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CAPITULO XXV.

Castigo de algunos de los matadores, y progresos de las conversiones.

Así como la sombra sigue al cuerpo que la causa, así la pena sigue á la culpa. Muy alegres salieron Ignacio Torote y sus aliados con la presa que sacrílegamente hicieron en Sonomoro; pero llevando en sus corazones el verdugo de su mala conciencia, que aunque quisiesen acallar sus avisos, no podian estorbar sus remordimientos.

Llegaron á Lima las noticias lastimosas del atentado cometido con los malvados apóstatas de Catalipango, las que llevó el reverendo padre cura de Comas fray Cayetano Rodriguez, juntamente con las flechas que habia sacado de los cadáveres de los venerables padres, y con su vista inflamó á los prelados superiores, al señor virey y señores del superior gobierno, para que se atendiese á la conservacion de las conversiones, y se castigase á los agresores de semejante maldad. Nombráronse gobernadores de las fronteras de Tarma y de Jauja, para que estos amparasen las conversiones, y entrasen á castigar á los indios apóstatas. Para

la frontera de Tarma fue nombrado gobernador don Pedro Milla y Campoy; y para la de Jauja don Benito Troncoso Lira y Sotomayor, ambos de noble linaje y de conocido valor. El señor virey dió cuatro mil pesos de las reales cajas para la espedicion, y con algunas limosnas que se recogieron en las provincias de Lima, Tarma, Jauja y Guamanga por los padres fray Lorenzo Nuñez, fray Cayetano Rodriguez, fray José de San Antonio, y fray Francisco Suarez, se dispusieron las cosas necesarias para la entrada, víveres, municiones, armas y soldados. Pero por mas que el activo celo de los padres misioneros trabajaba con diligencia grande, no se pudo juntar lo necesario hasta mediados de octubre, siete meses despues de haber sucedido las muertes.

Con este intermedio de tiempo el malvado Ignacio Torote y parte de sus cómplices, no juzgándose seguros en sus tierras, se ampararon de los indios Simirinches, y algunos bajaron á los Conibos, cuyo curaca Siabar sintió tanto la maldad que los apóstatas habian ejecutado (por haber cobrado grande afecto al venerable padre fray Alonso del Espíritu Santo) que mandó matar á un indio mancebo cristiano, que andaba entre los Conibos diciendo mal de los religiosos, y mandó prender á Fernando Provoste, primos hermanos de Ignacio Torote, y compañeros en sus maldades; y con la cabeza del que habia mandado matar en su tierra los remitió con buena escolta al curaca del pueblo de Metraro don Mateo de Assia, para que les diesen el castigo que merecian. Estos reos llegaron al pueblo de Metraro á tiempo que ya habia llegado á él con su tropa el gobernador don Pedro de Milla.

Los neófitos de Sonomoro como inocentes en las maldades de los parciales de Torote, anduvieron muy

solícitos para apresar á los malhechores; pero como estos andaban muy sobre sí, y no se fiaban ni de sus parientes, no pudieron en mucho tiempo conseguir su deseo. Finalmente el curaca de Sonomoro, don Bartolome Quintimari, y su alcalde Manuel Sumonte el mes de octubre apresaron á Francisco Miquisigua, y á Asensio Casanto, cómplices de las maldades de Torote en las muertes ejecutadas en Sonomoro y Catalipango.

Salió de este hospicio de Ocopa el gobernador don Benito Troncoso con la gente de armas que pudo juntar en el valle de Jauja, que por todo fueron veinte y un soldados, un capitan y dos tenientes el dia 23 del mes de octubre del mismo año de 1737, y caminaron para Comas, llevando en su compañia á los padres misioneros fray José de San Antonio, fray Pedro Camacho y fray Ignacio Tejo, y al bermano fray Fernando de Jesus, y dos hermanos donados. Llegaron á Comas el dia 26, y el dia 30 llegaron á Andamarca, donde el gobernador alistó para la espedicion noventa y cinco soldados de los tres pueblos Comas, Andamarca y Acobamba, que con los veinte y uno del valle de Jauja, componian ciento diez y seis soldados, y con los religiosos, donados y familia del gobernador, llegaban á ciento treinta.

En Andamarca recibió el gobernador cartas de Sonomoro del curaca Quintimarí y del hermano donado Juan de Jesus, quienes pedian algunas gentes de armas para asegurar á los dos reos presos, porque temian que los parciales de Ignacio Torote intentasen libertarlos de la cárcel poco segura. Despachó luego el gobernador al teniente don Francisco Bastarrechea, y á su ayudante don Juan Flores de la Peña con veinte soldados, y en su compañía fué el padre presidente fray José de San Antonio. Salieron de Andamarca el dia 2 de noviembre, y llegaron á Sonomoro con felicidad el dia 6

de dicho mes, y lo demas de la tropa con el gobernador llegaron el dia 11.

Habiendo llegado el gobernador con su gente á Sonomoro, se procedió á sustanciar la causa de los dos presos, segun la órden del derecho, y resultando de los autos que los mas de los vecinos de Catalipango estaban culpados en las maldades de su curaca Ignacio Torote, partió el gobernador para dicho pueblo con sesenta hombres de armas y sus oficiales correspondientes el dia 18 de noviembre, y tardaron en el camino cinco dias, por haber sido preciso andarle á pié. Acompañaron á los militares el padre fray José de San Antonio, y el padre fray Pedro Camacho, quedando en Sonomoro el padre fray Ignacio Tejo con la demas tropa, para decirles misa y administrarles el pasto espiritual. Hallaron el pueblo de Catalipango sin gente alguna, quemadas todas las casas y la iglesia, porque sus moradores se habian ido al monte. Fue preciso hacer una grande ramada para alojamiento de la tropa, y otra para el gobernador y religiosos. Luego el gobernador despachó dos oficiales con veinte soldados al pueblo de Jesus María, los cuales con la industria del negro Antonio Gatica apresaron treinta y seis personas de todas edades y sexos, y las condujeron á Catalipango, por ser todos de la familia del infame Ignacio Torote. Tuviéronse en buena custodia mientras se descansaba algunos dias; y á últimos de noviembre partieron todos con los prisioneros para Sonomoro, donde llegaron el dia 2 de diciembre.

Entre los prisioneros que se trajeron del pueblo de Jesus María, fue uno Miguel Provoste, tio de Ignacio Torote. A este se le formó causa; y aunque no resultó cómplice de las maldades de su sobrino, fue convicto y confesó ser cómplice de las muertes que su hermano

don Fernando Torote habia ejecutado en el venerable padre fray Fernando de San José y sus compañeros el año de 1724, y que él mismo por su mano habia quitado la vida al hermano fray Lucas de Jesus; y que todo habia sido por mandato y trazas del dicho don Fernando Torote.

En todas las confesiones y declaraciones que se tomaron á los reos, así á los de Sonomoro, como á los que se hallaban en Metraro, fueron contestes en declarar, que el motivo que habia tenido Ignacio Torote para quitar la vida á los religiosos y á sus familiares era, porque les amonestaban continuamente á vivir como buenos cristianos, porque les mandaban asistir á la doctrina, y estar de rodillas en la iglesia durante la misa; y finalmente, porque les prohibian estar casados con muchas mugeres, y tambien por hurtar las herramientas que estaban en el convento. Todos los declarantes, así los reos como los testigos, afirmaron que Ignacio Torote era tan mal cristiano, que decia á sus confidentes que no habia para qué creer lo que los padres les predicaban, que todo era mentira, etc.

Sustanciada la causa y proceso de los tres reos que estaban en Sonomoro, fueron condenados á pena capital, á ser baleados, y sus cabezas y manos puestas en los principales caminos en unos palos altos. Lo mismo se determinó con los que estaban en Metraro; se ejecutó el dia 12 de diciembre, y los auxiliaron los padres fray Pedro Camacho y fray Ignacio Tejo. La de los reos que estaban en Metraro se ejecutó el dia 23 de diciembre, y los auxiliaron los padres fray José de San Antonio, presidente de Ocopa, fray Pedro Pont, fray Simon Jara y fray Domingo García.

Despues de ejecutado el castigo de los delincuentes, se atendió á la fábrica de un castillo en Sonomoro, para

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