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marinigua, donde el año de 1686 estuvo el padre fray Antonio Vital en el pueblo de San José. Infiérese, porque el venerable padre fray Manuel de Biedma desde el pueblo de San Miguel de los Conibos hasta el puerto de San Luis tardó veinte y cuatro dias, como dije en el capítulo XV, y desde San José á San Luis tardó catorce dias, aunque los Conibos se detuvieron á pelear contra los Pirros; y cotejando esta última distancia con lo que anduvo el padre fray José Cabanes, se hace evidente lo que espongo. Y no es de maravillar esta mudanza entre aquellos bárbaros; pues como en San Miguel vivian entonces tres curacas, pudieron suceder entre ellos algunas diferencias que ocasionasen la division; y que Siabar, como aficionado á los cristianos, se subiese con su gente á Camarinigua, pues sus habitantes eran tambien de nacion Conibos.

El mismo padre Cabanes advierte en su diario, que el rio Enne desde el puerto de San Luis ó de Jesus María corre al oriente como veinte leguas por entre cerros de monte, y por eso forma algunos malos pasos; y que despues saliendo á la Pampa, se esplaya notablemente, formando muchas islas de varias magnitudes, tomando su direccion al norte; y que despues que se le incorporan los rios Taraba (6 Apurimac) y el Paro, toma su corriente al noroeste. La falta de noticias geográficas y de astronomía que tenian los padres conversores, les hizo caer en muchos errores geográficos, poniendo unas distancias exorbitantes en los caminos de estas montañas, sin hacerse cargo de los rodeos que ocasionan los cerros, las subidas y bajadas, los desvíos de muchos arroyos, las revueltas de los rios y otros muchos accidentes, que ocasionan muchas veces que un dia no se adelanten dos leguas aunque se caminen mas de seis, como lo tengo esperimen

tado en los viajes que he ejecutado así en la sierra como en la montaña, en los cuales mediante la observacion de la altura del polo, y continua atencion de los rumbos con la aguja, corregia lo que la comun existimacion abultaba de distancias geográficas.

El padre fray José Cabanes, despues de haber entregado á los suyos al hijo de Siabar, se fué á los pueblos del Pajonal donde estaban los padres fray Pedro Dominguez, y fray Francisco Gazo. Otros sacerdotes y religiosos legos de la provincia estaban ejercitando el ministerio apostólico en los pueblos de las conversiones; pues consta de relacion escrita por el padre fray José de San Antonio, presidente de Ocopa, que este año de 1739 habia en las conversiones ocho sacerdotes de esta provincia, y siete de la mision de España. Todos se ocupaban en mantener y adelantar la conversion de los infieles.

El padre fray Lorenzo Nuñez, hallándose fatigado y molestado de varios achaques á principios del año de 1740, renunció la comisiatura y viceprefectura de misiones, y fue electo en su lugar para ambos ministerios el padre prior fray José Gil Muñoz.

El año de 1741 el padre fray Manuel Albarran, que se hallaba de cura en Guancabamba, hizo entrada á la montaña con los indios de su doctrina. Bajó por el rio Palcazo y el Ichazo al puerto de Mayro. Padeció bastantes trabajos por falta de víveres, porque en dejando el bastimento al cuidado de los indios, en los primeros dias comen sin reflexion, y despues les falta. Por fruto de sus fatigas recogió veinte y siete almas apóstatas, que vivian á su falsa libertad por aquellos montes; y habiéndolos despachado con sus feligreses á Guancabamba, el dicho padre salió á la sierra por la via de Puzuzu.

El año de 1742 los hermanos fray Fernando de Jesus y fray Juan de San Antonio, recorriendo los montes de Parica llegaron á la márgen del rio Enne, y se embarcaron con seis indios Chichirenes en dos balsas, y navegando rio abajo, en dos dias llegaron á la junta del rio Perene. En este tiempo se hallaba el rebelde en Quisopango.

CAPITULO XXVI.

Pérdida de las conversiones de Tarma por causa del intruso inca Juan Santos Atahualpa.

Aquellos políticos que para no adorar la providencia se desdeñan de doblarle la rodilla, suelen atribuir al acaso aun los efectos estupendos, siendo verdad infalible que Dios nuestro Señor dispone todas las cosas con la rectitud de su altísima sabiduría. Quien considerase la sustancia de lo que escribiré en este capítulo con ojos del mundo, solo hallará un acaso que ocasionó la pérdida de las conversiones de Tarma y Pajonal, y finalmente las de Sonomoro. Pero atendida con reflexion cristiana, verá un rasgo de la divina providencia, y un efecto de su rectísima justicia con que quiso castigar á los inconstantes indios Campas ó Andes por la ingratitud con que abusaron de las voces de sus ministros evangélicos, y al mismo tiempo desengañar á los Españoles de lo poco que pueden cuando ponen su confianza en sus propias fuerzas, y á los operarios evangélicos darles el consuelo de que fueron de su divino agrado sus fatigas, aunque la tierra ingrata no produjo

entre tantas malezas sino algunas flores, que antes que se marchitasen, trasladaba la mano poderosa al jardin de la gloria.

Hallábanse las seráficas conversiones de Tarma y Jauja el año de 1742 al parecer en un estado florido con muchos pueblos de neófitos, y bien fundadas esperanzas de que los Conibos y Simirinches admitiesen el suave yugo del evangelio; pero los mas de estos indios solo eran cristianos de nombre, y solamente se sujetaban por la golosina de las herramientas que les daban los padres, quienes muchas veces dejaban de comer por darles á ellos (maxime á los enfermos) el poco socorro de bizcochos, cecina, azúcar, etc., que les remitian del hospicio, con la esperanza de vencer con su paciencia y tolerancia la dureza de aquellos bárbaros corazones, y con el gozo de lograr las almas de muchos párvulos que morian habiendo logrado el santo bautismo.

Sucedió pues, por permision divina, que un indio del Cuzco, que sirviendo á un padre jesuita habia ido á España con su amo, y volvió al Perú mas ladino de lo que conviniera; en la provincia de Guamanga cometió un homicidio, y viéndose perseguido de la justicia, se metió en la montaña de los Andes. Andando errante por aquellos montes, el mes de mayo del año de 1742 encontró á don Mateo Santabangori, curaca de Quisopango. Este lo condujo á su pueblo, y en él se aclamó por verdadero inca descendiente de Atahualpa, degollado en Cajamarca por mandato de don Francisco Pizarro. Llámabase este indio Juan Santos, y se intituló Juan Santos Atahualpa Apo-Inca. Su estatura era mas que mediana, su color pálido amestizado; fornido de miembros, el pelo cortado al modo de los indios de Quito; la barba con algun bozo, y su vestido una cus

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