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alli, yendo de Salamanca á Santander. Estos rasgos pequeños, pero altamente grotescos, pintan aquella revolucion, sus miserias y sus hombres.

Cansado O'Donnell de tanta ridiculez y rapacidad, y de tan abigarrado desórden y charlatanismo, disolvió el Congreso á cañonazos, segun el procedimiento de Cromwel y Napoleon, que la experiencia acredita como necesario en tales casos. Espartero, causado de sus amigos, aún más que de los enemigos, se retiró á la vida privada.

La Iglesia de España vió con gusto el desenlace de aquel motin de dos años, pues aunque no mejorase mucho, no podia estar peor. Abrióse la Nunciatura y se principiaban á dictar medidas de reparacion, cuando O'Donnell fué suplantado por Narvaez, que era su sombra.

El Sr. Costa volvió en triunfo á Barcelona; diósele la gran Cruz de Carlos III, y fué presentado para la metropolitana de Tarragona.

§. 91.

Creacion del obispado de Vitoria.-Convenio adicional de 1860. -Falta de exactitud en el cumplimiento del Concordato.

Poco despues de terminados estos graves acontecimientos, el Gobierno español estipuló con la Santa Sede un apéndice al Concordato, y lo publicó en 4 de Abril de 1860 tal cual se habia terminado en Roma entre el Cardenal Antonelli y nuestro Embajador D. Antonio Rios Rosas (25 de Agosto de 1859). Consta este Convenio de veinte y dos artículos. En ellos se estipuló el derecho de la iglesia para adquirir toda clase de bienes sin limitacion ni reserva, y derogando la ley de 1.o de Mayo de 1855, por la cual esto se prohibía (art. 3.o). Pero en atencion al estado de los bienes que aún tenia la Iglesia, se autorizaba la conversion de estos en renta del 3 por 100. La renta de Cruzada se destinaba para el culto: ofrecíase proceder en seguida al arreglo parroquial. Por el art. 13 el Gobierno

las. España perdió en él un hombre eminente, á quien no llegó á conocer por no haber lucido sus grandes cualidades. Sirva esta nota de homenaje á su memoria. Pero ¡cuántos otros mueren así!

ofrecía no poner óbices á la celebracion de Sirodos diocesanos, y aplazaba la celebracion de los provinciales para otro nuevo arreglo.

¡Cuánto se había retrocedido desde 1718, en que Felipe V mandaba celebrarlos, y cuánto daño hizo el Cardenal Belinga oponiéndose á ellos y empujando al Gobierno por la senda de las intervenciones seculares!

El art. 21 decía: «El presente Convenio, adicional al solemne y vigente Concordato celebrado en 16 de Marzo de 1851, se guardará en España perpétuamente como ley del Estado, del mismo modo que dicho Concordato.»

Su Santidad había querido hacer Cardenales á los Arzobispos de Santiago, Sr. Cuesta, y de Tarragona, Sr. Costa y Borras. La Union liberal, rencorosa todavía con este Prelado, desvió la birreta de su cabeza, y obtuvo que se diese al dignísimo Arzobispo de Burgos, Sr. Puente.

El Sr. Costa y Borras había ideado el formar lo que llamaba Concilios provinciales en dispersion: es un gran medió para burlar la quisquillosa y suspicaz intervencion del Gobierno. Redúcese, y así lo ejecutaba, á ponerse de acuerdo los Obispos de una provincia, por medio de cartas y emisarios, consultando á sus Cabildos en los casos que lo creían conveniente. Acordes sobre algunos puntos publicaban un edicto colectivo sobre aquel asunto. De este modo, ni el Gobierno tenía por qué intervenir, pues no había reunion, ni surgían pleitos y etiquetas, ni se necesitaban ceremonias y gastos (1). ¡Oh, cuán bello pensamiento, y cuán útil para el porvenir !

El Gobierno, en el Convenio de 1860 como en el Concordato, explotó lo útil y esquivó lo oneroso. Esforzóse mucho para lograr la cesion de bienes, consiguió reducir el número de parroquias urbanas, pero se guardó muy bien de aumentar las rurales. Así como había logrado la reduccion de colegiatas. á parroquias y de catedrales á colegiatas, sin acordarse de hacer la division de obispados ni la creacion de los nuevos, continuó haciendo lo mismo, y sólo á duras penas, y á ruego de las provincias Vascongadas, lograron estas que se erigiese por fin el obispado de Vitoria, en 1861. Para él fué presentado

(1) Vida del Sr. Costa y Borras, escrita por el Sr. Ezenarro, pág. 47.

en 5 de Octubre de aquel año el Obispo de Badajoz, D. Diego Mariano Alguacil y Rodriguez, el cual tomó posesion el dia 28 de Abril de 1861 de aquella antigua silla de San Prudencio, en la vecina Armentia. Las demas nuevas diócesis estipuladas por el Concordato están todavia por crear.

Tampoco se trató sériamente de llevar a cabo la creacion del Coto de las Ordenes militares, que hubiera producido la utilísima y necesaria reforma y terminacion de pleitos anacrónicos y ridículos de las maihadadas exenciones. Sencillo hubiera sido el haberlo formado en Uclés con los doce ó quince pueblos adyacentes, ó bien devolver á Mérida su honor en mal hora perdido, haciéndola sede prioral, ya que fué metropolítica. Pero el funesto empeño del Consejo de las Ordenes de que la palabra «coto» (cautum ó acotado) significase, no un pequeño sino un vasto territorio, entretuvo tan necesaria reforma, queriendo dominar en medio millon de españoles con su laical influencia, viniendo luégo á parar en el proyecto de establecer la sede prioral en Ciudad-Real, con lo que se disminuye un obispado.

§. 92.

El protestantismo en España.-Guerra de Africa.

Con la sublevacion de Odonnell y el infausto bienio, ganó España el tener cinco partidos en vez de los dos en que antes se dividía el campo de la política. Los desertores de los campos moderado y exaltado, ó progresista, formaron la union liberal. Esta incubó el partido republicano en 1854 y despertó al partido carlista, que no estaba muerto, como decían, sino adormecido. El partido republicano, organizado en Andalucía, dió las primeras señales de vida en aquel país con los incendios en Arahal y Utrera, en los cuales tomaron parte los progresistas, sus afines.

Al amparo de unos y otros, y al calor de sus doctrinas, volvió el protestantismo á invadir las poblaciones de Andalucia como en los tiempos de Cárlos V. Los trabajos de propaganda los principió en 1836 el Dr. Rule de Aldershot.

Adelantó poco y se retiró á Gibraltar, desde donde representó á las Córtes en 1841 pidiendo la libertad de cultos, Allí

fundó una escuela en union con la sociedad Wesleyana (1), atrajo algunos prosélitos, tradujo el Andrés Dunn, como libro apropósito para poner en ridículo al Clero católico y presentar las ideas protestantes, y trajo algunos contrabandistas como buenos apóstoles de esa buena nueva.

Continuaron esta empresa varios agentes de la Sociedad bíblica, entre ellos el Dr. James Thompsom, que se introducia con pretextos literarios en los parajes que visitaba (2). A él se debió en gran parte la formacion de la Sociedad Evangélica española en Edimburgo. Hácia la época del infausto bienio publicaba Mr. Parker en Londres el folleto titulado El Alba, que se repartia profusamente por Andalucía y puertos del Mediterráneo. En Barcelona hizo gran propaganda D. Francisco Ruet, en 1855. Había sido platero y corista de teatro: mal hallado con aquellos oficios, renegó en Turin, hallando más cómodo el meterse á predicador sin estudiar. Principió á publicar una historia del protestantismo, disparatada, y le apoyaba el periódico La Actualidad. Reclamó el Sr. Costa desde su destierro de Cartajena. La torpeza del pobre corista le hizo objeto de ridículo para los periódicos de Barcelona, y al fin fué extrañado.

En 1860 principió á dogmatizar en Málaga el ex-sargento Manuel Matamoros, expulsado del Colegio de Toledo (3), de quien los neoprotestantes españoles se han fabricado un santo para su uso particular. Sin más estudios que los elementos de táctica, la lectura no entendida de la Biblia y de Andrés Dunn, principió su apostolado el ex-sargento madrileño, y con los dineros de la Sociedad bíblica y un poco de charla fué ha

(1) Vida del Sr. Costa y Borras, pág. 47.

(2) Siendo yo bibliotecario de la facultad de Derecho de Madrid en 1850, se presentó en aquella biblioteca, recomendado por un Ministro progresista. En la revision de los códices complutenses que sirvieron para la Poliglota, pude conocer la superficialidad de sus conocimientos escriturarios.

(3) Vida y muerte de D. Manuel Matamoros: relacion de la última persecucion de cristianos en España (!), por Guillermo Greene: Madrid, 1871: un tomo en 8. Los protestantes que abjuraron solemnemente en 1872, hicieron una impugnacion sarcástica de esta biografia, probando que es un tejido de embustes.

ciendo prosélitos no pocos en Sevilla, Jaen y otros puntos de Andalucía, y principalmente en Granada. De allí pasó á Barcelona á continuar las misiones iniciadas por Ruet, pero fué preso (Octubre de 1860) y de alii conducido á Granada.

Pero entre tanto que estos trabajos clandestinos minaban el catolicismo, tenían lugar otros acontecimientos públicos altamente honrosos para España. Para reprimir la osadía creciente de los marroquíes y levantar algun tanto el espíritu del país, Odonell lo había comprometido en una guerra gloriosa y que salió bien, pero que estuvo á pique de salir mal y de costar muy cara. El ejército se portó admirablemente, y el país hizo grandes sacrificios para sostener aquella guerra que recordaba nuestras glorias tradicionales. Parecía que habíamos vuelto á los últimos años del siglo XV. Mas este sentimiento, verdaderamente popular y español, no podía caber en los pechos corroidos por las bajezas políticas. Inglaterra llevó á mal aquella guerra, y se opuso á ella de una manera baja y tacaña. Los progresistas, dóciles instrumentos de su maquiavélica política, esperaban cualquier revés para utilizar la ocasion de escalar el poder, aprovechando la ausencia del ejército, y hacer abdicar á la Reina para volver á los lucrativos desórdenes del bienio. El Emperador Napoleon, que presumía de hábil, y seguía los pasos á esta tortuosa política de Inglaterra, apoyó los planes del General Ortega, Capitan general de las Baleares, que despues de haber sido progresista y jefe de cien motines, de pronto se había hecho carlista. Abusando de la credulidad é inexperiencia del Conde de Montemolin, hijo de D. Cárlos de Borbon, y explotando la proverbial impaciencia de los emigrados y la connivencia de las autoridades francesas, y con buques fletados en sus puertos, desembarcó en San Carlos de la Rápita durante los dias de Semana Santa. El país lanzó un grito de indignacion, el Episcopado protestó unánime y en términos duros, y aquellos Príncipes, puestos en libertad, retractaron en Francia la sumision que habían hecho en España (23 de Abril de 1860). Entónces su hermano D. Juan se presentó á reclamar sus derechos, ofreciendo la libertad de cultos y los demas progresos de la civilizacion liberal.

Entre tanto el General Odonell, despues de haber entrado

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