Sayfadaki görseller
PDF
ePub

cente y pública podía darse, que fuese decorosa al Sumo Pontífice... En cuanto a las fechas, parecia cosa irregular entrar en la disputa, si en cosas expuestas á los sentidos se debe mayor asenso á las conjeturas negativas de quien está ausente, ó á los testimonios positivos de tantos y tan veraces Archiveros Reales, que contestes han dicho en los tiempos pasados, y nuevamente afirman en el presente, que permanecen en los archivos Reales muchas bulas originales de que son copias aquellas mismas, sobre cuya existencia se duda modernamente, pretendiendo fundar la falsedad de sus fechas sobre una cronología sistemática; siendo así que las bulas en sí legítimas no tienen necesaria conexion con algun sistema cronológico, ahora sea del Cardenal César Baronio, ó de sus continuadores, tan frecuentemente reprobado por sus eruditos notadores...

>> Las otras excepciones, que el Santísimo Padre había opuesto á las bulas, se fundaban en las maneras de hablar, que por sí fueron arbitrarias en los expedicioneros, y ahora no deben considerarse opuestas á la verdad de lo que por medio de ellas se dijo, ni ai lenguaje que entónces se usaba, como resulta del cotejo con otras bulas anteriores ó posteriores, cuya legitimidad no está puesta en duda. Todas estas disputas son para escritores privados.»

El resultado fué que á la muerte de Felipe V los trabajos para el Concordato habían casi fracasado.

§. 16.

La cuestion de los libros de rezo (1).

El funesto monopolio concedido al Escorial por Felipe II, continuaba produciendo sus naturales frutos de pleitos, carestía y perjuicios á la industria nacional,

Los clamores del Clero hicieron pensar á Felipe V en que los monjes pusieran imprenta. Los pretextos en contra no

(1) Estas noticias están extractadas de las que publicó D. Francisco Navarro Villoslada en su periódico el Pensamiento español, en Noviembre de 1866.

podían sostener una discusion séria. Pero se acudió como siempre á deprimir lo propio para ensalzar lo ajeno, alegando que no había papel, que el que había era malo, y que los impresores españoles no sabían latin. Cuarenta prensas había entónces en Madrid. El fundidor Morales abastecía de cuantos tipos usaban los flamencos, y las imprentas de Sevilla, Barcelona y Valencia podían sostener la competencia.

Heridos, no sólo en sus intereses, sino en su amor propio los impresores, fundidores de letra y fabricantes de papel españoles, uniéronse al Clero aún más estrechamente de lo que estaban, para ayudarle á vencer en el terreno del arte y de la práctica, como había vencido en el de la razon y conveniencia.

Antonio Bordazar de Artazu, impresor del Santo Oficio en Valencia, se encargó de hacer una edicion de Misales y Breviarios, que habían de presentarse al Rey, como la mejor respuesta á los asertos del Prior del Escorial, y en 1728 puso nueve ejemplares de una y otra clase en manos del Arzobispo de Valencia, Gobernador del Consejo de Castilla. Habíanse estampado unos en papel español y otros del extranjero, y fueron acompañados con una razon de precios tan acomodados, que los primeros libros no salían á la mitad, y los segundos á la tercera parte de los precios á que vendía el monasterio. El cuaderno que se imprimió con la representacion y las muestras decía asi:

J. M. J.

Representacion humilde al Rey nuestro Señor y Manifiesto claro de la razor y justicia del Estado Eclesiástico de las dos Coronas de Castilla y Leon; por quien se propone á Su Magestad, para el bien público de estos reynos, lo que se discurre conveniente en órden á establecer en España la Imprenta de el Nuevo Rezado, como su Mag. lo ordena á los Cabildos en las Concordias de ambas gracias aprobadas por su Mag. y confirmadas por la Santa Silla Apostólica.»>

<«<La ofrece á los Reales piés de su Mag. el Doctor Don Francisco Lopez Oliver, Calificador del Santo Oficio de la Inquisicion de Murcia, Subcolector Apostólico de aquel Obispa

do, Prebendado de la Santa Iglesia de Cartagena, Procurador general del Estado Eclesiástico de su Diócesi, dos veces Visitador en ella, y tercera vez diputado en esta córte por el Arzobispo, Obispo y Dean y Cabildo de dicha Santa Iglesia de Cartagena.»>

Hay un grabado en cobre que representa á San Pedro. El sol en alto, y al rededor del cuadro esta leyenda: In libris liberi libertatem petimus. Un cuaderno en fólio, de 48 páginas, y la portada y dos páginas de muestras de letras para imprimir Misales y Breviarios, á saber: Gran cánon, etc.

En cuanto á la cuestion de papel, apareció que había entónces tres molinos en Cuenca, más de veinte en Capellades, Igualada, Figueras, Manresa y otros puntos de Cataluña. Habíalos además en Mallorca, Zaragoza, Valencia, Granada, Sigüenza, Segovia, el Paular, Valladolid y Toledo. Aunque muchos de estos eran de papel basto, más de diez trabajaban en fino. Algunas de las fábricas mencionadas iban mejorándose de tal manera, que ya competían con el floreto de Génova, el marquilla de Flandes y el imperial de otros puntos.

En cuanto á impresores ó cajistas latinos, Valencia sola, decía Oliver, tenía tantos como se necesitaban para la impresion de los libros de rezo.

Tantos esfuerzos de clases tan respetables y poderosas como la del Clero, ó tan necesitadas de proteccion y tan dignas de ella como las de impresores, fundidores y fabricantes de papel, no fueron bastantes á decidir al Rey Felipe V; y la resolucion de tan largo y complicado negocio en que no hubo supremo tribunal del reino que no entendiera, quedó aplazada para otros tiempos. Ello es, que en el año 1741, á peticion del Administrador general del Nuevo Rezado, se reprodujo la bula de Gregorio XIII para que ninguna persona pudiese introducir, imprimir, tener, vender ni usar Breviarios, Misales, Horas, ni otro libro del rezo antiguo, ni de los nuevamente mandados publicar, sin licencia del Comisario general de Cruzada y consentimiento y firma de dicho Administrador general. El Clero y la industria nacional quedaron derrotados, mas no por eso se dieron por vencidos.

Formóse por fin la Compañía de Impresores y Libreros del Reino, la cual, auxiliada del Clero, logró triunfar en el rei

nado de Cárlos III, obteniendo el privilegio de imprimir por fin en España las obras del Nucvo Rezado, segun decreto dado en Aranjuez á 3 de Junio de 1764.

Esta Real Compañía, no solamente imprimió estos libros, sino tambien otras muchas obras religiosas, ascéticas y canónicas, principalmente las más útiles y usuales de Benedicto XIV.

A ella se debe tambien esta segunda edicion de la Historia eclesiástica de España.

CAPITULO II.

FERNANDO VI, DURANTE SU PACIFICO REINADO, OBTIENE NUMEROSAS GRACIAS DE LA SANTA SEDE.

§. 17.

Carácter de Fernando VI y de sus Ministros.—Introduccion de la Masoneria en España.

A las camarillas alemana y francesa que se disputaban la explotacion de España á fines del siglo XVII, habían sucedido las otras dos camarillas francesa é italiana, que se apoderaron de la direccion del país durante los cinco primeros lustros, ó sea la primera generacion del siglo XVIII. Cansado de los negocios, se retiró Felipe V à la vida privada, dejando instalado en el trono á su hijo Luis I, que falleció medio año despues (1724). Con tan triste acontecimiento hubo Felipe V de volver al Trono, en vez de llamar á él á su hijo segundo Fernando VI.

No ofrecía éste las brillantes cualidades de Luis I. Pasaba por apocado, y como hijo del primer matrimonio, no era tan bien mirado como el Rey de Sicilia Cárlos III, Benjamin de sus padres. Casado Fernando VI con Doña Bárbara de Portugal, estaba rodeado de una camarilla portuguesa, que combatía al Ministro Patiño y las influencias francesas, aunque ya más decaidas, pues en el segundo período de su reinado (1724-1746) Felipe V fué más independiente que en el primero. Alma de la camarilla portuguesa era un fraile carmelita descalzo, llamado Fr. Manuel de San José, que había peleado como capitan de caballería á favor de Cárlos III de Austria, llamándose entónces D. Manuel Freire de Silva. En la historia secreta y picaresca se le conoce por el Duende crítico, título con que infernaba el palacio, introduciendo hasta en la ropa de los Monarcas sus acerbas sátiras (1736). Un fraile

« ÖncekiDevam »