Sayfadaki görseller
PDF
ePub

La Compañía de Jesus tuvo al venerable P. Juan Santiago, natural de Écija (1). Los Clérigos menores tuvieron por entónces al venerable P. Fernando Rodriguez, que despues de haber sido muchos años canónigo de la colegiata de Santa María de Calatayud y vicario general de aquella ciudad y su arcedianado, dejó todo para entrar en aquel instituto por servir á la Virgen de la Peña, á la que tenía gran devocion (2).

Algunos otros eclesiásticos que murieron á principios de aquel siglo, como el venerable cura catalán Oriol y D. Diego Lope de Aguirre, corresponden más bien al siglo anterior. Del mismo era tambien el venerable P. Cristóbal de Santa Catalina, que murió en el hospital de Jesús, en Córdoba, en 1690, dejando fundada la Orden de Hospitalarios de Jesús Nazareno, que se extendió á principios del siglo XVIII á muchos pueblos de Andalucia y Extremadura.

Está adelantado el expediente de beatificacion del venerable hermano Antonio Alonso Bermejo, reedificador y enfermero mayor del hospital de la Nava del Rey, sujeto de mucha caridad, y tan bello de alma como deforme de rostro falleció en 1785. En Sevilla se entabló tambien la causa de beatificacion del venerable D. Miguel de Mañara, caballero de rara humildad, activa compasion de los pobres y ardiente celo por la salvacion de las almas.

§. 43.

Reforma de las universidades y estudio de las ciencias eclesiásticas.

Mucho se ha declamado contra la postracion de nuestras universidades en la primera mitad del siglo XVIII; pero preciso es confesar que todo lo que se ha dicho es poco respecto de la triste realidad. No cabe mayor abatimiento y marasmo: es preciso ver sus libros de cláustros y leer los clamores que

(3) Imprimióse su vida en Zaragoza (1763), á poco de haber muerto. (2) Los había en Málaga, Ecija, Bacna, Mérida, Montoro y otros puntos. Profesaban la regla tercera de San Francisco, vestían sólo sayal: era de hombres y mujeres, y vivían en clausura separada.

de cuando en cuando levantaba alguna voz acongojada y celosa para formarse una idea aproximada de aquella situacion. Las guerras y la mala administracion de Felipe IV habían acabado con los caudales de las universidades: todas ellas se habían gravado con censos exorbitantes para dar dinero al Rey, á fin de sostener los ejércitos contra Cataluña y Portugal. De aquí los atrasos en las rentas de éstas y la indotacion de los profesores; de la indotacion la falta de estímulo en la enseñanza, y de esta la indisciplina de los estudiantes, la ignorancia de ellos y el gran atraso de todos aquellos á quienes debían ilustrar. En vez de ser el profesorado una carrera, se miraba como un honor. En Salamanca se daban las cátedras por turno, y de cada cinco, una á cada uno de los cuatro colegios mayores, y la quinta á un manteista ó colegial menor. En Alcalá eran las cátedras de derecho canónico casi exclusivamente para los colegiales de San Ildefonso, y las regentaban enviando de sustitutos á los fámulos. Apenas el profesor había explicado algunos pocos años y principiaba á dominar la materia, pasaba á otra por ganar en categoría, ó abandonaba la universidad. La de Valladolid se quejaba (à mediados de aquel siglo) de que algunos catedráticos se estancaban en sus cátedras y no salían á otros destinos, suponiendo que hacían perjuicio con esto á los profesores más jóvenes.

Los partidarios del colegio mayor de Alcalá se oponían a la reforma de los estudios universitarios. El partido jóven, que propendía á ella, al cabo logró triunfar. Contribuyó mucho á ello el colegial mayor D. Felipe Vallejo, que despues fué Arzobispo de Santiago, y dió un dictámen extenso y razonado á favor de la reforma, que aún en el dia se podría suscribir. Era hombre muy sábio; había viajado por Italia, Francia y Alemania, y conservaba relaciones con muchos sábios extranjeros. Aquella universidad logró reanimarse algo, pero no lo que debía, á fines del siglo. Tenía contra si los estudios de Santo Tomás y de San Isidro de Madrid, que le arrebataban los estudiantes de filosofía, teología y disciplina eclesiástica. Las cátedras de ciencias naturales y derecho civil que se crearon, suprimiendo otras tantas de teología, no lograron gran prosperidad por todo aquel siglo. Cárlos III mató la decaida facultad de medicina en Alcalá creando el colegio de San Cár

los de Madrid, y las academias de Santa Bárbara, San Isidoro y otras varias de jurisprudencia en la corte eran muy concurridas por los jóvenes pasantes.

Por lo que hace á la de Salamanca, no solamente se opuso á la reforma, sino que impidió se efectuase en otras.

Un fraile portugués había escrito un método de estudios bajo el seudónimo de Barbadiño, pues era fraile capuchino. Levantóse un griterio formidable contra las innovaciones que aconsejaba, y creyóse ver en España introducidas las doctrinas de los enciclopedistas franceses. La universidad de Cervera, recien fundada por Felipe V, suprimiendo la de Barcelona, contaba ya con personas muy notables, que llamaban sobre sí la atencion general. La de Zaragoza principiaba á despertar de su letargo, y el Conde de Fuentes quería plantear en aquella ciudad una academia de Buen Gusto. Consultóse sobre esto á la universidad de Salamanca, la cual no contenta con su postracion fué causa de la ajena. El trinitario Fr. Manuel Bernardo de Ribera dió á nombre del cláustro , y con aplauso completo de éste, segun él decía (1), dos dictámenes sobre la academia de elocuencia, fundada por los preceptores de Madrid, y otra contra la academia del Buen Gusto de Zaragoza. El P. Ribera nada hallaba bueno sino lo de Salamanca, á la que llama primera universidad del mundo, cuando marchaba muy á reata de otras. Su pesadilla es el Barbadiño, y se desencadena contra Heinecio, Muratori y demas críticos del siglo pasado. Exige que la academia dé pruebas de buen gusto, cuando lo que se pedía era permiso para estudiarlo antes de practicarlo, y que manifestasen su buen gusto en materias de teología, como si las personas que trataban de fundar la academia hubieran soñado con ella, ni áun remotamente. Considera un insulto que se crease aquella aca

(1) Ave María. Dos dictámenes que por órden de la universidad de Salamanca y para que esta respondiesse al Real y Supreme Consejo de Castilla meditó, fundó, y formalizó el maestro Fr. Manuel Bernardo de Ribera, trinitario calzado, doctor theólogo d'ella y su catedrático de theología moral, el uno sobre la sociedad de latinidad y eloqüencia, que pretendieron los preceptores de Madrid, y el otro sobre la ruidosa Academia universal, que con el titulo del Buen Gusto solicitan fundar, (Salamanca, 1770).

etc.

demia sin contar con la universidad de Salamanca, y concluye su escrito (1) acusando de descortesía á los de Zaragoza por no haber contado de antemano con aquella. Respecto á la academia de preceptores de Madrid emite unas cuantas valgaridades, repetidas hasta la saciedad, y discute con mucho aplomo si el P. Paravicino valdrá para traducir del castellano al latin. Por esto se vendrá en conocimiento de la altura á que se hallaba este Paravicino de Salamanca en el siglo XVIII. Y si este hombre manejaba el claustro de la reina de las universidades, ¿qué tales serían los demas manejados por él? (2).

Por desgracia, tanto la universidad de Salamanca como las otras de España, al salir de su letargo pasaron de extremo á extremo, y abrazaron con tal furor las innovaciones, que vinieron á caer en lamentables extravios. El regalismo, mimado y exagerado por los ministros de Cárlos III y el Consejo de Castilla, degeneró en abierto Jansenismo en tiempo de Godoy y del ministro Caballero. Muchos de los delirantes de Cádiz habían salido de Salamanca, y no pocos de Zaragoza. La obra de Febronio circulaba en abundancia por las universidades. Desgracia grande es siempre de nuestra patria pasar de extremo á extremo, y de la necedad y postracion al error y la insolencia.

(1) La Reina Madre de las Universidades, la llamaba el buen Padre al fól. 58, pues para que todo fuese disparatado, hasta la ortografía y la foliatura del cuaderno lo eran. Las notas están en un estilo ramplon.Para encontrarles la maca á los nuevos methodistas (dice), se han de leer sus libros por personas doctas.

(2) Hé aquí un trozo de elocuencia del P. Ribera y de su dicurso.«Si has de agradarme ( dice Dios á la universidad de Salamanca en quien >está el principado de las católicas) non erit in te Deus recens, no te me >>has de enamorar de algun Númen flamante, que pretenda acariciarte >> con la novedad: yo soy tu Dios, que te saqué d'el Egipto de muchas >>persecuciones, y vivo para siempre y siempre con el cuidado de tu con>servacion. Pero Deus recens, aut lapis, aut phantasma est. » ¿Qué extraño es, que quien tenía tan mal gusto se opusiese á la creacion de la Academia del Buen Gusto en Zaragoza ?

§. 44.

Supresion de los colegios mayores y reforma de los menores.

La reforma de los colegios mayores fué obra de las medidas trascendentales á la Iglesia en aquella época. Habiendo degenerado de su espíritu primitivo, se habían convertido en patrimonio de la aristocracia, á pesar de las prohibiciones expresas de los fundadores, que los destinaron para pobres. Desde la reforma de Medrano y creacion de la junta de colegios, se habían apandillado en términos que avasallaban no solamente á las universidades, sino á las iglesias catedrales. El cabildo que tenía la firmeza de negar una prebenda solicitada para un colegial mayor, aunque fuese poco apto, podía contar con una persecucion y con los desdenes de los consejeros que hubieran sido colegiales. D. Luis Curiel, que lo había sido, se lamentó á Felipe V de los abusos que se habían introducido en los colegios mayores, y la vanidad estrafalaria de que adolecian, hasta el punto de tener á menos el ser párrocos los teólogos, ni abogados los juristas, y borrar los nombres de los que aceptaban curato ó ejercían la abogacía.

Roda estaba furiosamente preocupado contra los colegiales mayores en Alcalá el cancelario de la universidad y abad de San Justo D. Pedro Rojas era enemigo capital de ellos. En muchas catedrales deseaban sacudir aquel yugo y hacer las elecciones canónicas con la libertad debida, y los cláustros de Salamanca, Valladolid, Alcalá y Santiago resonaban á cada paso con ágrias quejas contra su ambicion. Perez Bayer, catedrático de hebreo de Salamanca, al venir de Valencia, su patria, no había podido ménos de ver con indignacion ciertas prácticas que la costumbre hacía mirar como tolerables en Salamanca. Habiendo llegado á ser ayo del Infante D. Gabriel, dirigió al Rey un memorial, describiendo con terrible energía los abusos que se cometían en los colegios mayores, comiendo el pan de los pobres, y obteniendo por cábalas los premios debidos al mérito (1). Cárlos III le mandó ampliar y

(1) El original de aquella terrible exposicion, escrita de puño y le

« ÖncekiDevam »