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La Revista de Barcelona y la titulada La Cruz, principiada en Sevilla por D. Leon Carbonero y Sol, y continuada en Madrid desde 1869, son tambien arsenales de noticias para la historia contemporánea de España.

Al final de la primera edicion de la Historia Eclesiástica ofrecí escribir la historia contemporánea, sin ocultar nada, para que se publicase despues de mi muerte. Despues, pensándolo mejor, me decidí á escribir la Historia de las sociedades secretas en España, á instancia de algunos amigos y á disgusto de otros, que me disuadian de ello. Esta historia de cosas infames y nada piadosas, permite el que no se descienda aquí á presentar al pormenor el origen de casi todas las bellaquerías contemporáneas en perjuicio de la Iglesia y del Estado. Aquella historia completa la Eclesiástica, pero no deben ir unidas. Aquella mancharía á esta.

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CAPITULO VIII.

FUNESTOS PRINCIPIOS DEL REINADO DE FERNANDO VII.

§. 64.

Destronamiento de Carlos IV por sus hijos.-Invasion francesa.

Carlos IV tuvo que renovar en el Escorial las tristes escenas que presenció el alcázar de Madrid cuando Felipe II puso preso al Príncipe D. Cárlos, su hijo. Perdonado aquel crímen. á instancias de la ultrajada María Luisa, que al fin era madre, y una señora, el hijo ingrato volvió á conspirar, apoyado por próceres tornadizos é impacientes, y aun por algunos clérigos cortesanos (1). En hombros de ellos, y merced á una sublevacion militar, subió al trono por encima de la honra de sus padres el dia 19 de Marzo de 1808.

Cansada la nacion de la inmoralidad cortesana, de los escándalos palaciegos, y de la ineptitud y petulancia del menguado favorito de la Reina, aclamó al hijo ingrato, que infringía el cuarto mandamiento de la Ley de Dios, y Dios ultrajado no bendijo, ni á la Corona del hijo ingrato, ni á la nacion que le aclamó sancionando su crímen. En la conspiracion tomó tambien parte su hermano Don Cárlos, que estuvo á su lado, en vez de estar al de sus padres.

Con la caida de Godoy pareció respirar algun tanto la Iglesia de España, perseguida por él: aclamó el clero con entusiasmo al nuevo Monarca, y se puso de su lado, aprestándose á la lid que se preparaba. La traidora política del favorito y su ambicioso egoismo habían franqueado al enemigo nuestras plazas y arsenales: la lucha debía ser terrible y desesperada, habiendo de guerrear un país desarmado, inexperto y sin je

(1) Uno de ellos, el canónigo Escoiquiz, ayo del Príncipe: fué desterrado á Toledo, donde tenía un pingüe arcedianato.

fes, contra un ejército numeroso y aguerrido. Vióse entónces á los religiosos salir de sus retiros para alentar á los pueblos á la pelea, y á los altos dignatarios de la Iglesia tomar parte en las juntas populares para promover el levantamiento general. Que la guerra se hizo en España en nombre de la religion ultrajada y del Rey cautivo, es una verdad que atestiguan todos los escritos y hechos de aquella época (1). Los eclesiásticos consideraban aquella guerra como de religion, y se creían autorizados hasta para empuñar las armas. Y en verdad, aquellas tropas y aquellos generales eran los mismos que habían lanzado de Francia al clero, prendido y martirizado al Papa, escarnecido al mismo Dios, y considerado la vuelta de su país al catolicismo como una capuchinada. Veianlos en España burlarse de las prácticas religiosas y atropellar por todo lo más sagrado, apoderándose de los bienes de las iglesias; y para completar aquel cuadro, se vió á casi todos los jansenistas, impios y hombres desmoralizados ponerse del lado de los invasores. Los poetas que habían pulsado su lira en obsequio de Godoy, y escrito poemas licenciosos y sátiras impías, continuaron haciendo versos á los triunfos de los franceses, y cantando las derrotas de sus hermanos: finalmente, apenas hubo clérigo de mala conducta que no se hiciera afrancesado. Entre los ministros de Cárlos IV y los de José Bonaparte, apenas había diferencia alguna en materia de ideas religiosas y con respecto á las cosas de la Iglesia. ¿Sería, pues, de extrañar que el clero y las personas religiosas se pusieran del lado en que se defendían la inmunidad de la Iglesia, la independencia de la patria y las tradiciones de nuestros mayores?

Hoy en dia algunos escritores principian á mirar de reojo el alzamiento de 1808, y se conduelen de que el fanatismo de los frailes impidiera realizar las grandes ventajas que hubiera reportado nuestro país de la dominacion napoleónica. Estos afrancesados serán malos españoles, pero por lo menos son muy lógicos: para hacer lo que despues se ha hecho, y para

(1) Los escritores y periodistas liberales que escriben la historia á su capricho, hablan del alzamiento á favor de la libertad: guerra de la Independencia se llamó y llama, lo cual no es lo mismo. Más gritaban libertad los afrancesados.

afrancesarnos en política, legislacion, administracion, costumbres é ideas, no era cosa de combatir al Monarca intruso; antes bien aquel lo hubiera hecho más pronto y mejor. A estas pobres gentes, con tal que puedan satisfacer sus placeres y ambicion, ¿qué les importa que Francia acabe en los Pirineos, ó en el estrecho de Gibraltar?

§. 65.

Los jansenistas afrancesados invaden las iglesias.

Los regalistas de Cárlos III, como Floridablanca y Jovellanos, en quienes había algun sentimiento monárquico muy vivo, se mostraron fieles á la causa española: por eso los cortesanos de Godoy, que á vista de las debilidades régias carecían de uno y otro sentimiento, se pusieron de parte dei usurpador.

Convencido éste y sus satélites de la aversion que les profesaban el clero y las personas religiosas, no guardaron ya miramiento alguno con ellos. Un decreto de Napoleon había reducido los conventos á una tercera parte: su hermano José los suprimió todos (1), como igualmente las Ordenes militares y sus encomiendas, de cuyos bienes se apoderó: suprimió la Inquisicion y el voto de Santiago, y quitó al clero la inmunidad, privando á los tribunales eclesiásticos de conocer en las causas civiles y criminales de aquellos. A vista de los apuros de su erario decretóse un empréstito forzoso: se acordó meter mano en el tesoro de la Iglesia; y el Conde de Cabarrús, regalista de la escuela godoyana, hizo recoger la plata labrada que no pudieron ocultar los particulares, y la de varias iglesies. El Escorial y otras muchas de Madrid quedaron completamente despojados de sus alhajas y vasos sagrados. Para muchas de estas operaciones halló clérigos jansenistas, que se le mostraron muy complacientes: señaláronse entre ellos el secularizado Estala, que había escandalizado el seminario de Salamanca con sus doctrinas, y D. Juan Antonio Llorente, que escribió varias obras, que pasando ya del jansenismo,

(1) Decreto de 18 de Agosto de 1809.

rayaban en calvinismo (1). Convertido de secretario de la Inquisicion en teólogo áulico, apoyó el proyecto de nueva division de diócesis, hecha solamente por el poder civil; empeño que había mostrado el gobierno intruso. Para ello amontonó, segun su costumbre, una multitud de hechos, verdaderos unos, falseados ó truncados los más, y todos aducidos con erudicion indigesta, sin principios sólidos, y ocultando las razones y hechos en contrario con visible mala fe. De entre los Obispos pudieron contar con el Inquisidor general D. Ramon José Arce y Reinoso (2), y el Obispo auxiliar de Zaragoza, el célebre misionero capuchino P. Santander, que, despues de haber sostenido el alzamiento, se dejó comprometer por el general Lannes, y á su vez comprometió las iglesias de Zaragoza y Huesca, en cuyo gobierno se intrusó, apoyado por los franceses.

En cambio de estas y algunas otras pocas defecciones, no pocos indivíduos del clero hubieron de sellar con su sangre su adhesion á la Iglesia y á la pátria. El venerable Obispo de Coria, anciano inofensivo, de edad de ochenta y cinco años, fué sacado de su cama por las tropas del mariscal Soult, que le fusilaron bárbaramente (1809). El P. Basilio Boggiero, escolapio, confesor del general Palafox, y poeta bastante regular, fué asesinado cruelmente y arrojado al Ebro, junto con el presbítero Sas, cura de la parroquia de San Pablo, que se había hecho célebre acaudillando con heróico valor á sus bravos parroquianos. Así se faltaba con ellos y con muchos otros en varios puntos á la capitulacion de una manera fementida. Despues de la desgraciada batalla de Uclés, las tropas francesas mataron inhumanamente en la carnicería pública á 60 personas, y entre ellas varias monjas: reuniendo otras varias con 300 mujeres dentro de una iglesia las quemaron allí á to

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(1) Disertacion sobre el poder que los Reyes españoles ejercieron hasta el siglo XII en la division de obispados y otros puntos conexos de disciplina eclesiástica su autor D. Juan Antonio Llorente, consejero de Estado, caballero comendador de la Real Orden de España (creada por José I al abolir todas las otras Ordenes de caballería) y director general de bienes nacionales: Madrid, 1810.

(2) Era natural de Selaya de Carriedo por desgracia contrajo íntima amistad con Godoy: fué hecho Arzobispo de Búrgos en 1797, y de Zaragoza en 1801: emigró á Francia en 1812, y murió en Paris en 1845.

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