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ber perseguido à Macanaz por deferencia á los intereses de Roma. Entónces Macanaz, pertrechado con aquellas cínicas revelaciones, se presentó al Rey, pidió se revisara su causa, y que examinado su Memorial por otros consultores se le designaran las proposiciones heréticas para retractarse de ellas, siempre que se le demostrara que existían. Mas como ya no había interés en agitar aquel negocio en ningun sentido, se sobreseyó en él. Por congraciarse con la Inquisicion escribió Macanaz una apología de ella (1) sumamente curiosa, en que prueba que los herejes, y especialmente la hipócrita Isabel de Inglaterra, tuvieron inquisiciones mucho más crueles y terribles contra los católicos, que la de España contra los herejes y judíos.

§. 9.

El Sr. Valero Arzobispo de Toledo.

FUENTES.-Vida ejemplar del Ilmo. y Romo. Sr. D. Francisco Valero y Cora, por Fray Antonio de los Reyes, Pamplona, 1742, un tomo en 4.o de más de 300 págs.

Hace daño el tener que presentar en la Historia eclesiástica figuras como la de Alberoni; pero & pueden omitirse? Contrapongámosle á este advenedizo, ambicioso Obispo y Cardenal por equivocacion, la hermosa y simpática figura del primer Prelado de España en el siglo XVIII. Sacado en 1707 del humilde curato de Villanueva de la Jara, su patria, le obligó Felipe V á que aceptase el obispado de Badajoz, casi á la fuerza. Posesionado de él, y despues de visitarlo y reformarlo, acababa de presentar su renuncia por tercera vez, cuando el Rey, lejos de admitirla, le presentó para la silla primada de Toledo. Aceptóla con sumo disgusto, y para evitar los honores de la recepcion entró de noche en la ciudad. Vivió pobrisimamente en su trato personal y con mucha modestia en lo relativo á la dignidad, lo cual, si le atrajo el menosprecio de

(1) Defensa crítica de la Inquisicion : la edicion más comun es la reimpresa en Madrid en 1788.

los orgullosos, produjo no pequeña edificacion entre los buenos.

La publicacion de la Bula de Cruzada le ocasionó un grave disgusto en 1719. Publicada aquella por el Comisario general de Cruzada, creyó que no había inconveniente en anunciarla en su diócesis; pero recibió del Cardenal Secretario de Estado una carta reprendiendo este hecho, puesto que Su Santidad había suspendido todas las gracias y regalías otorgadas á la Corona. Tan luego como supo esto escribió al Rey y al Cardenal Alberoni que él no podía ménos de obedecer al Papa, y á éste escribió dando humildes satisfacciones acerca de su conducta, pues delegado por la Santa Sede el Comisario general de Cruzada para todos los asuntos relativos á ésta, tenía derecho á pensar que éste obraba de acuerdo con Su Santidad. Cuando le hicieron observar que Alberoni llevaría á mal su carta, respondió resueltamente: «Salgamos sin peligro de este apuro, y mas que salgamos fritos. » El Rey, que le respetaba mucho, le hizo suspender la visita, y que viniese á la corte para oir su dictámen y consejos en la consulta que al efecto se había formado. Gracias á la templanza y gran moderacion de aquellos, logró que el asunto entrase en vias de arreglo y avenencia. El Papa renovó la gracia, y el Rey mandó que el Arzobispo mismo de Toledo lo notificase por aquella vez á todos los demas Prelados de España. Poco tiempo despues falleció á 23 de Abril de 1720.

§. 10.

Proceso seguido por la Inquisicion de España contra la célebre obra intitulada Acta Sanctorum, y su vindicacion: 1715.

La facilidad con que en España se acusa de herejía cualquier proposicion histórica, que no esté conforme con las opiniones del vulgo y de personas que pasan por piadosas, y las persecuciones que se mueven contra cualquier crítico, que quiere proceder con alguna imparcialidad, saliéndose algun tanto del camino trillado, me impulsan á consignar un párrafo acerca de la condenacion de las obras de Papebrochio y Henschenio en España.

Punto es este de alta importancia en nuestra historia para

saludable escarmiento de censores poco cruditos, para poner en su lugar debido el crédito de aquella celebérrima historia, de la que aún murmuran algunos, para gloria de la Santa Sede, que con tanta tolerancia sabe eludir los tiros que contra la sana crítica suelen lanzarse en inferior esfera, y en fin, para aclarar un pasaje oscuro en nuestra historia particular de España (1).

Sabido es que los Padres Carmelitas remontan el origen de su Orden hasta los tiempos del Profeta Elias. Esta genealogía, poco importante en sí, ha dado lugar á graves dispu― tas, pues los escritores de otros institutos religiosos no suelen mostrarse muy propicios con ella.

«Ya el Cardenal Baronio, al año 444, había tratado de delirios algunas de las cosas por las cuales los Jesuitas belgas no querían pasar, como el monacato de Cirilo y Juan Jerosolimitano. A pesar de eso Papebrochio, al llegar al 29 de Marzo y vida de San Bertoldo, carmelita, guardó silencio sobre las antigüedades del Carmelo, por no entrar en cuestion. Entónces Fr. Francisco de Buena-Esperanza publicó un tratado intitulado: Armamentario histórico teológico del Carmelo, y echó en cara este silencio á Henschenio y Papebrochio. Heridos estos, publicaron en el tomo I de Abril y vida de San Alberto, una impugnacion de la descendencia carmelitana.

>>En virtud de esto acudieron al Santo Oficio varios carmelitas, en 1691 y 94, pidiendo la condenacion de las obras de Papebrochio, por varias proposiciones que notaron, y el Santo Oficio condenó catorce tomos de la obra Acta Sanctorum, por decreto de 25 de Octubre de 1695. Este golpe terrible hizo mucho eco en toda la Europa. Corrían los catorce tomos en

(1) Sirvióme de mucho para ello un foiletɔ publicado á mediados del siglo pasado con motivo de una controversia particular, en que se trataba este punto con toda extension. Habíase apoyado un crítico en una cita de los Bolandos para negar una tradicioncilla vulgar, de las muchas que aquellos sábios belgas impugnaron. El contrario le opuso, que las obras de los Bolandos eran sospechosas, pues habían estado prohibidas, y sólo se permitían expurgadas.

El crítico para responderle narra extensamente todo el suceso tal cual aquí se va a copiar, pero callando, por razones particulares, el origen de la persecucion, que ya no es un misterio, ni hay por qué callarlo.

las demás naciones, no sólo con aprobacion, sino con aplauso: mas como era tan grande la autoridad del Santo Tribunal de España, su decreto no sólo estremeció á los hagiografos antuerpienses, mas tambien contristó y obligó generalmente á los eruditos de otros países; à unos por el interés de sus opiniones, á otros por el aprecio y estimacion de la obra censurada. Se puede decir, que apénas hubo hombre de especial crédito de erudicion, de quien no recibiese Papebrochio expresivas cartas de condolencia, consolándole en infortunio tan sensible, y animándole á esperar dias más serenos en el cielo de España. Y en estos oficios de amistad se señalaron mucho los sábios de todas las sagradas Religiones; y más que todos, los de la esclarecida Orden de Predicadores. Papebrochio acudió luego al Santo Tribunal, pidiendo se le permitiese dar razon de sí, y se le mandase entregar copia de las doctrinas ó proposiciones improbadas en sus libros, protestando que estaba pronto á retractar cualesquiera expresiones que sonasen á errores, si contra su mente y su intencion, siempre católica, se le habían escapado algunas. El Sr. Rocaberti, Inquisidor general (quien en su obra De Romani Pontificis auctoritate, llevaba algunas opiniones de las acusadas en Papebrochio), mandó se le diese la copia que pedía. Pero los calificadores, con varias excusas, fueron dilatando la ejecucion por largo tiempo.

>>>Entre tanto los acusadores no dejaron piedra por mover, para que la suprema y universal Inquisicion de Roma hiciese la misma prohibicion y censura que la de España. Pero todo fué en vano, porque salieron á la defensa de la obra antuerpiense los eminentísimos Albani (despues Papa Clemente XI), de Noris, Aguirre, Esfrondati, Barberini, Petruchi, Carpeña, Coloredo, etc., y se declararon interesados, como en causa propia, los hombres más eruditos de Europa; entre los cuales se distinguió el eruditisimo benedictino Mabillon, que escribió á todos sus amigos de Roma exhortándoles á tomar la defensa de Papebrochio con la mayor actividad y ardor; y al Procurador general de su Congregacion de San Mauro encargó mucho que tomase esta causa por suya, y no cesase de representar los méritos de Papebrochio para con la Iglesia universal, y la suma aprobacion de sus escritos entre todos los

doctos de la Francia. Benedicto Bachino, otro benedictino doctísimo, escribía en carta de 11 de Julio de 1696 estas expresiones: Apenas puedo explicar cuánta congoja tengo por el desdoro comun que se nos sigue, viendo acusar en Roma tan agriamente una obra insigne, y de mayor utilidad y necesidad, igual por lo menos que la famosa obra del Cardenal Baronio.-La resulta fué, que despues de repetidas fogosas delaciones, y despues de reiterados maduros exámenes, los tomos antuerpienses de Actas de los Santos salieron libres: y se verificó lo que ántes había asegurado el Cardenal de Noris, que de dichos tomos no se prohibiría jamás en Roma ni un ápice. El referido Cardenal Albani (que hacía grande aprecio de la obra antuerpiense, y cuando mozo había contribuido á ella con su elegante traduccion del Menologio Basiliano de griego en latin, y con algunas otras obras), decía á Janningo, que por lo tocante á la Inquisicion romana, estuviese sin susto y le dejase á él todo el cuidado de defender las Actas de los Santos: y hallándose Papa poco despues, se mostró inclinado á solicitar la revocacion del decreto de España, no de poder absoluto, sino por via de recomendacion, escribiendo al Inquisidor general; aunque por las disensiones políticas que sobrevinieron luégo entre las cortes de España y Roma, no efectuó su propósito el Sumo Pontífice. Y el Cardenal de Noris procuraba persuadir á Janningo, que no era necesaria otra vindicacion de parte de Roma, más que el hecho de haberse examinado allí, despues de la censura de España, las Actas de los Santos, y no haberse notado en ellas cosa censurable.

>>Con estas demoras llegó el año 1707, en que el Ilmo. Señor D. Vidal Marin, Inquisidor general, en fuerza de las razones de un memorial que se presentó, no quiso que la prohibicion de la obra antuerpiense se pusiese en el Indice expurgatorio que salió aquel año; ántes mandó dar á nuevo exámen y revision los tomos censurados, señalando para ello diez y siete calificadores, escogidos entre los más sábios y acreditados teólogos de España. Estos sin mucha dilacion convinieron en el dictámen que debía dar á la Suprema. Pero, por varios incidentes que intervinieron, se dilató la decision hasta el año 1715, en cuyo dia 20 de Diciembre el Emmo. Sr. Cardenal D. Francisco de Giudice, Inquisidor general de España,

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