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resguardo y seguridad de los padres conversores y de sus neófitos. Hízose de fuertes maderos de los muchos que produce la montaña, y de tablazon. Su figura cuadrada, de cuarenta varas por cada lado. Armóse con cuatro pedreros, y se quedó de guarnicion un alférez con catorce soldados, con los pertrechos y municiones necesarias.

Mientras se trabajaba en la fábrica del Castillo, el hermano fray Fernando de Jesus fué á visitar á los Chichirenes, quienes se habian reducido el año antecedente, y habian formado su pueblo de Santa Bárbara de Parica, veinte leguas distante de Sonomoro al sur. Hallólos muy pacíficos, y los alentó para que hiciesen sus chacaras y casas, prometiéndoles que luego vendria padre sacerdote para doctrinarlos. Deseaba dicho religioso emprender por aquella parte nuevo camino para salir á la sierra, porque desde allí parecia mas transitable, y si lo hallase mas tolerable que el de Andamarca, hacer por allí las entradas; pero lo adelantado del invierno le embarazó sus designios, y se volvió á Sonomoro, donde llegó el dia 26 de diciembre con algunos indios fugitivos, que sacó de los montes, donde se habian retirado huyendo del tumulto de las entradas y de las turbulencias de la montaña.

Cuando el gobernador don Benito Troncoso estaba con su gente en Catalipango, el curaca de los Conibos Siabar (que habia remitido los tres delincuentes al curaca de Metraro) le envió á cumplimentar con un criado suyo llamado Manga, ofreciéndose al servicio del rey nuestro señor y de los padres. El gobernador despues de haberle dado las gracias por la prision de los malhechores y por la oferta, le envió algunas hachas, machetes y cuchillos, un vestido militar y un baston, nombrándole de parte del rey general de todas las na

ciones del rio Paro. Agradecido Siabar del obsequio, subió en sus canoas hasta Jesus María, para ver al gobernador y á los padres, y no hallando en dicho pueblo á los Españoles, envió desde allí á Sonomoro á un cuñado suyo, con otros tres Conibos, con órden de decir al gobernador que deseaba verle para tratar de propósito de la prision de Ignacio Torote y otras cosas, y que de no poder conseguir el verle, le enviase para su consuelo á uno de los padres. Tratóse á los Conibos con grande urbanidad, y se les regaló un cuchillo á cada uno, y al cuñado de Siabar una hacha y un machete.

Como el gobernador se hallaba fatigado de las caminatas, y le instaba el salir á la sierra, se escusó de ir á Jesus María. Los padres Camacho y Tejo tambien se escusaron de la jornada; y se determinó á hacerlo el hermano fray Fernando de Jesus, el cual salió de Sonomoro acompañado de los Conibos, de un hermano donado intérprete, y del curaca de Sonomoro don Bartolomé Quintimari, el dia 12 de enero del año de 1738. Llevaba por instruccion lo que habia de decir á Siabar de parte del gobernador y de parte de los padres, que se reducia de parte del gobernador á darle las gracias de su buen celo, ofrecerle su amistad, y que persiguiese á Torote y sus parciales para castigar sus maldades. Que esperaba verle el verano próximo; que dispusiese su gente, para que recibiesen la fé de Jesucristo, para que todos fuesen vasallos del gran rey de las Españas. De parte de los padres darle las gracias de lo que habia manifestado en amor de los padres difuntos; ofrecerles las herramientas que necesitase, y que el verano próximo iria un padre á su tierra para enseñarles la ley de Dios, y hacerlos cristianos.

Llegó el hermano fray Fernando de Jesus con los de

su comitiva á Jesus María el dia 15 de enero, y Siabar le recibió con gran benevolencia, y despues de haberle besado el hábito, se sentó en una silleta, y los demas Conibos se sentaron en el suelo. Refirió el religioso su embajada, á la cual Siabar con despejo respondió: « Que en cuanto á la prision de los tres reos que habia remitido, era obligacion suya el ejecutarlo así, porque habian muerto á su grande amigo el padre fray Alonso del Espíritu Santo, á quien amaba de corazon, por haber estado en su tierra el año antecedente, y haberle instruido en la ley de Dios. Que su ánimo era ser cristiano como lo fue su padre, que se llamaba don Felipe Cayampay, á quien mataron los Simirinches en la guerra que les movió para vengar la muerte que habian dado al padre Biedma y sus compañeros. Que supuesta la amistad con el señor gobernador, se sujetaba él y su gente á reconocer por su soberano al que lo era de los viracochas. Y que por lo tocante de prender á Ignacio Torote, empeñaba su palabra de sacarle de los Simirinches, aunque fuese moviéndoles guerra, y de traerlo con sus cómplices vivos ó muertos á Sonomoro. » A los padres respondió: «que agradecia mucho su buena voluntad, y que en cuanto a enviar padre á su tierra, seria de su mayor contento, porque deseaba ser cristiano, y que los suyos lo fuesen ; pero que llevase pocos viracochas y ningun negro, para que su gente no se alborotase. >>

Habiendo descansado aquella noche, pasaron el dia siguiente en varias pláticas y regocijos; y el dia 17 de enero á las nueve del dia se despidieron amigablemente con recíprocos abrazos, y los Conibos se embarcaron en sus canoas, diciendo: adios, amico; adios amico. El religioso con sus compañeros se volvió á Sonomoro, adonde llegó el dia 20, y refirió todo lo suce

dido. El dia 22 de enero salió el gobernador con su comitiva para el valle de Jauja; dejando en el castillo de Santiago la defensa necesaria á cargo del teniente don Juan de Flores, y para el pasto espiritual de aquella conversion, los padres fray Pedro Camacho y fray Ignacio Tejo.

A mediados del año de 1737 habia llegado parte de la mision que concedió el católico monarca don Felipe V á últimos del año de 1734. De esta mision eran los padres fray Ignacio Tejo, fray Domingo García y fray An tonio Rodriguez. Toda la mision se componia de veinte sacerdotes y algunos legos, y acabaron de llegar á Ocopa el mes de agosto del año de 1738, habiendo salido de Cádiz el dia 7 de febrero del año de 1737. Con este espiritual refuerzo se atendió al reparo de las conversiones, particularmente de los pueblos de Catalipango, de Jesus María y los del Pajonal. A este fin el gobernador de la frontera don Benito Troncoso con algunos fronterizos, hizo entrada á las converiones el verano del año de 1739. Acompañáronle los padres fray Lorenzo Nuñez, comisario de misiones, fray Domingo García, fray Francisco Simon Gazo y fray José Cabanes. Llegaron al pueblo de Jesus Maria al tiempo que habia llegado á dicho puerto el curaca de los Conibos Siabar con muchos de los suyos. Renováronse las amistades, y por lo tocante á la prision de Ignacio Torote y sus aliados, dió las escusas de que estaban retirados muy adentro en las naciones de los Comabos.

En conformidad de lo pactado, el padre comisario fray Lorenzo Nuñez despachó á los Conibos al padre fray José Cabanes, para que reconociese el estado de aquella nacion, y avisase de lo que le pareciese convenir. Fué en su compañía el teniente don Juan Flores, y un intérprete llamado Cristóval Parragues. El curaca

Siabar entregó su hijo mayor al padre comisario, para que lo sacase á la sierra á ver las ciudades de los viracochas. El padre comisario lo remitió al hospicio de Ocopa con la decencia posible, mientras su reverendísima paternidad iba con el gobernador á la visita de los pueblos del Pajonal, la cual finalizada y vuelto á Ocopa, bajó con el hijo de Siabar á Lima, y lo presentó al virey (que era el señor marqués de Villagarcía), y despues de haberle enseñado lo que bastaba para su instruccion, lo restituyó á su padre con muchos regalos y presentes; y desde Sonomoro hasta Jesus María lo acompañó el padre fray José Cabanes, quien habiendo estado cerca de un mes en el pueblo de los Conibos, no pudo hacer fruto en aquellos racionales troncos; antes estuvo á riesgo de perder la vida, así porque otros caciques de mas abajo, habiendo llegado al dicho pueblo pretendian que les diese herramientas, como á los Conibos de Siabar; el padre no tenia que darles, y ellos se hacian de lo valiente, y fue necesaria la autoridad de Siabar para contenerlos y sosegarlos; como porque habiendo sobrevenido una epidemia á los Conibos, dijeron estos que el padre les habia traido la enfermedad; por lo cual se vió precisado á volverse á Jesus María y á Sonanoro, donde se hallaba cuando el padre comisario de misiones le remitió al hijo de Siabar para que lo acompañase.

El dicho padre fray José Cabanes desde el puerto de Jesus María hasta el pueblo donde vivia Siabar, tardó tres dias escasos, y volvió en diez dias; y afirma en su diario que se puede bajar en dos dias y volver en ocho. De esto, y de lo que escribió el venerable padre fray Alonso del Espíritu Santo en el viaje que hizo á los Conibos el año de 1736, colijo por muy cierto, que Siabar pasó su pueblo ó su parcialidad al rio de Ca

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