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gióse juramento civil ó sin invocacion de Dios á los empleados civiles (1). Pero en 1820 se pidió al Clero juramento en forma por Dios y los Santos Evangelios. Lo de la forma era lo de menos, pues lo que no se puede jurar no se puede prometer. Negóse el Episcopado à jurar (26 de Abril de 1820), y el Clero lo mismo, con muy contadas excepciones. El Gobierno logró con esto cuanto deseaba, que era no pagarle. A falta de este pretexto hubiera buscado otro.

En el Concilio Vaticano el Episcopado español figuró en primera línea á la altura á que había rayado en el de Trento, con gran disgusto de la prensa liberal é impía, la cual había pronosticado que los Obispos españoles harian alli mal papel. En general se mostraron profundos teólogos (2), y si hubiese llegado ocasion de plantear cuestiones. canónicas, se hubiesen mostrado no menos profundos ni ménos austeros, pues su rigidez en esta parte era bien conocida y no desmerecía de la de los Padres de Trento. Mostráronse ademas de eso admirablemente unidos y adictos á la Santa Sede en glorioso ultramontanismo, hasta el punto de llegar á decir Su Santidad (segun de público se dijo) que de los Obispos de España respondía como de cosa propia.

Citar hechos, ni es de nuestro propósito, ni quizá conveniente todavía; pero no se debe omitir, como cosa ya pública y sabida, que el Sr. Obispo de Cuenca, D. Miguel Payá, tuvo el alto honor de resumir el debate sobre la infalibilidad en un vigoroso discurso, tan claro, tan magistral y á tanta altura, que pudo ya desde entónces darse el punto por terminado, y los que áun deseaban hablar, retiraron sus peticiones.

(2) Así lo declaró el Sr. Sagasta en las Córtes, alegando que había empleados que no creían en Dios.

Setenta catedráticos nos negamos á jurar si no se ponía la fórmula "salvas las leyes de Dios y de la Iglesia,» con cuya condicion se permitía el juramento. Aun con ella se negaron á jurar algunos, entre ellos el acreditado escritor D. Juan Orti y Lara, el Sr. Puente Villanua y algunos otros Catedráticos y profesores de Instruccion primaria.

(2) El Sr. Arzobispo de Zaragoza fué el que tuvo mayor número de votos, como teólogo, para la Congregacion especial. Tambien formó parte de ella el Sr. Obispo de Jaen.

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El Papa, abandonado de todos, fué sitiado, y vió ocupada la ciudad santa por las tropas de Victor Manuel, teniendo que suspender el Concilio Vaticano cuando se aprestaba para importantes reformas canónicas. Prim y sus radicales eligieron un Rey para su uso particular, y el Duque de Aosta se resignó al cabo á la aceptacion de la Corona de España á ruegos de su mujer y de su padre. Herido Prim mortalmente por alevosa mano (27 de Diciembre), sucumbió tres dias despues. Esta fué la primera noticia que recibió D. Amadeo de Saboya al llegar á las aguas de Cartagena (30 de Diciembre de 1870).

Así concluyó aquel segundo horrible bienio, de ingrato recuerdo, y nefasto por mil conceptos.

§. 97.

Segundo período de la revolucion.-D. Amadeo de Saboya.

Otros dos años duró la efímera y desastrosa intrusion de D. Amadeo de Saboya. La guerra civil volvió á levantar su cabeza. Continuó la de las colonias y se preparó la socialista. La Iglesia no fué tan perseguida como en los dos años anteriores, pero fué desfavorecida de contínuo, y el clero gimió en la miseria y el desprecio por la cuestion del juramento.

Habíase organizado desde el año 1871 la preciosa asociacion titulada la Juventud católica, á imitacion de la que existía en Italia. Rápidamente, y con mucho fruto, se propagó por todas las provincias de España, enfervorizándose de ese modo los jóvenes católicos y honrados, y formando academias, en que se discutían puntos científicos con gran maestría. Bien pronto atrajo sobre sí las iras del Gobierno, y en Toledo y en otros puntos tuvo el honor de ser persèguida.

Aún fué más repugnante la conducta del Gobierno cuando el dia 18 de Junio de 1871 cometió la groseria y desacierto de oponerse al júbilo general, con que los católicos celebraron en toda España el vigésimo quinto aniversario de nuestro bendito Padre el Papa Pio IX (q. D. g.) En vez de asociarse á él

por cálculo, lo cual le hubiera quitado mucho de su espontaneidad é importancia, mirólo desde luego con ceñudo aspecto, al ver casi todos los balcones de la corte vistosamente engalanados, sin excitacion ninguna. Un bando amenazador del gobierno civil de Madrid anunció desde luego la saña de la revolucion, y fué preciso suspender por la tarde la procesion, por saberse que se preparaban sangrientas burlas y groseros atentados contra los que fueran en ella. En cambio se hizo con mucho aparato el entierro masónico de un periodista radical, y por la noche una banda de mendigos y sicarios pagados apedreó los balcones y obligó á que se apagase la bríllante iluminacion que lucía en ellos, sin que la autoridad lo impidiera. Entre tanto la masonería del rito escocés juraba sus nuevos estatutos en los salones que el Gran Oriente tenía en la calle de Luzon, con asistencia del Gobierno, de un edecan del Rey, de la embajada masónica de Prusia y de no pocos indivíduos del cuerpo diplomático.

Por aquel mismo tiempo una gran porcion del partido católico procedió á organizarse parlamentariamente para entrar en vias de accion. A fines de Mayo se había iniciado en Madrid una junta central, que tomó el título de católico-monárquica, bajo la direccion del Conde de Orgaz.

Desde entonces el catolicismo quedó dividido en dos campos: los del uno, aunque pocos, prefirieron el retraimiento á la ingerencia parlamentaria, y los medios pacíficos á los de fuerza, no esperando nada bueno de aquella ni de estos. Los otros, en mucho mayor número y más activos y fervientes, prefirieron la lucha parlamentaria, y esta como preludio de la guerra, que se miraba ya como inevitable. D. Cárlos estaba en la frontera de Francia: el Conde de Chambord desde Bélgica había hablado tambien al partido legitimista, enarbolando la bandera blanca de Enrique IV. La lucha era inminente (5 de Julio de 1871).

La Asociacion de católicos, aunque ya muy debilitada, todavía se atrevió á acometer la fundacion de una especie de universidad en Madrid, bajo el modesto título de Estudios católicos, y halló más de cuarenta profesores altamente idóneos, aunque tropezando con la escasez de recursos.

El año 72 principió con muy tristes auspicios. El dia 11 de

Enero se dió un decreto absurdo, declarando hijos naturales á los que fuesen habidos en matrimonio canónico y no civil. Poco despues (5 de Febrero) se suprimió el nombre de Dios en los documentos oficiales, á peticion de un juez de primera instancia, que hizo públicos alardes de ateismo.

A principios de Abril se hicieron las elecciones bajo la presion gubernamental revolucionaria; y el partido carlista, visto el mal éxito de ellas y la tiranía de esta, se lanzó al campo de batalla, el dia 21 de Abril, prévio un manifiesto de D. Carlos, que publicó la Junta católico-monárquica. Esta tuvo que disolverse en seguida y dejar su actitud parlamentaria. Serrano hubo de marchar á Navarra. Sorprendido D. Cárlos en Oroquieta escapó á duras penas (4 de Mayo), y la guerra civil pareció terminada por entonces por el convenio de Amoravieta, quedando reducida á varias guerrillas en las montañas de Cataluña.

En su viaje por las provincias recogió D. Amadeo desdenes populares y obsequios de oficio, despues de haber estado á pique de morir en Madrid de resultas de un atentado republicano, que la policía no quiso, ó no supo prevenir.

Cansado de los amigos aún más que de los enemigos, y luchando con la tripartita liberal, D. Amadeo decidió retirarse; y despues de algunas vacilaciones presentó su renuncia inopinadamente el dia 11 de Febrero de 1873. Reunidos el Senado y el Congreso se proclamó la república sin discusion. y atropelladamente y bajo la presion de las turbas, sin que los radicales supieran ó pudieran evitarlo.

§. 98.

Tercer período de la revolucion: atentados de la república contra la Iglesia.

Despues de dos años de monarquía en busca de Rey y de otros dos de monarquía democrática y'advenediza, faltaba todavía á la revolucion impía y demagógica el hacer ensayos de república en sus dos fases obligadas de anarquia y dictadura. En anarquía completa vivió durante el año 1873, y en dictadura, ó república de puro nombre, el año 1874.

La demagogia principió por insubordinar el ejército contra sus jefes, á fin de mandar sin freno alguno, sobre todo en Barcelona, que fué teatro de los más feroces atropellos y repugnantes bacanales. Desde principios de año había comenzado un nuevo levantamiento en Navarra y Guipúzcoa, y quedaron cortados los ferro-carriles. En Cataluña, el zuavo pontificio Savalls, que se habia sostenido durante un año con gran bravura y destreza, aumentó sus huestes en breve tiempo, de modo que pudo derrotar á sus perseguidores, quedando destrozado por completo el indisciplinado ejército de Cataluña. Los demagogos, cobardes delante de los carlistas, vengaron en los sacerdotes y en los templos aquellas derrotas, profanando las iglesias de Barcelona y prohibiendo todos los actos del culto, y hasta decir Misa y administrar el Viático á los moribundos. Los Ayuntamientos de Cádiz, Sevilla y otros puntos de Andalucia volvieron à cometer los atentados, que tan lucrativos habían sido para ellos dos años antes. A vista de tales desórdenes, los proletarios principiaron tambien á sublevarse contra los ricos propietarios de Andalucía y Extremadura, quemando cortijos y repartiéndose las dehesas. Así la Providencia enseña á los usurpadores de la propiedad colectiva de la Iglesia lo que arriesga la propiedad individual con tales desmanes. Hasta los Escolapios fueron expulsados de los colegios de Sabadell, San Lúcar y otros puntos, y los profesores del colegio de Salamanca fueron tambien dispersados á pretexto de ser Jesuitas. En varios puntos de Cataluña fueron asesinados piadosos é inofensivos sacerdotes, llegando al extremo de no poder usar el traje sacerdotal. Hasta el toque de campanas prohibió en las Provincias Vascongadas el general Nouvilas. ¡ Tal era el modo de entender la libertad y la tolerancia que tenían los republicanos españoles!

Despues de varias colisiones entre estos y los radicales, el general Serrano trató de recobrar el poder apoyado por los batallones de voluntarios de Madrid reunidos en la Plaza de Toros; digno teatro de sus antiguos motines y de su última afrentosa derrota. Los republicanos quedaron desde entonces dueños del campo (23 de Abril de 1873) y principiaron á preparar los anhelados cantones, convirtiendo á España en una tierra de taifas moriscas. El Sr. Figueras, Presidente de lo que

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