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discurria por entonces el siervo de Dios, que los venerables padres fray Matías de Illescas y sus compañeros estarian vivos, y con una copiosa conversion formada en aquellas vastas regiones. En una de las visitas que el venerable padre Biedma habia hecho á las naciones gentiles al oriente de Santa Cruz, habia subido á lo alto del ramo de Cordillera que se interpone entre los llanos de Sonomoro y la junta de los rios Enne y Perene, y los indios le dijeron que desde aquel paraje al oriente estaban las poderosas naciones vasallos del imperio del Enim, tan decantado.

Con estas noticias, deseoso el siervo de Dios de introducir la luz del santo Evangelio en aquellas vastas regiones, bajó á Lima, y habiendo comunicado con los prelados su celoso proyecto, hizo relacion al virey (que era el duque de la Palata) del estado de la conversion de los Campas, y de las noticias tan fundadas que tenia de las muchas naciones que estaban allí cerca, pidiéndole favoreciese la causa de Dios, facilitando su espiritual conquista.

El señor virey, en atencion al informe del venerable padre Biedma, mandó al corregidor de la provincia de Jauja don Francisco Delzo y Arbizu, que entrase á la montaña, y diese todo el favor posible á la consecucion de las ideas del padre presidente fray Manuel de Biedma. Por varios acontecimientos no se pudo ejecutar la entrada del corregidor á la montaña hasta el año de 1684, y entre tanto dispuso el venerable padre que se abriese camino desde san Buenaventura hasta la junta de los rios Enne y Perene; y solicitó limosnas para prevenirse de machetes, hachas, cuchillos, chaquiras, y otras cosas que son necesarias para agasajar á los indios. Entró á la montana el dicho corregidor con la comitiva correspondiente á su oficio, y en su compañía

el capitan don Francisco de la Fuente, síndico de las conversiones, y aquel año de 1684 no se pudo pasar del pueblo de San Buenaventura, porque con las continuas lluvias del invierno se habian maltratado los caminos, y fue forzoso detenerse mucho tiempo en su composicion.

Habiendo llegado el verano del año de 1685, volvieron á entrar á la montaña el corregidor y la demas comitiva; y se abrió camino de suerte que á mula se pudiese llegar al paraje del rio Perene, que llamaron Puerto de San Luis, tres leguas antes que este rio se junte con el rio Enne. Acompañaba la faena el venerable padre Biedma; y cuando llegaron á este paraje (que fue á principios de setiembre) llevado de su celoso fervor, quiso embarcarse para ir á convertir á las naciones que imaginaba tan bien dispuestas. No le permitieron este desahogo de sus ansias el corregidor ni el síndico; pero para su consuelo suplió el valor de tres personas que se ofrecieron á la empresa. Estas fue ron un donado, llamado Pedro Laureano, natural del puerto de Callao, insigne lenguaraz del idioma Campa y Mochovo, por haberlo aprendido con perfeccion en la conversion de Santa Cruz; un tercero Sevillano llamado Juan de Navarrete, y un vecino de Acobamba, natural de Galicia, llamado Juan Alvarez.

Estos tres valerosos soldados de Cristo, animados de las fervorosas exhortaciones del venerable padre Biedma y confiados en sus oraciones, se embarcaron en una balsa de ocho palos, con hábitos y capillas de religiosos, llevando algunas herramientas, y los víveres necesarios á su viaje. Y dejándose en manos de la divina providencia, se entregaron á las corrientes, y á los quince dias de navegacion, encontraron muchas caonas de indios Conibos, los cuales los condujeron á su pueblo. Fueron

recibidos de los curacas y de todo el vulgo con demostraciones de amor y de benevolencia. Preguntaron los indios á los tres esploradores, que á qué fin habian venido á sus tierras con tanto riesgo y peligros. Y les respondieron que para darles á conocer al verdadero Dios; de lo cual quedaron al parecer agradecidos, y en cinco dias que estuvieron allí, les enseñaron el Alabado, y el Padre nuestro y Ave María, lo cual cantaban los indios con mucho contento. En señal de posesion, y de haber sido los primeros cristianos que pisaron aquel pais, pusieron los nuestros una grande cruz en la plaza, y otras menores en varias calles. Y por haber llegado allí el dia 29 de setiembre, pusieron al pueblo el nombre y título de San Miguel. Repartieron á los indios principales la poca herramienta que traian; y dijeron á los curacas: si quereis que vengan padres para que os enseñen el camino del cielo, llevadnos á nosotros á nuestra tierra en vuestras canoas; y luego volveremos con los padres, y traeremos hachas, cuchillos y otras cosas. Al instante se dispuso el viaje, y en dos canoas los trajeron los Conibos al puerto de San Luis, gastando en la vuelta veinte dias de navegacion, en los cuales se vieron en grandes peligros, asi por los malos pasos del rio, como de los indios enemigos que salian á querer matarlos.

Habiendo llegado los tres cristianos esploradores al puerto de San Luis el dia 24 de octubre, regalaron á los indios Conibos que los habian traido algunas cositas, que el venerable padre Biedma habia dejado en una pequeña ramada que habia formado en dicho paraje, y los despidieron dándoles palabra de que el verano siguiente volverian á su tierra con los padres. Fuéronse los Conibos, y nuestros esploradores caminaron para San Buenaventura, donde llegaron el dia 30

de octubre del dicho año de 1685 á la presencia del siervo de Dios, el cual los recibió con los brazos abiertos. Y despues de haber oido la relacion de su viaje escribió á los prelados superiores, noticiándoles de lo ejecutado; y con las cartas envió á Lima á los tres des,cubridores, para que como testigos de vista los informasen con toda individuacion y claridad.

La nacion de los Conibos es una de las mas dominantes que habitan las márgenes del Gran Paro, que ellos llaman Apo Para. Este rio cuando llega á los Conibos va engrosado de todas las vertientes de la cordillera desde Bombon hasta el Cuzco y provincias de Paucartambo, y en las tierras de los Conibos tiene de ancho un cuarto de legua. Los indios Conibos son corpulentos y ordinariamente andan desnudos. Cuando están de gala, traen vestida una cusma ó camiseta de algodon que les llega á las rodillas, pintadas de varios colores. Tienen la frente y cogote chatos, porque desde que nacen les entablillan las cabezas por detrás y por delante, y no pudiendo tomar incremento por aquellas partes, les quedan chatas, y este es el distintivo de aquella nacion. Llevan el pelo cortado á cercen debajo de las orejas. Desde pequeños acostumbran traer en las coyunturas del cuerpo, como son tobillos, rodillas, brazos, muñecas y cintura, unos cordones de algodon de varios colores. Las mujeres casadas no traen mas vestido que un trapo de algodon con que cubren sus vergüenzas. Las doncellas van totalmente desnudas. No hilan, ni trabajan mas que en sus sementeras; ni usan mas ropa que la que susmaridos, padres ó parientes roban á sus contrarios en sus correrías. Los hombres se casan con cuantas mujeres quieren; porque como la tierra es muy fértil, y ellas se contentan con pocos manjares, les cuesta poco el

mantenerlas. Précianse estos indios de leales, valientes y amistosos. Aunque es comun propiedad de los indios de la montaña vivir separados y esparcidos por los montes, las continuas guerras que los Conibos tienen contra otras naciones, les han enseñado la necesidad y conveniencias de vivir juntos en un pueblo. En este de San Miguel vivian en gal pones grandes por familias, y en cada galpon moraban de veinte á treinta personas de todas edades y sexos. Entonces tenia el pueblo mas de dos mil almas. Estaba gobernado por tres curacas á caciques. El principal se llamaba Cayampay, el segundo Sanaguami, y el tercero Samampico. Andan continuamente en sus canoas por el rio á corso contra las demas naciones, especialmente contra los Pirros, y á los prisioneros llevan cautivos á sus tierras para servirse de ellos en el cultivo de sus chacaras; pero los tratan con suavidad, de suerte que los mas se casan despues con las indias Conibas.

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