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toles i a sus sucesores, debe tener por efecto necesario la infalibilidad de su enseñanza; mas no debe entenderse la promesa de manera que en virtud de ella, cada obispo o cada iglesia particular sea infalible, pues que solo fué hecha al colejio apostólico, al cuerpo de los obispos. Oigase tambien al Apóstol S. Pablo (Ephes. 4): «El mismo Dios ■ dió a su Iglesia, algunos para apóstoles, otros para profetas, otros » para evanjelistas, otros para pastores i doctores, a fin que ellos » trabajen en la perfeccion de los santos, que se apliquen a las fun⚫ciones de su ministerio, i edifiquen al cuerpo (místico) de Jesucristo, » hasta que lleguemos todos a la unidad de una misma fé, i de un > mismo conocimiento del Hijo de Dios..... para que no seamos como » niños fluctuantes i nos dejemos arrastrar de todo viento de doctri* na, por la malignidad de los hombres i la astucia de que se sirven ⚫ para sorprendernos i empeñarnos en el error.» Se vé por este pasaje, que a mas de los profetas i evanjelistas, cuya mision era pasajera, los apóstoles, los pastores i los doctores son establecidos por Dios, como medio de mantener la unidad i de preservarnos del error, i esto no por un tiempo limitado, sino indefinidamente, o para siempre. Mas ¿cómo podrian los pastores i doctores, es decir, los obispos sucesores de los apóstoles, mantener la unidad, fortalecernos en la fé, garantirnos contra todo error, sino han recibido de Dios el don de la infalibilidad? Por eso el mismo Apóstol reconoció espresamente esta prerogativa de la Iglesia, llamándola columna i apoyo de la verdad, columna et firmamentum veritatis (1, ad Timotth. 3, v. 11).

Sentada la infalibilidad de la Iglesia, resta saber en quién reside esa prerogativa. De las promesas de Jesucristo en que está apoyada se deduce con evidencia, que reside principalmente en el cuerpo ensefiante, que se compone del Sumo Pontífice i de los obispos en comunion con la Santa Sede; pues que solo el papa i los obispos son los jueces de la fé, con esclusion de los presbíteros, de los clérigos inferiores i de los legos. Con S. Pedro i sus sucesores hablaba Jesucristo cuando decia a aquel: tú eres Pedro, i sobre esta piedra edificaré mi Iglesia.... i te daré las llaves de los cielos: apacenta mis corderos, apacenta mis ovejas: confirma a tus hermanos en la fé (S. Mateo, c. 16, S. Juan c. 21, S. Lucas, c. 22). A los Apóstoles i sus sucesores se dirijia Jesucristo cuando les decia: Id i enseñad a todas las naciones.... i yo estoi con vosotros, todos los dias, hasta la consumacion de los siglos (Matth. 28). Estas promesas, si bien tienen por objeto ei bien de toda la Igle

sia i la salud de los fieles, se encaminan directamente, como se ve, a los Apóstoles i a los obispos sus sucesores, a quienes el Espíritu Santo estableció para que gobernasen la Iglesia de Dios (Act. Apost. c. 20), i para impedir que fluctuemos a merced de todo viento de doctrina (Ephes, c. 4). Tal ha sido constantemente la creencia jeneral de la Iglesia, i en este sentido han entendido siempre los Padres i doctores de ella las promesas de Jesucristo, aplicando al papa, las que miran a S. Pedro, i a los obispos, con esclusion de los simples presbíteros, las que conciernen a los apóstoles, como demuestran los teólogos. Asi, es preciso reconocer como un dogma católico, no solamente que el papa i los obispos son jueces infalibles de las controversias en materia de relijion, sino tambien que ellos solos son los jueces de la fé. «La Santa Sede principalmente, dice Bossuet, i el ⚫ cuerpo del episcopado unido a su jefe, es donde es menester buscar el depósito de la doctrina eclesiástica confiada a los obispos » por los apóstoles.» (Sermon sobre la unidad de la Iglesia). Sin embargo, si se esceptúa a S. Pedro que recibió con las llaves de la Iglesia el pleno poder de gobernar la Iglesia universal, Jesucristo no prometió su asistencia, como ya se ha dicho, a cada obispo en particular, sino a la enseñanza del cuerpo de los obispos; por lo que puede suceder, i en efecto se ha visto muchas veces, que el error encuentre partidarios entre los obispos, aun despues de haber sido condenado por un concilio jeneral. Asi, cuando decimos que el papa i los obispos son infalibles en sus juicios, es como si dijéramos, que todo el cuerpo enseñante, o, por lo menos, la mayor parte de él unida a su jefe, goza del privilejio de la infalibilidad.

4. La Iglesia fundada por Jesucristo, depositaria fiel de su doctrina, infalible en su enseñanza, columna i apoyo de la verdad, es el único camino para encontrar esa verdad única que conduce a la salud, el único medio de salvacion. El divino Salvador proclamó esta necesidad de pertenecer a la Iglesia, para obtener la salud, en una multitud de parábolas (Matth. c. 10, 16, 18; Luc. 10; Joan. c. 3, 6, 10). Por eso la Iglesia católica romana, apoyada en la palabra divina, ha enseñado constantemente: que nadie puede salvarse sino en virtud de los méritos de Cristo, pues no hai otro nombre bajo del cielo por el cual podamos conseguir la eterna salud; que el que no oye a la Iglesia debe ser mirado como pagano i publicano, si Ecclesiam non audierit sit tibi sicut ethnicus et publicanus (Matth. c. 18, v. 17);

que el que oye predicar el Evanjelio, a los que han recibido la mision, segun el orden establecido por Dios, rehusa creer, será condenado: Prædicate evangelium omni creaturæ ; qui non crediderit condemnabitur (Marc. c. 16); que el que escucha a los obispos, o a los que predican en su nombre i en comunion con ellos, escucha a Jesucristo; que el que los desprecia, desprecia a Jesucristo, i el que desprecia a Jesucristo, desprecia a Aquel que le envió: Qui vos audit me audit; et qui vos spernit me spernit; qui autem me spernit, spernit eum qui misit me (Luc. 10, v. 16). Tales son los fundamentos en que se apoya el principio: Fuera de la Iglesia no hai salvacion; principio que no solo enseñan los católicos, sino todos los que profesan cualquiera relijion, los judios, los mahometanos, los paganos, pues que todos reconocen que no se puede resistir impunemente a los que, habiéndose presentado como enviados de Dios, han probado la divinidad de su mision. Preciso es, empero, decir, que sosteniendo los católicos ese principio, no por eso sostienen que se condenan todos los que no pertenecen al cuerpo de la Iglesia. La máxima Fuera de la Iglesia no hai salvacion, solo significa, segun los teólogos católicos, que los infieles, los hercjes, los cismáticos que, conociendo la verdadera Iglesia, rehusan incorporarse a ella, son reos de condenacion eterna; como lo son, con mas razon, los cristianos que habiendo sido educados i suficientemente instruidos en el seno de la Iglesia, se separan de ella, por el cisma o por la herejia o por la apostasia, o por el filosofismo moderno que encierra todas las herejias. Asi, no niegan ellos que pueda haber i haya en efecto hijos ocultos de la Iglesia en las sectas sepa radas de la unidad. La gracia del bautismo que salva a los párvulos, puede conservarse o recuperarse, por la penitencia animada de la contricion perfecta, en los adultos que, en fuerza de las preocupaciones de la educacion, viven con buena fé e ignorancia invencible, en el seno de las comuniones heterodojas. Ni todo el que profesa los errores de una secta herética, es en realidad hereje, pues que para serlo se requiere, ser contumaz i refractario a la Iglesia; lo que supone el conocimiento de la enseñanza i decisiones de ella, de manera que el que las ignora invenciblemente, no es realmente hereje, aunque profese la herejia. Véase Herejía.

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- Caracteres o notas que distinguen a la verdadera Iglesia de Jesucristo.

Cuatro son los caracteres o notas de la verdadera Iglesia de Jesucristo, que la distinguen de las demas sociedades o sectas que se arrogan ese nombre, a saber: la unidad, la santidad, la catolicidad i la apostolicidad: Credo unam, sanctam catholicam et apostolicam Ecclesiam: 1.o la Iglesia de Jesucristo debe ser una; porque Jesucristo enseñó una sola doctrina, i estableció un solo cuerpo de pastores; de manera que ella forma un solo todo cuyas partes son inseparables; que por eso la representa El mismo, bajo la forma de un rebaño que no tiene mas que un pastor, de una casa presidida por un solo jefe, de un cuerpo en que todos los miembros se hallan perfectamente unidos. Los vínculos que unen entre sí a los miembros de este cuerpo son, como se ha dicho: la unidad de doctrina i la unidad de gobierno: la unidad de doctrina consiste en que todos profesen la misma creencia i enseñen las mismas verdades, los mismos misterios revelados por Jesucristo; i la unidad de gobierno, en que todos reconozcan el mismo jefe invisible que es Jesucristo, i la misma cabeza visible que es el sucesor de aquel a quien dijo: Tú eres Pedro, i sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, i las puertas del infierno no prevaleceran contra ella: 2.° la verdadera Iglesia de Jesucristo debe ser santa; porque El, que es la santidad misma, no ha podido enseñar sino una doctrina santa i pura, propia para hacer a los hombres virtuosos i justos; no ha podido establecer sino una sociedad que fuese santa en sus máximas, santa en sus dogmas, santa en sus sacramentos, santa en el objeto a que se propone llegar; santa, en fin, en sus miembros, no porque todos sean santos, sino porque todos tienen a su disposicion los medios de santificarse, i solo en su seno hai verdaderos santos: Jesucristo amó a la Iglesia, dice S. Pablo, i se entregó a la muerte a fin de santificarla» (Ephes. 5, v. 26): 3.o la verdadera Iglesia debe ser católica, es decir, universal, o que se estiende a todos los tiempos i lugares; pues que siendo ella la única depositaria de la verdad, debe abrazar todos los tiempos, todos los lugares, i todas las verdades enseñadas por Jesucristo su fundador, que fué el Salvador de todos los hombres perdidos por el pecado de nuestro primer padre Adam: 4.o debe ser ella apostólica: porque Jesucristo cometió

DICC. TOMO III.

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a los Apóstoles, i solo a ellos, la mision de predicar i establecer su doctrina: yo os envio, les dijo, como mi Padre me la enviado; id » i enseñad a todas las naciones » (Joan. 20, v. 21); i prometiéndoles su asistencia hasta la consumacion de los siglos, quiso, que la mision que les confiaba fuese perpétua, i que la trasmitiesen ellos solos a sus sucesores, tal como la habian recibido del Divino Maestro. Por consiguiente toda Iglesia que no es apostólica, que no asciende hasta los Apóstoles, que no ha recibido de ellos, la doctrina que enseña i los poderes que ejerce, no es la Iglesia de Jesucristo.

Ahora bien: los cuatro caracteres espresados que distinguen esencialmente a la verdadera Iglesia fundada por Jesucristo, solo convienen a la Iglesia romana, no pudiendo atribuírselos ninguna otra iglesia o secta separada de su comunion, como se va a demostrar.

1.o La Iglesia romana, por la cual se entiende la que reconoce por su fundador i jefe invisible a Jesucristo, i por su jefe visible al Romano Pontífice, posce esclusivamente la unidad. Es una en cuanto a la doctrina; pues que todos los católicos romanos profesan la misma fé, admiten los mismos sacramentos, los mismos preceptos evanjélicos, los mismos consejos de perfeccion: todos creemos lo que la Iglesia católica romana crec, condenamos todo lo que ella condena, toleramos todo lo que ella tolera, con relacion a las cuestiones que aun no han sido definidas por ella como dogmas de fé: no creemos, en fin, sino lo que nuestros padres han creido, como nuestros padres no creian sino lo que habian recibido de sus ascendientes, i sust ascendientes de los Apóstoles. Es tambien una por razon de su ministerio, siendo la mas perfecta su jerarquia de institucion divina, compuesta de obispos, presbíteros i otros ministros de la relijion. Los simples fieles i ministros inferiores viven en union con los presbíteros; los presbíteros i el resto del rebaño están unidos i obedecen al obispo; los obispos se conservan unidos bajo la obediencia del papa, cuya cátedra es el centro de la unidad católica. Asi, en la Iglesia católica se ha considerado siempre como cismáticos, a los fieles i a los presbíteros que se separan de la union i subordinacion al obispo que vive en comunion con el papa, i a los presbíteros i obispos que se separan de la union i obediencia al papa, obispo de Roma, i sucesor de S. Pedro, príncipe de los Apóstoles. Aunque la disciplina de la Iglesia pueda variar i haya variado, segun los tiempos i lugares, en el interes moral i es iritual del clero i de los fieles, su gobier

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