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escribir: mientras me ocupo de la cuestion de la libertad, me siento dueño de pensar en otra cosa, por ejemplo, en un problema de jeometría. Inclinado fuertemente hácia el mal, permanezco firmemente adherido a la virtud: calmada la pasion, me aplaudo interiormente, pruebo la mas dulce satisfaccion. Mas si tengo la flaqueza de ceder a la tentacion, soi castigado con un sentimiento amargo que hiere hondamente mi corazon; sentimiento que tiene su nombre en todas las lenguas, i que me obliga, a pesar mio, a reconocerme culpable. Si caigo en un mal inevitable sufro tambien, es verdad, desearia haberle podido evitar; mas no me atormenta este pensamiento desolador: tú eres el autor de tus sufrimientos, a tí solo son imputables. Todos los hombres que me rodean, hablan, obran como si fuesen libres, afirman que en efecto pueden serlo. Preciso es, pues, concluir, que el sentimiento invencible de la libertad que existe en ellos, como en mí, hace parte de la naturaleza humana, i por consiguiente, es comun a todos los hombres. Si alguno tuviese dificultad en admitir esta conclusion, fácil le seria convencerse de su exactitud. Las lenguas, las instituciones civiles i relijiosas de todos los pueblos, deponen de su creencia en la libertad. Todas las lenguas tienen espresiones para indicar lo que depende de nosotros, i lo que no depende, lo que es activo, libre, i lo que es pasivo, necesario. Estas espresiones tan comunes en nuestra lengua, il est maitre de soi, il sait se commander, etc. (equivalen a estas castellanas, es dueño de sí mismo, se sabe dominar) espresan mui bien la libertad exenta de necesidad, de servidumbre... Los hombres de todos los tiempos i de todos los paises ¿no han deliberado, formado proyectos, hecho promesas? ¿I admite por ventura deliberacion lo que no depende de nosotros, por ejem plo, si hemos de morir? ¿Se forman proyectos de viajar en la luna; se promete resucitar a los muertos? Así, pues, no se proyecta, no se promete sériamente sino lo que uno cree poder hacer u omitir. I este poder de hacer u omitir, en una palabra, el libre albedrío es lo que constituye el carácter moral, obligatorio, de una promesa, de un empeño cualquiera. Quitad la libertad i no habrá bien ni mal moral, la virtud será un puro nombre. La virtud es la fuerza intelijente que gobierna las pasiones, lejos de servirlas, de dejarse dominar de ellas. Todos los sábios quieren que se sometan las pasiones al imperio de la razon. Empero, semejantes preceptos son ridículos, si el hombre no es libre, porque la razon por sí misma muestra solamente el deber,

por la razon de que la infamia o deshonra que causan los libelos

dura siempre, mientras que la que proviene de las injurias verbales se olvida pronto. La lei 8, tít. 25, lib. Nov. Rec. reproduce las prescripciones de las leyes anteriores, i prohibe bajo las mismas penas, componer, escribir, trasladar i espender pasquines, sátiras, versos, manifiestos i otros papeles sediciosos o injuriosos a personas públicas o a cualquier particular, ordenando al mismo tiempo, que aquellos a cuyo poder vinieren, los entreguen a la justicia, en el término de veinticuatro horas; i que se proceda a la averiguacion, formacion de causa, prision i castigo de los contraventores, mateniéndose en secreto el nombre del delator en testimonio separado.

En el dia, solo pueden tener lugar las disposiciones espresadas respecto de los libelos manuscritos; pues en órden a los que se publican por la imprenta, contienen prescripciones i penas especiales las respectivas leyes de cada Estado, concernientes a los abusos de la libertad de imprenta. En Chile está vijente la lei sancionada con fecha 16 de setiembre de 1846, que se rejistra en el Boletin de las Leyes etc., lib. 14, páj. 211.

Véase Injuria, Calumnia, Contumelia, Detraccion.

LIBERTAD DEL HOMBRE o libre albedrio. La facultad de obrar o no obrar, de tomar un partido con preferencia a otro, por reflexion, por eleccion, sin ser compelido por una necesidad absoluta o relativa. Los filósofos i los teólogos demuestran la existencia de esta bella prerogativa del hombre, atributo esencial de su naturaleza, con claros testimonios de los libros divinos, con la constante tradicion, con las convicciones del sentido íntimo, i el universal consentimiento de los pueblos. Preferimos aducir algunas de estas demostraciones, con las palabras mismas de un sábio teólogo moderno. (M. Pierrot, adicionador del Diccionario de Bergier, art. Liberté de l'homme).

La libertad es un hecho presente a nosotros como nuestro pensamiento, que se hace sentir a todos de tal modo, que el comun de los hombres cree en él como cree en su propia existencia, i ningun fatalista ha podido jamás sustraerse a esta creencia, o poner su conducta habitual en oposicion con ella. La libertad es una verdad de intuicion mas bien que de raciocinio: probarla por el raciocinio es alumbrarse con una antorcha en pleno mediodia. Al tiempo que es cribo estas líneas, siento de un modo indudable qne puedo cesar de

escribir: mientras me ocupo de la cuestion de la libertad, me siento dueño de pensar en otra cosa, por ejemplo, en un problema de jeometría. Inclinado fuertemente hácia el mal, permanezco firmemente adherido a la virtud: calmada la pasion, me aplaudo interiormente, pruebo la mas dulce satisfaccion. Mas si tengo la flaqueza de ceder a la tentacion, soi castigado con un sentimiento amargo que hiere hondamente mi corazon; sentimiento que tiene su nombre en todas las lenguas, i que me obliga, a pesar mio, a reconocerme culpable. Si caigo en un mal inevitable sufro tambien, es verdad, desearia haberle podido evitar; mas no me atormenta este pensamiento desolador: tú eres el autor de tus sufrimientos, a tí solo son imputables. Todos los hombres que me rodean, hablan, obran como si fuesen libres, afirman que en efecto pueden serlo. Preciso es, pues, concluir, que el sentimiento invencible de la libertad que existe en ellos, como en mí, hace parte de la naturaleza humana, i por consiguiente, es comun a todos los hombres. Si alguno tuviese dificultad en admitir esta conclusion, fácil le seria convencerse de su exactitud. Las lenguas, las instituciones civiles i relijiosas de todos los pueblos, deponen de su creencia en la libertad. Todas las lenguas tienen espresiones para indicar lo que depende de nosotros, i lo que no depende, lo que es activo, libre, i lo que es pasivo, necesario. Estas espresiones tan comunes en nuestra lengua, il est maitre de soi, il sait se comman der, etc. (equivalen a estas castellanas, es dueño de sí mismo, se sabe dominar) espresan mui bien la libertad exenta de necesidad, de servidumbre... Los hombres de todos los tiempos i de todos los paises ¿no han deliberado, formado proyectos, hecho promesas? ¿I admite por ventura deliberacion lo que no depende de nosotros, por ejem. plo, si hemos de morir? ¿Se forman proyectos de viajar en la luna; se promete resucitar a los muertos? Así, pues, no se proyecta, no se promete sériamente sino lo que uno cree poder hacer u omitir. I este poder de hacer u omitir, en una palabra, el libre albedrío es lo que constituye el carácter moral, obligatorio, de una promesa, de un empeño cualquiera. Quitad la libertad i no habrá bien ni mal moral, la virtud será un puro nombre. La virtud es la fuerza intelijente que gobierna las pasiones, lejos de servirlas, de dejarse dominar de ellas. Todos los sábios quieren que se sometan las pasiones al imperio de la razon. Empero, semejantes preceptos son ridículos, si el hombre no es libre, porque la razon por sí misma muestra solamente el deber,

en lugar que la pasion impele por sí misma a obrar: si no hubiera, pues, en el hombre una fuerza poderosa para obrar segun las luces de la razon contra los impulsos de la pasion, ridículo seria pretender que estos impulsos naturalmente mas pujantes, fuesen sometidos a la razon. Si no somos libres, a nada somos obligados, a nada tenemos derecho, pues que nadie puede ser obligado ni tener derecho a lo imposible: mas en el sistema del fatalismo, únicamente podemos lo mismo que hacemos; en caso dado con sus circunstancias nos es imposible obrar de otro modo que como obramos: si no os pago lo que os debo es porque no puedo; si no me robais es porque no po deis: haciendo cada uno lo que puede es irreprensible, pues que es un axioma del derecho romano i canónico, que nadie está obligado a lo imposible. Así, ante los tribunales i en todos los tiempos, las mismos crímenes han sido castigados, mas o menos, segun que aparecian cometidos con mas o menos libertad; i jamás se ha declarado culpable at que ha sido acusado de haber cometido una accion, que de ningun modo podia evitar. « Seria el colmo de la injusticia i de » la locura, dice S. Agustin, afirmar que un hombre es culpable

por no haber hecho lo que no podia hacer.» (Lio. de duabus anim. c. 12). Los fatalistas convienen en esto mismo. Escuchemos a Hel vecio que es uno de ellos: « El hombre de talento, dice este filósofo, » sabe que los hombres son lo que deben ser: que todo ódio contra » ellos es injusto, que el necio produce necedades, como el árbol » malo produce frutos malos; que insultarle es reprochar a la encina

porque ileva bellotas, en lugar de otro fruto mas agradable.» (de l'Esprit, disc. 2, c. 10). Otro fatalista M. Owen, declara tambien, que si un hombre hace mal no se ha de culpar a él, sino a las fatales circunstancias que le han rodeado. (L'Univers cath. t. 5, páj. 338). Así, pues, concluiremos con Diderot: «Es evidente que si el hombre no » es libre, no habrá bien ni mal, justicia ni injusticia, obligacion ni derecho.» (Encyclop. art. droit nat.) Estas consecuencias tan monstruosas, tan reprobadas por el sentido comun de la humanidad, bastarian para repeler el fatalismo, aun cuando no estuviese en oposicion con el sentido comun de cada individuo, del fatalista mismo; porque el fatalista cree, apesar suyo, en la libertad, se reprocha una imprudencia voluntaria, los crímenes que puede cometer. Si su mujer le es infiel, i pretende ella haber sido arrastrada por la necesidad que le imprimió un amor involuntario; si la persona que le roba alega

su impotencia de resistir a la tentacion, ¿nuestro fatalista quedará satisfecho con semejante escusa?

« Desde que el fatalismo está en oposicion con el sentido íntimo de todos los hombres, desde que destruye la moral por su base, se hace inútil probar su oposicion con las enseñanzas de la relijion. Toda relijion reconoce una distincion entre la virtud i el vicio, la responsabilidad de los hombres ante la Divinidad que los castiga i los recompensa segun sus méritos. Luego toda relijion establece la libertal, sin la cual el hombre no es mas responsable de sus actos, que el árbol lo es de sus frutos, pues que ambos obrau con igual necesidad. Así, pues, es un dogma de fé para todos los católicos, que el hombre es libre, exento de toda necesidad, aun bajo la accion de la gracia o de la concupiscencia. Lutero, Calvino, Jansenio, que hacian del hombre caido un autómata determinado, irresistiblemente, en todo, por la gracia i por la concupiscencia, segun que una u otra se presenta con mas fuerza en cada caso particular, fueron solemnemente condenados por la Iglesia. Ciertamente el catolicismo i aun S. Agustin cuya autoridad invocaban en vano los novadores, se habrian guardado bien de admitir la doctrina impía e inmoral del fatalismo. ¿Tengo acaso necesidad de escudriñar esos libros oscuros, dice el ➜ doctor de la gracia, para saber que nadie es digno de vituperio o ■ de suplicio por no haber hecho lo que no podia hacer? ¿No es esto » lo que cantan los pastores en las montañas, los poetas en los teatros, los ignorantes en los campos, los sábios en los bibliotecas i el » jénero humano en todo el universo?» (Lib. de anim. 2).

LIBERTAD DE CULTOS. Véase Tolerancia.

LIBERTAD DE LAS IGLESIAS. Los usos o costumbres lejí mas de las iglesias particulares, en materia de disciplina, que tolera i respeta la Iglesia universal, apesar de la disconformidad con las leyes jenerales de esta. Al modo que en una vasta monarquía, el príncipe soberano tolera ciertas costumbres contrarias a las leyes, porque comprende que no seria prudente exijir la observancia de las mismas leyes en paises del todo diferentes, por su clima, hábitos, etc. así la Iglesia que es el mas vasto imperio que existe sobre la tierra, pues que no conoce otros límites que los del universo, cree propio de su sabiduría i caridad, tolerar en materia de disciplina, ciertos usos, i respetar ciertas costumbres, que han tenido su orijen en los hábitos de un pueblo o en la necesidad de su posicion. Preciso es,

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