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La Orden de San Juan estaba moralmente muerta en España y fuera de ella desde que los Caballeros la habían reducido á meras exterioridades, sin vida activa, como los antiguos Templarios y los demas caballeros en España. Hemos visto el triste fin del gran priorato de Castilla convertido en mayorazgo. Para mayor vergüenza, los caballeros de aquella Orden entregaron cobardemente su isla á Napoleon. Los que tal felonía cometieron no eran caballeros sino en el nombre. Hacía tiempo que la prepotencia francesa se había apoderado de aquella Orden, y las costumbres de los caballeros franceses é italianos no eran, ni con mucho, lo que debieran ser. Los alemanes y los Caballeros de las dos lenguas de Aragon y Castilla eran los más honrados. Los ministros de Carlos IV, sin contar con la Santa Sede, y prevalidos del cautiverio del Papa, se apoderaron (1802) de los bienes de la Orden, á pretexto de fomentar los hospitales. En nuestros dias se ha hecho más, pues ha sido convertida en institucion política (1).

No contribuyó poco Cárlos IV á desmoralizar el pensamiento de su padre y de Floridablanca al crear la Orden de Cárlos III con la nueva institucion de la Real Orden de Maria Luisa en 1792. Ya desde luego fué objeto en la corte de burlas y groseras diatribas. Con todo, debe aplaudirse la parte de celo religioso que preside en ella. La Orden tiene por patrono y protector á San Fernando, teniendo las Damas por obligacion piadosa de su instituto la de visitar una vez cada mes algunos de los hospitales públicos de mujeres, ú otro establecimiento ó casa de piedad, ó asilo de estas, y la de oir y hacer celebrar una misa por cada una de las damas de la Orden que falleciere.

La Junta Apostólica y el Consejo de las Ordenes seguían

(1) Real Decreto de 26 de Julio de 1847, por el cual se le quitó el carácter religioso reduciéndola á mera condecoracion política, como las del Toison, Cárlos III é Isabel la Católica,

torturando á los Prelados y á la jurisdiccion ordinaria. Creado el Tribunal de la Rota hubieron de someterse á él como Apostólico y Real, pero en el desbarajuste del reinado de Carlos IV hallaron medio de sublevarse contra él, llegando á decir al Rey, en 1789, «que en las causas en que se interesa la Mesa maestral no debía litigar S. M. en tribunal ajeno (1).» ¡Se necesitaba toda la grosería del desvergonzado jansenismo de aquel tiempo para atreverse á decir tan supina y cismática necedad! ¿Pues qué el Tribunal de la Rota no es Apostólico y Real? ¿Puede el Rey tener tribunal propio en causas eclesiásticas?

(1) El Sr. Guillamas, á la pág. 55 de la Historia de las Ordenes militares, repitió esta frase con cierta fruicion y sin correctivo.

CAPITULO VII.

LA VIDA RELIGIOSA EN ESPAÑA A FINES DEL SIGLO XVIII.

§. 57.

Diferencia entre la primera y la segunda mitad del siglo XVIII.

Separemos la vista del desdichado cuadro que presenta el capítulo anterior, para ver lo bueno que todavía conservaba España á fines del siglo XVIII y principios del XIX. Aun en las epocas más calamitosas y en los pueblos más degenerados, la Providencia no permite que falten modelos de virtud y buenos ejemplos, como tenía á Lot en medio de Sodoma. En España á fines del siglo pasado y principios del presente la corrupcion estaba en la corte: el mal vino, como siempre, de arriba abajo, y dañando primero á la cabeza, haciendo á las aristocracias perder la fe. Pero el pueblo, el verdadero pueblo no la perdió. En cambio tenía éste, entre otros defectos, la inercia y holgazanería endémica en la mayor parte de las provincias de España, y los vicios consiguientes á la haraganería. La piedad tenía más de exterior que de sólida: no había frecuencia de sacramentos, y sin esta ¿qué es el catolicismo? Las oraciones vocales, las misas atropelladas y el culto fastuoso pero poco devoto, suplían por la meditacion. En cambio había sencillez, honradez y parsimonia. La blasfemia brutal y soez, la profanacion sistemática del domingo, la impiedad grosera, el cinismo, la rapacidad, la político-manía, el suicidio, la frecuencia de asesinatos eran vicios desconocidos entre nuestros mayores. ¡Cuánto y por cuántos conceptos hemos degenerado! Digámoslo con gusto y en elogio de ellos. No debe decirse lo malo de una época sin aducir algo de lo bueno que había en ella. No hay cosa más fácil que hacer la apología de una época reuniendo todo lo bueno y callando lo malo, ó una diatriba reuniendo lo malo y callando lo bueno; pero ni las apologías ni las diatribas son historia.

HISTORIA ECLESIÁSTICA DE ESPAÑA.

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§. 58.

Supresion de algunos Institutos religiosos y creacion de otros

nuevos.

No fué el Instituto de los Jesuitas el único suprimido en España durante el siglo XVIII. Igual suerte cupo á los frailes de San Anton, aunque por distintos motivos. La lepra, ó fuego sacro, habia desaparecido, y los hospitalarios convertidos en canónigos regulares, tenían desiertos sus hospitales, y ellos, en escaso número y con grandes rentas, habían abandonado cási por entero la vida activa. Faltando la enfermedad objeto de su asistencia en otro tiempo, pudieron dedicarse á la asistencia de los tísicos, á quienes apénas se admitia en los hospitales, y de quienes se huia, hasta hace poco tiempo, como de los antiguos leprosos. Obtúvose una bula de Su Santidad (1787), extinguiendo aquel Instituto en España. Contaba entónces veinte y tres casas en Castilla y Leon, catorce en Aragon y Navarra, y una en Méjico. Los bienes se anejaron á otros hospitales y hospicios bajo el patronato Real (1). Ejecutóse la bula en 1791.

En cambio de estos hospitalarios, cuya hospitalidad ya no existía, principiaron otros institutos de mujeres verdaderamente hospitalarias á fines de aquel siglo. Los Lazaristas ó clérigos de San Vicente de Paul no habían logrado salir de Barcelona y Mallorca, donde habían fundado á principios de aquel siglo (1704—1736). Hácia el año 1781 pasaron á París seis jóvenes españolas para ser educadas en aquel noviciado: cuatro de ellas eran catalanas y dos aragonesas. Al cabo de nueve años regresaron á España (1790), y se les confió el hospital de Barcelona. Pero dos años despues la Junta administradora pretendió introducir tales reformas, y con tan anómalas exigen

(1) Esta fué una de las muchas tropelías de aquel tiempo. Los bienes eran eclesiásticos: el Rey nada dió de su bolsillo. ¿Por qué pues imponía el Patronato? En Salamanca apenas llegó á 6.000 reales la renta de los Antonianos dada al hospital. Las de este pasaban de 30.000, y con todo se impuso el anticanónico patronato, que le costó la vida á Tavira, como verémos luégo.

cias hasta en su vida interior, que hubieron de abandonar el hospital, marchándose al de Lérida y á un colegio de Barbastro, donde perpetuaron su Instituto. De allí vinieron á Madrid al colegio de la Paz (1800) y plantearon su noviciado (1802). Dos años despues fundaron en Pamplona. El horror que inspiraban las cosas de Francia entónces, y aún más en la época de la guerra de la Independencia, hizo que se las obligase á recortar sus alígeras cornetas y usar mantilla. Esta cuestion de recorte ha dado despues casi tanto que hacer como la cuestion del verdadero color y hechura del hábito de San Agustin, que tanto ocupó en el siglo XVII á los que dan importancia á estas cuestiones de sastrería arqueológico-monástica.

Por lo que hace á los PP. Misioneros no lograron fundar en Madrid hasta el año 1828.

El piadoso sacerdote D. Francisco Ferrer, natural de Monesma en Aragon, dió principio á una congregacion de cléri gos misioneros en la iglesia de Nuestra Señora de la Bella, el año 1712. Aprobóla Clemente XII por bula dada en 6 de Noviembre de 1731. Trajo la congregacion á Madrid el Arzobispo D. Diego de Astorga en 1729, estableciéndola en el oratorio del Salvador, de donde vino el que algunos confundieran estos misioneros con los PP. del Oratorio en Francia. Participaban del Instituto de San Felipe en depender del Ordinario y ser las casas independientes unas de otras, y se asemejaban á los misioneros de San Vicente de Paul, en cuanto á que daban misiones en los pueblos y ejercicios espirituales al clero y á los legos. Llegaron á tener nueve casas en España, donde progresaron despues de la expulsion de la Compañía. En Madrid se les dió (1769) el edificio del Noviciado, que había sido de aquella, donde hoy está la Universidad Central.

Las religiosas de la Visitacion ó Salesas, solamente tenían en España su grandioso monasterio llamado de las Salesas Reales, que les construyó la Reina Doña Bárbara, en 1758. Medio siglo despues (1798) les dió otro en la calle Ancha de San Bernardo la Sra. Doña María Teresa de Centurion. Concluida la guerra de la Independencia pasaron á fundar tercer monasterio en Calatayud, yendo con las españolas algunas religiosas procedentes de la emigracion francesa. En 1827 les construyó un convento de planta el Sr. Castellon y Salas,

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