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CAPITULO III.

LA IGLESIA DE ESPAÑA EN LA SEGUNDA MITAD

DEL SIGLO XVIII.-CARLOS III.

§. 23.

Carácter religioso de Carlos III.-Volterianismo de su corte.

En otros reinados el carácter del Monarca influía en la marcha de los asuntos eclesiásticos, al tenor de sus ideas; mas en el reinado de Cárlos III las ideas del Monarca nada tuvieron de comun con la marcha de los negocios. El Monarca era profundamente religioso, prudente, justificado en sus resoluciones y de conducta muy honrada, en términos que, durante su larga viudez, la corte fisgona que le rodeaba no tuvo ocasion de achacarle ningun desliz. Algunos biógrafos han pintado á Carlos III como hombre, no tan sólo religioso, sino más bien supersticioso, aduciendo como testimonio de ello su apego fanático á las oraciones que le había dado siendo niño un donado del convento de San Francisco de Sevilla, llamado el hermano Sebastian del Niño Dios, el cual le vaticinó que llegaría á ser Rey de España. Cuando Cárlos III vió cumplido aquel pronóstico, creyó de todo punto la santidad del hermano Sebastian, y encargó que se gestionase en Roma para obtener su beatificacion (1).

Mas fueran las que se quisieren la devocion y religiosidad del Rey, es cierto que su reinado fué poco favorable para la Iglesia de España, por la poca ó ninguna religion de algunos de sus Ministros. El Conde de Aranda vivía en relaciones intimas con D'Alembert, Condorcet y el abate Raynal; los en

(1) William Coxe: España bajo el reinado de la casa de Borbon (tomo IV, pág. 194). El autor, á fuer de protestante, recarga el cuadro, y habla de esta materia y de todas las eclesiásticas con malignidad.

HISTORIA ECLESIÁSTICA DE ESPAÑA.

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ciclopedistas le embriagaban con su incienso, y Voltaire en un arranque de entusiasmo suspiraba por media docena como él para regenerar á España. Voltaire no tenía razon en esto: en la corte de Cárlos III había algunas docenas de hombres como el Conde de Aranda, y quizá llevaban su aversion á la Iglesia aún más allá que la llevara aquel. Cuando se celebró el autillo de D. Pablo Olavide, se hizo que asistieran á él, de órden del Inquisidor general, sesenta indivíduos de la grandeza, Consejos y el ejército, por via de leccion y amenaza. Fernando VI, de ménos talento que Cárlos III, había logrado ser dirigido por Ministros tan entendidos como piadosos, salva alguna excepcion. El célebre Ensenada, cuyo nombre es tan popular y grato en España, era hombre religioso y de puras intenciones. No tuvieron aquella suerte Cárlos III ni Cárlos IV. Aun los mismos ministros que tenían ideas algun tanto religiosas, como Campomanes y Floridablanca, las oscurecían con un regalismo tan exagerado, que convertía la Iglesia en una oficina del Gobierno. El confesor de Cárlos III, el célebre P. Joaquin de Eleta, Obispo de Osma, tampoco tenía el talento necesario para dominar aquella situacion, y no pocas veces sirvió de instrumento á los planes de los que entónces se llamaban filósofos, los cuales á su vez han puesto harto en ridiculo la credulidad del buen fraile gilito, que dirigía la conciencia de Cárlos III (1). Este Monarca por su parte no dejó influir al confesor en la política, como lo habían hecho sus antecesores; y así es que la influencia de que pudo gozar se concretó á las materias religiosas y á los asuntos de la Iglesia en la parte personal.

La expulsion de los Jesuitas, la causa del Obispo de Cuenca, los principios de la desamortizacion eclesiástica, las luchas

(1) Fraile ignorante y fanático, le llama Coxe (tomo IV, pág. 449), amante de toda supersticion y defensor ardiente y exagerado de la Inquisicion. Este retrato, como cási todos los de personas religiosas que traza aquel protestante, son muy exagerados y rebosan malignidad impía. Continúa el mismo diciendo: «La filosofía, que derramaba torrentes de luz del otro lado de los Pirineos, podía contar con los ministros de Carlos III.»

En la fraseología volteriana la palabra filosofía significaba cási siempre masonería y siempre impiedad.

TOMO VI.

В

con la Santa Sede y las transacciones verificadas con ésta, forman de este conjunto una época notable para la historia eclesiástica de España. Los escritores que han tratado del reinado de Cárlos III, ó bien han dado poca importancia á estas medidas religiosas, ó las han ensalzado hasta las nubes, segun que los biógrafos, ó no tenían religion, ó tenían poca. La expulsion de los Jesuitas era suficiente para subsanar á los ojos de ellos cualquiera otro desacierto que se hubiese cometido durante su reinado. Mas las personas religiosas y afectas á la Iglesia, si bien respetan la piedad y buenas cualidades de Cárlos III, están muy lejos de darle hoy en dia el título de Grande, que le han regalado, muy de barato, los políticos liberales, ó mejor dicho, anticatólicos.

§. 24.

La Inquisicion en tiempo de la casa de Borbon.

Felipe V había venido á España prevenido contra la Inquisicion, como lo estaban todos los extranjeros; mas á pesar de

eso el astuto Luis XIV había tenido cuidado de recomendarle que conservara el Santo Oficic, como medio de tener à España en paz. Preparóse un auto de fe para obsequiar al Rey, pues habían llegado los autos á ser un obligado de todas las fiestas régias, como los toros y los fuegos artificiales. Felipe V se negó por primera vez à concurrir á ellos; más adelante se le vió asistir á uno (1720). La Inquisicion continuó celebrando sus autos periódicamente, como en los dos siglos anteriores: así es que durante el largo reinado de Felipe V se celebraron muchos autos de fe, en los cuales fueron quemados algunos judíos y moros; los demás fueron castigados con penas menores: eran en su mayor parte blasfemos, bigamos, hechiceros y brujos. Uno de los autos más célebres del tiempo de Felipe V fué el de las monjas de Corella (1743), varias de las cuales habían incurrido en las torpezas del molinosismo, seducidas por un malvado lego llamado Fr. Juan de Longas. La verdad de lo que allí hubo no se ha podido averiguar todavía; si bien parece que se procedió con demasiada prevencion por herir al Instituto á que pertenecían. Cási todas ellas estuvieron nega

tivas, á pesar del tormento. De los frailes ninguno confesó, á pesar de la tortura, y de tener alguno de ellos setenta y tres años (1).

Poco fué lo que se hizo contra la masonería. La Inquisicion de Madrid capturó entre otros á un francés, fabricante de hebillas, llamado Mr. Tournon, que había tratado de ganar á los operarios de su fábrica. Confesó ser católico, y que esto no obstaba para ser mason. Condenósele á un año de reclusion, durante el cual se dedicaría á lecturas piadosas y aprender la doctrina cristiana: pasado el año se le expulsó de España. Las lógias francesas le acogieron como un mártir (2).

Pero el auto más ruidoso de aquel tiempo fué el del americano D. Pablo Olavide, el célebre director de las colonias de Sierra Morena. Casado con una viuda que había heredado á dos capitalistas, consiguió entregarse en Madrid á todos los placeres del lujo más refinado, montando su casa á la francesa, y poniendo en ella un teatro donde se representaban óperas y zarzuelas, á que concurría lo más notable de la corte. En su tertulia se vertían las ideas más avanzadas contra la religion. Por otra parte, al encargarse de plantear las colonias de Sierra Morena, admitió protestantes suizos, contra la expresa prohibicion del Rey, y solía hablar entre ellos con demasiada ligereza acerca de los ayunos, rosarios, sufragios por los difuntos, y otras prácticas religiosas. Acusóle á Cárlos III el mismo P. Eleta (segun se dice), y se le prendió (1776) por la Inquisicion de Sevilla, donde estaba de Asistente. Dos años duró el proceso; se examinaron setenta y dos testigos, y se le acusó de 166 proposiciones heréticas: bien es verdad que muchas de ellas eran impertinentes (3). Celebróse

(1) Sé por buen conducto, que estando uno de ellos moribundo en su convento de Zaragoza, protestó, por el Dios que acababa de recibir y que le iba á juzgar, que estaba inocente de todo aquello por lo que se le habia castigado. Llorente da noticias de aquel proceso.

(2) Claver: Historia de la francmasonería.

(3) Tales eran la acusacion de haber defendido el sistema astronómico de Copérnico, el haber prohibido que se tocasen las campanas en las iglesias coloniales durante la peste por no abatir los ánimos de los colonos, y otras varias disposiciones á este tenor, á las cuales se dió torcida interpretacion; mas algunas otras, que se le probaron, eran verdaderamente heréticas.

auto de fe secreto, y el Inquisidor general D. Felipe Beltran, Obispo de Salamanca, le eximió de varias humillaciones, en atencion á sus servicios anteriores: condenósele á ocho años de encierro en un convento, sin leer más libros que el Símbolo de la fe del P. Granada, y el Incrédulo sin excusa del P. Señeri, añadiéndose á estas otras varias penas civiles. Al cabo de dos años logró escapar á Francia, no sin connivencia de la corte. Los enciclopedistas le recibieron en triunfo, y se desataron en invectivas contra el gobierno español, en términos que agraviado éste pidió la extradicion; mas al írsele á prender le avisó oportunamente Mr. Colbert, Obispo de Rodhez, llevado del ódio que todo el clero francés profesaba á la Inquisicion. Echóse poco despues en brazos de la revolucion francesa; pero á vista de las horribles matanzas de París, y perseguido él mismo durante la época del terror, solamente halló consuelo en su olvidada religion. Sinceramente arrepentido, escribió la preciosa obra titulada El Evangelio en triunfo, que le valió la proteccion del Cardenal Lorenzana, Inquisidor general, á la cual debió el volver á España (1798), donde pasó los últimos años de su vida escribiendo varias obras religiosas, entre ellas los Poemas cristianos, cuya versificacion en general es bastante lánguida.

Además de estos procesos, fueron notables los de algunas beatas embusteras, á quienes castigó la Inquisicion por encubrir con supuestos milagros su vida licenciosa: hubo entre ellas dos célebres, una en Valencia y otra en Cuenca. Los autos de fe públicos en tiempo de Fernando VI solamente fueron cuatro, y en ellos hubo 170 penitenciados y 10 relajados: en el de Cárlos III apenas llegaron á 10 los autos, y en ellos 56 penitenciados, de los cuales cuatro solamente fueron condenados á las llamas. Infiérese de aquí que la Inquisicion en sus castigos siguió la marcha de los tiempos, quemando y castigando con terribles penas, cuando en toda Europa se quemaba y prodigaban horribles suplicios por causas políticas, y áun á veces por motivos religiosos entre los protestantes. Pero segun que fueron cundiendo en el foro ideas más benignas y templadas, la Inquisicion fué modificando y suavizando las suyas, al tenor de lo que hacían los tribunales civiles.<<<Hasta los mismos inquisidores de las provincias (dice Llo

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