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§. 89.

Nuevos institutos religiosos. — El Sr. Arzobispo Claret.

En virtud de estas disposiciones principiaron á propagarse varios institutos religiosos, y se introdujeron otros nuevos, principalmente de Terciarias, dedicadas á la enseñanza y á la asistencia de enfermos.

El fracaso de las hermanas de la Caridad en Barcelona á principios de este siglo dió lugar á la formacion de algunos de ellos. La junta administradora del antiguo y célebre hospital de Nuestra Señora de Gracia en Zaragoza, que llaman la Sitiada, trató de proporcionarse hermanas de la Caridad para asistencia de los enfermos, pero no pudo conseguir su objeto (1804). Entónces procuró proporcionarse hospitalarios por el estilo de los de Jesús Nazareno que habia en varias partes de Andalucía y otros análogos á éstos en Cataluña.

Al efecto se entendió con el sacerdote catalan D. Juan Bonal, capellan fervoroso de la casa, el cual trajo doce hermanos, y otras tantas hermanas que se encargaron de la asistencia del hospital desde 1.o de Enero de 1805. Aquellos duraron poco estas otras crecieron en fervor y en número bajo la direccion del P. Bonal y de su primera presidenta la Madre Maria Rafols, y bajo la advocacion de Santa Ana.

Durante el sitio de Zaragoza trabajaron admirablemente, teniendo que asistir á más de 1.000 heridos y enfermos, pidiendo limosna para mantenerlos y aventurándose á salir á pedir á los franceses, en honor de los cuales hay que decir que solían darles algunos socorros. En cambio asistieron tambien á éstos en el hospital de Torrero. De las 21 murieron 9 agobiadas de fatiga.

Dióles constituciones el Arzobispo de Zaragoza en 1825, y el Gobierno aprobó por su parte el instituto en 1856. Desde entónces principiaron á propagarse por Aragon y Navarra, donde tienen á su cargo los hospicios y hospitales de Zaragoza, Huesca, Calatayud, Tarazona y Estella, y los hospicios de Tudela y Caspe.

Por aquel mismo tiempo principió en Madrid la piadosa congregacion de las Siervas de María, fundada el 15 de Agosto de 1851 en la modesta parroquia del naciente barrio de Chamberí, por el presbítero D. Miguel Martinez Sanz, encargado entónces de la tenencia de ella. Su objeto es asistir gratuitamente á los pobres enfermos en sus casas, sin distincion de clases ni creencias.

Poco despues vinieron á Madrid y se propagaron por varias partes de España las religiosas de Nuestra Señora de la Esperanza, cuya fundacion en el extranjero data del año 1848, y que tienen igual objeto de asistir á los enfermos á domicilio. Poco despues la piadosa Vizcondesa de Jorbalan fundaba otro piadoso instituto con el título de Adoratrices del Santisimo Sacramento para la reforma y educacion de jóvenes extraviadas.

Vinieron asimismo dedicadas á la enseñanza las religiosas del Sagrado Corazon y las de Loreto, procedentes tambien de Francia, y hermanas de la Caridad francesas, con el traje peculiar que usan en aquel país, y que durante la primera mitad de este siglo se había mirado con alguna antipatía. Llegaron en pos de estas á fundar en Barcelona las Hermanitas de los pobres hacia 1860, y de allí pasaron á Manresa, Madrid y otros pueblos de España. De Cataluña vinieron tambien à fundar en Madrid y otros puntos las Terciarias del Cármen y Escolapias. Cataluña ha sido en el presente siglo el foco de casi todas las nuevas fundaciones religiosas, y donde primero se han aclimatado casi todas las extranjeras.

A mediados de 1849 se planteó en Vich la congregacion de Misioneros del Inmaculado Corazon de María. Fué su fundador el inolvidable siervo de Dios D. Antonio María Claret, natural de aquella poblacion, á quien Dios destinó en nuestros dias á lucir sobre el candelero, cuando su extraordinaria humildad le inclinaba á ocultarse (1). Fueron sus primeros compañeros en el convento de la Merced, cuna del instituto, los sacerdotes D. Estéban Sala, D. Domingo Fábregas, Manuel

(1) Vida del Excmo. é Ilmo. Sr. D. Antonio María Claret, por Don Francisco de Asis Aguilar, Pbro., Madrid, 1872: un tomo en 4.o de mas de 400 pág.

Vilaró, Jaime Clotet y José Xifré, actual superior general del instituto.

Acababa de dar unas misiones en Canarias, cuando de regreso á Vich planteó aquel instituto, con acuerdo de varios Prelados y clérigos piadosos de Cataluña, á fin de suplir la falta de misioneros que se dejaba sentir, suprimidos los institutos religiosos. Enviado más adelante de Arzobispo á Cuba, con harto disgusto suyo, lo tuvo mayor cuando se le trajo de allá para confesor de la Reina. No podía darse cosa más contraria á su genio y carácter: cualquiera otra tribulacion hubiera aceptado mejor de mano de Dios, si en su gran conformidad le hubiera sido lícito elegir. En aquel alto puesto fué objeto de ódio para los malos, y áun para muchos al parecer buenos.

Restableciéronse tambien por entónces algunas comunidades de religiosos, célebres por más de un concepto en nuestra historia, y entre ellas la comunidad de Monserrat en Cataluña y el cabildo agustiniano de Roncesvalles en Navarra.

Propagábanse tambien, aunque lentamente, las congregaciones de San Felipe Neri y San Vicente de Paul, favorecidas por los artículos 29 y 30 del Concordato, y los misioneros destinados á Filipinas abrieron noviciados en Coria y Marcilla. Los Jesuitas, vueltos á Loyola, abrieron tambien grandiosos y concurridos colegios en el Puerto de Santa María y otros puntos, y los Franciscanos en Priego, Pastrana y en Santiago de Galicia para las misiones de Tierra Santa y Mar

ruecos.

La sociedad caritativa de San Vicente de Paul quedó instalada en España en Noviembre de 1850. A duras penas se reunieron tres para formarla: con todo, creció tanto, que en pocos años se extendió por toda España. Durante el infausto bienio ya el Gobierno se mostró receloso de ella. Aumentóse mucho durante la reaccion de 1857, pues ingresaron en ella hombres arrepentidos de todos los partidos políticos, deseando reformar su vida y dedicarse á obras de caridad, alejándose de la político-manía. Con motivo de este retraimiento político no han sido solamente los liberales los que la miraron con malos ojos. La masonería, sobre todo, le ha sido hostil, y cuando Napoleon persiguió á la sociedad en Francia para re

conciliarse con la masonería, siguiendo las exhortaciones de Orsini, las logias españolas se creyeron tambien obligadas á perseguirla.

§. 90.

El infausto bienio (1854-1856).- El Sr. Costa y Borrás.

El período revolucionario de 1854 á 1856 fué tan funesto, y origen de tantos males, que con razon se le apellidó el infausto bienio, nombre que conserva y no es para olvidado. D. Leopoldo O'Donnell, semejante á esos malos padres que dejan á sus hijos cometer toda clase de excesos, con tal que á ellos no les molesten, reservándose el derecho de apalearlos brutalmente cuando se hacen insolentes con ellos é importunos, tenía el mal gusto de mimar á la revolucion para fusilarla de cuando en cuando.

En 28 de Junio de 1854 sublevó la guarnicion de caballería de Madrid; dió un programa revolucionario en Manzanares; amotinó al populacho de la corte, y mató el decoro del Trono y la honra de la persona que lo ocupaba. Él fue el fundador de la república, y ésta lo dice así y le mira como su padre. Los progresistas que habían hecho la revolucion en las barricadas, mientras los unionistas con el ejército sublevaban los pueblos, trajeron al anciano Espartero para contraponerle á O'Donnell. Reunidas las Córtes, los unionistas vieron con dolor que habían trabajado para otros, pues los progresistas mandaban, y, como gente que ni aprende ni olvida, se empeñaba en volver á las manías jansenísticas del siglo pasado, abortadas en 1837 y 1842. Cerraron la Nunciatura, suspendieron la provision de prebendas, como no fuese en obsequio de clérigos liberales, prohibieron las procesiones religiosas y restablecieron las facultades de teología en las universidades. Los Jesuitas fueron deportados á Mallorca, y allí tambien fué desterrado el Obispo de Urgel, pues la tiranía del Gobierno había vuelto á encender la guerra civil, y el partido carlista principiaba á levantarse de nuevo.

Tambien fué desterrado el enérgico Obispo de Barcelona D. Domingo Costa y Borrás, haciéndole salir en término de

TOMO VI.

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veinticuatro horas de Madrid, á donde le había llamado el anterior Gobierno. En medio de su genio afable y bondadoso era el Sr. Costa de carácter enérgico é inquebrantable. Desde 1852 venía condenando varias noveluchas y periódicos, que atacaban á la Iglesia aparentando ellas combatir á los Jesuitas. En 1853 reprobó la lectura del Clamor Público, acusándole de periódico protestante.

A él se le acusó de haber sido faccioso, segun la calunniadora maña de los periódicos liberales, que lo mismo habían calumniado al Sr. Claret. A ello contestó que desde 1830 á 1840 había estado enseñando derecho canónico en la universidad de Valencia, como constaba á toda la poblacion (1).

El Sr. Aguirre, ministro de Gracia y Justicia, le maltrató en las Córtes; pero las dos cartas que le dirigió el Prelado dejaron mal parada la reputacion política del ministro, á pesar de las ágrias contestaciones de este. Aún fué más tiránica la conducta del Gobierno con el Obispo de Osma el P. D. Vicente Horcos, al cual desterró á Canarias por haber citado en una representacion la Bula in Cana Domini, acto de incomprensible despotismo, que para mayor desvergüenza aplaudieron las Córtes cuando el ministro Escosura se permitió en ellas la bufonada de llamarle un tal Vicente de Osma.

Entretanto el cólera seguía haciendo estragos por varias provincias, y el hambre diezmaba las de Galicia; el órden social había desaparecido; cometíanse los robos más escandalosos en las tesorerías públicas, y se tenía por feliz el dia en que no había un motin, como dijo el ministro Huelves. Ardian las fábricas de Valladolid, quemadas por los socialistas y revolucionarios de aquella poblacion, y el Sr. Escosura tuvo la audacia de calumniar por aquel crímen á los Jesuitas, sin más fundamento que haber estado allí, y pocas horas, el sábio y virtuoso P. Cuevas (2), que accidentalmente pasaba por

(1) Véase su curiosa biografía, publicada por el Sr. D. Ramon Ezenarro, al frente de sus obras en seis tomos: Barcelona, 1865.

(2) El P. Fernando Cuevas, uno de los hombres más doctos que ha tenido la Compañia en este siglo, era excelente y profundo filósofo, quizá superior á Balmes. La obediencia le envió á Filipinas con una mision de indivíduos de su órden, y allí murió oscurecido. Tenia ya reunidos muchos y buenos materiales para escribir la historia de aquellas Is

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