña. De ellos hablaré en el capítulo siguiente.

El dia de la Purísima Concepcion de la vírgen María nuestra Señora hicieron los religiosos procesion de

rogativa, pidiendo á Dios nuestro Señor por intercesion de su Madre purísima fuese servido de mandar cesar la tempestad de la epidemia, y su divina clemencia quiso darse por obligado de las súplicas de sus siervos; pues con los exorcismos que trae el Breviario, cesó la pestilencia, purificándose el aire, con lo cual en breve tiempo se restituyeron los indios al pueblo. Los religiosos atendieron con vigilancia en reparar las quiebras que habia padecido aquel rebaño del Señor, al cual andaba acechando el lobo infernal, pues durante la epidemia varias veces vieron á un indio viejo, que nadie conocia (seria el demonio en su forma) el cual andaba por aquellos montes, diciendo á los indios, que aquellos padres traian las enfermedades, que sin duda moririan todos los que siguiesen su doctrina, que los despidesen ó los matasen, y se volviesen á su a ntigua libertad.

Con la duracion del invierno se esperimentó la mala situacion que tenia el pueblo, por estar colocado en una hoyada, cercada de cerros que impedian la ventilacion, y con las continuas lluvias estaba aquel suelo cenagoso, por cuyo motivo y por la pasada epidemia rehusaban los indios juntarse á él, y tambien los forasteros no se atrevian á llegar de miedo de caer enfermos. Resolvióse mudar el pueblo á otro paraje mas sano, en cuya busca hizo estraordinarias diligencias el curaca Tonté. Hallóse como lo deseaban en una loma de Pajonal, capaz, despejada y enjuta por su altura, libre de sabandijas ponzoñosas, y ventilada con los aires de la sierra, que con su frescura templan los calores de la montaña. Pasaba por junto á ella el rio de Mazamarique, copioso de buena agua y algun pescado. Trabajóse con tanta actividad en la fábrica del pueblo nuevo, que en menos de tres meses estaba hecha

la glesia, casa capaz para los religiosos, y casas para todas las familias. Asistia siempre á las fábricas el curaca Tonté con sola su gente, sin permitir que trabajasen los forasteros porque no se entibiasen sus fer

vores.

CAPITULO VII.

De algunos prodigios que sucedieron en la conversion de
Santa Cruz.

Al solícito cultivo de tan celosos operarios del santo Evangelio concurrió la divina piedad, dándoles el consuelo de lograr opimos frutos con maravillosas circunstancias. Poco menos de tres meses habia que estaban nuestros religiosos en aquella montaña, y ocupados en aprender el idioma Campa, ó del pais, cuando una siesta desde su morada oyeron un grande alboroto en el pueblo así de hombres como de mugeres; y averiguado el moti⚫vo, supieron que era por el sentimiento de una criatura muerta, á la cual ya habian arrojado al monte. Lastimado del caso el venerable padre Izquierdo ( que era semanero) soltando de la mano la pluma, se levantó presuroso diciendo: « vagan, tráiganla, que quizá no estará muerta,» y prestándole alas su fervor, llegó el primero al paraje donde la criatura yacia arrojada. Seguíanle los demas religiosos, prevenidos de un jarro de agua, por si acaso podia alcanzar el santo bautismo. Cogió el siervo de Dios en sus brazos la criatura, y

suspirando levantó al cielo sus ojos, como pidiendo al Señor el alma de aquel cuerpo, para volvérsela mejorada. A este tiempo llegaron los demas compañeros, y vieron que la criatura abrió sus ojos, y parecia que meneando los labios pedia el remedio de su alma. Los religiosos daban prisa para que desde luego se bautizase; pero el venerable padre Biedma como prelado mandó que se llevase á la iglesia para hacer el bautismo con solemnidad, para que entre aquellos indios consiguiese las veneraciones posibles. Fue tal el gozo que recibieron todos, que acudiendo á la iglesia, casi todos pedian de rodillas el santo bautismo. Y respondiéndoles el padre que era necesario antes saber la doctrina cristiana, algunos que ya la sabian, respondian « ya yo sé, bautizame á mi. » Fue preciso advertirles que era menester saber otras oraciones y obligaciones para poder ser cristianos. Confirióse el bautismo este dia (que era víspera de la Natividad de nuestra Señora) á un adulto que de un accidente repentino se estaba muriendo, y con ansias pedia ser cristiano, y aquel mismo dia entregó su alma á Dios. Este indio se habia manifestado muy afecto á los religiosos, y todos los dias les traia de lo que por su industria alcanzaba de caza ó pesca, y el Señor le premió su caridad, siendo la primicia de esta conversion, porque la niña vivió cinco meses. Procedian los padres con cautela en no conferir el bautismo fácilmente, haciendo que los indios lo deseasen mucho, para que hiciesen el aprecio debido de la dignidad de ser cristianos.

Sucedió despues la epidemia que dejo referida, en la cual acontecieron varios prodigios. Referiré algunos, para que no se queden en olvido. Sea el primero de un muchacho de diez á doce años, tan inclinado á lo bueno, que era de los primeros que acudian á la doctrina:

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