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no ha sido i será siempre el mismo: ella ha sido i será siempre la sociedad de los fieles que profesan una misma fé i participan de los mismos sacramentos, bajo la obediencia de los obispos i principalmente del papa, su jefe supremo.

Todo lo contrario se ve en las sectas separadas de la Iglesia católica romana en cuanto a la doctrina nada hai en ellas constante i fijo, todo es variacion e instabilidad: las profesiones de fé contradictorias unas de otras se suceden con frecuencia, i las sectas particulares se multiplican como las hojas de los árboles, a tal punto, que, segun se asegura, solo en la ciudad de Londres i sus inmediaciones se cuentan hasta ciento nueve relijiones diferentes. No solo no tienen los protestantes la unidad de doctrina; pero ni aun es posible que la tengan; pues no admitiendo ellos otra regla de fé que la Escritura, ni otro medio de interpretarla que el exámen particular, es necesario que haya tantas interpretaciones individuales como intér pretes, tantas opiniones como cabezas, i por consiguiente, ninguna unidad de doctrina. Tampoco tienen ellos la unidad de ministerio: no hai subordinacion jeneral entre sus ministros; no tienen otro centro de unidad que el poder temporal, a quien reconocen como árbitro supremo de la Iglesia de Dios i de la conciencia humana. De aquí la falta de unidad en el culto: unos admiten dos sacramentos, otros tres; estos tienen un culto sin símbolos; aquellos otro que los admite, de manera que el protestante que sale del pais o provincia donde domina la secta a que pertenece, es estraño al resto del mundo. 2.o La Iglesia romana es santa: santa en su doctrina, en sus dogmas i misterios, que tienden todos mas o menos directamente a unirnos a Dios, i nos inspiran el horror del vicio i el amor de la virtud; santa en su culto, en sus fiestas i ceremonias, las mas propias para reanimar en nosotros la piedad, el respeto a la majestad divina i la confianza en Dios; santa en su moral: no hai ningun crímen, ninguna accion mala que no condene, ninguna virtud que no prescriba. Sus leyes, sus reglamentos, sus prácticas, siempre conformes al espíritu del Evanjelio, son otros tantos medios de facilitarnos el cumplimiento de la lei divina, i de hacernos avanzar en la perfeccion cristiana. La Iglesia romana es santa, en fin, en una parte de sus miembros: sin hablar de un gran número de fieles que en todos los estados llevan una vida irreprensible, sin llegar al heroismo de la santidad, la historia nos ofrece multitud de pontífices, de obispos, de

presbíteros, de relijiosos, de vírjenes, de simples ficles de todo rango, que en diferentes épocas de la Iglesia, han presentado admirables ejemplos de fervorosa fé, de heroica abnegacion, de perfecta caridad, i de todas las demas virtudes cristianas, cuya santidad ha confirmado el cielo con los milagros obrados por ellos en vida o por su intercesion despues de muertos. Conocida es la circunspeccion con que procede la Iglesia en la canonizacion de los santos, la madurez con que examina los milagros que se les atribuye. (Véase Beatificacion i Canonizacion). Por lo demas, se ha dicho que la Iglesia es santa en una parte de sus miembros; porque, como se ha visto arriba, ella comprende en su seno, a todos los cristianos buenos i malos, justos i pecadores, que están unidos por la profesion de la misma fé, por la participacion de los mismos sacramentos, i por la obediencia a los mismos pastores, i principalmente al romano pontífice. Las culpas de los malos cristianos no dañan a la santidad de la Iglesia, que los condena, i ha puesto constantemente todos los medios posibles para correjirlas i precaverlas.

El protestantismo no tiene la santidad; pues que destruyendo el principio de unidad, confiere a cada particular el derecho de interpretar la Escritura, segun su razon, lo que destruye, de hecho, la base de la moral evanjélica. Asi los jefes de la reforma Lutero i Calvino, usando de ese derecho, sostuvieron, espresamente, que las buenas obras son inútiles a la salud eterna, i que una vez justificado el hombre, delante de Dios, está seguro de su salvacion, aunque cometa, despues, los mayores crímenes; doctrina horrorosa que, destruyendo todo principio de moralidad, abre la puerta a todos los vicios. Negando por otra parte el libre albedrío, como le negaron ambos, hicieron al hombre incapaz de todo acto meritorio i justificaron todos los crímenes. ¿Podríase sostener despues de esto, que la reforma es santa en sus principios e instituciones? ¿Qué garantía de santidad puede ofrecer ella constituyendo a cada individuo árbitro de sus deberes para con Dios i para con sus semejantes? Que cite ella un solo hecho sobrenatural que haya tenido lugar en confirmacion de su doctrina. Que nos diga cuáles de sus miembros han obrado u obran milagros. Ahí están consignados en la historia los milagros de sus principales corifeos, Lutero, Calvino, Zuinglio, Bucero, elesiásticos apóstatas, mónstruos de lascivia, que escandalizaron a su siglo con sus depravadas costumbres.

3.o La Iglesia romana es verdaderamente católica o universal: ella estiende su imperio a la Europa, Asia, América, Africa, Oceanía, a todas las partes del mundo; en todas partes tiene hijos, miembros que le pertenecen. Ninguna secta separada de las que se denominan cristianas, puede jactarse de esta universalidad; pues es constante que cada una a proporcion que se propaga, se subdivide en multitud de sectas tan contrarias unas de otras, como lo son todas de la Iglesia romana. Aunque los protestantes fuesen mucho mas numerosos que lo que son en realidad, como están divididos en innumerables sectas, de luteranos, calvinistas, anglicanos, anabaptistas, arminianos, gomaristas, pietistas, socinianos, metodistas, racionalistas, etc., jamas podrian formar una iglesia que verdaderamente fuese católica; una iglesia que en todas partes enseñase la misma doctrina, administrase los mismos sacramentos, i tuviese igual ministerio. Asi, solo la Iglesia romana es verdaderamente católica: católica por su doctrina, siempre invariable, siempre la misma que le enseñó su Divino Fundador; católica por el tiempo, pues ha existido siempre i su duracion será perpétua; católica por los lugares, pues tiene hijos i miembros suyos en todas las partes del mundo.

4.o La Iglesia romana es apostólica, por su doctrina i por su ministerio: por su doctrina, pues la que cree i enseña i siempre ha creido i enseñado, es la misma que recibió de los Apóstoles: ella cree i enseña en el siglo diez i nueve lo que creia i enseñaba en el siglo diez i ocho, en el siglo diez i ocho lo que creia i enseñaba en el diez i siete, i asi sucesivamente hasta llegar a los Apóstoles, como lo testifican i prueban sus doctores con los monumentos de la historia. Es tambien apostólica por su ministerio: la sucesion de sus pastores comienza en los Apóstoles i llega hasta nosotros sin interrupcion. «Me » retiene en la Iglesia, decia S. Agustin, la sucesion de los pontífices, desde este Apóstol a quien el Señor confió sus ovejas hasta el » papa actual.» (De Baptimo, lib. 4, c. 24). En el dia, como en los primeros siglos, remontamos desde nuestro santísimo padre Pio IX, actualmente reinante, por una sucesion de doscientos cincuenta i ocho papas, cuyos nombres conocemos, hasta el príncipe de los Apóstoles, S. Pedro. Las otras iglesias particulares de la comunion católica, nos presentan, asimismo, a su cabeza, un apóstol, o un enviado de los Apóstoles que las ha establecido, i de estas iglesias primitivas

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han tomado las demas la semilla de la doctrina, i la reciben, todos los dias, las que de nuevo se fundan.

Todo lo contrario se verifica en las sectas protestantes: ellas no tienen la apostolicidad de la doctrina, ni la apostolicidad del ministerio. No tienen la apostolicidad de la doctrina, porque los Apóstoles nos trasmitieron una misma fé, unos mismos sacramentos, el mismo culto: Unus Dominus, una fides, unum baptisma, i ¿se podria decir que las diferentes sectas protestantes, que nada tienen de comun entre sí, sino es el ódio a la Iglesia católica, profesan la misma fé, tienen los mismos sacramentos, el mismo culto? Sus numerosas confesiones de fé, siempre diferentes i contradictorias, ¿podrian ser verdaderamente apostólicas? Los Apóstoles ¿podrian haberles legado el sí i el nó, la verdad i el error en materias de fé? ¿Habrá, en fin, quién se imajine, que los Apóstoles les hayan enseñado, que la penitencia i las buenas obras son inútiles; que con tal que se tenga la fé, la justicia una vez adquirida no puede perderse, aun cuando se abandone el hombre a los mayores escesos?

Tampoco tienen la apostolicidad de ministerio, la cual consiste, como se ha dicho, en la sucesion no interrumpida de los obispos en las sillas establecidas por los Apóstoles, o por sus lejítimos sucesores, con la sancion del jefe de la Iglesia universal. ¿Cuál es, pues, la sucesion que pueden presentar las sectas separadas i en particular de los protestantes? Cuando ascienden para buscarla en el curso de los siglos, vense forzados a detenerse en la época en que Lutero, bajo el pretesto de reforma, cambió la doctrina i el ministerio vijentes en la iglesia donde habia nacido; lo que sucedió hácia el año 1517. No podrian ellos de seguro llevar mas allá la cadena de sus pastores. Asi tenemos derecho para argüirles del mismo modo i con las mismas palabras que dirijia Tertuliano a los novadores de su tiempo: » Hacednos ver el oríjen de vuestras iglesias, el órden i la sucesion » de vuestros obispos, de suerte que ascendais hasta los Apóstoles o >> hasta uno de esos hombres apostólicos que han perseverado hasta el fin en la comunion de los Apóstoles; porque asi es cómo las » iglesias verdaderamente apostólicas justifican que lo son. ¿Quiénes » sois vosotros? puede decirles la Iglesia. ¿Desde cuándo i desde » dónde habeis venido? ¿Qué haceis en mi casa no siendo de los mios? ¿Con qué título, Marcion, cortais mi bosque? ¿Quién os ha permitido, Valentin, variar la direccion de mis canales? ¿Quién os

» autoriza, Apeles, para traspasar mis límites? ¿Cómo os atreveis a > sembrar i cosechar aquí a discrecion? Este es mi patrimonio, le » poseo hace largo tiempo, mi posesion es anterior a vosotros, he » sucedido en ella a los primeros poseedores; soi la heredera de los Apóstoles.» (De præscript. n. 37).

Pasemos ahora a ver si la iglesia griega tiene todas las propiedades esenciales a la verdadera Iglesia. Llámase iglesia griega la que se compone de los cristianos sometidos a los patriarcas de Oriente i principalmente al de Constantinopla, i separados de la comunion de la Iglesia romana. El cisma de los griegos data desde Focio, que habiendo usurpado la silla de Constantinopla en 857, se tituló patriarca ecuménico o universal, i desconoció la autoridad del Sumo Pontífice: mas tarde, hácia la mitad del siglo undécimo, consumó la obra de Focio, Miguel Cerulario, patriarca de la misma ciudad, i el cisma quedó desde entonces definitivamente establecido.

Decimos, pues, que la Iglesia griega no tiene todos los caracteres que distinguen esencialmente a la Iglesia de Jesucristo. No tiene, en primer lugar, la unidad de doctrina; pues que no solo niega la supremacía del papa, por derecho divino, sino tambien la procesion del Espíritu Santo del Padre i del Hijo, dogmas que reconocia i profesaba antes del cisma. Tampoco tiene la unidad de gobierno; pues que separados los griegos de la obediencia del Romano Pontífice, centro de unidad, reconocen unos, por jefe de la relijion, al patriarca de Constantinopla; otros, al patriarca de Antioquía; estos al patriarca de Alejandría; aquellos al de Jerusalen; otros, en fin, como los rusos, al sínodo supremo establecido en aquel imperio por Pedro el Grande, para gobernar las iglesias bajo la voluntad del autócrata, que como el rei, en Inglaterra, es el árbitro absoluto de la relijion. Carece asimismo de la catolicidad, porque no está difundida en todas las partes del mundo, i es mucho menos numerosa que la Iglesia romana; sobre todo si se considera que la Iglesia de Rusia forma un cuerpo enteramente separado de las otras iglesias griegas: es una iglesia nacional independiente de todo patriarca i ceñida al imperio Ruso. No tiene, en fin, la apostolicidad, ni en cuanto a la doctrina, ni en cuanto al ministerio: no en la doctrina, pues no admite, como se ha dicho, la tradicion apostólica concerniente a la procesion del Espíritu Santo del Padre i del Hijo; ni en el ministerio, pues no reconoce la supremacía del Pontífice romano, sucesor de S. Pedro, en

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