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prometa traer lo mas á menudo posible á su jóven mujer entre sus amigos de Inglaterra. Ahora quisiera dirigir mis votos á la casada; pero ¿qué desear á una jóven nacida y casada en una familia que ha encontrado la lámpara maravillosa de las Mil y una noches? ¿Con ese poder mágico, qué caprichos, qué deseos no podrán satisfacer sus parientes y su marido? ¿Y si el corazon de la jóven permanece, como lo creo, en medio de los placeres del mundo, siempre bueno y piadoso, qué necesidad tengo yo de formular un deseo? ¿Acaso sus dos escelentes madres no la han enseñado ya como cuando se trata de hacer el bien, la mano mas pequeña puede ensancharse lo bastante para entrar en las arcas siempre llenas? Pero ya que no puedo formar ningun deseo que no haga supérfluo el talisman de Aladino, tengo que sacar uno del mundo de las quimeras; pero no por eso deja de ser natural y realizable, y es que la novela de la jóven se continúe como acaban los cuentos de las hadas. Me detengo, no quiero retardar mas el brindis que se espera: "A la señora baronesa A. de Rotchschild."

CAPRICHO INGLES.

De un periódico de Ultramar, copiamos:

"Escriben de Roma lo siguiente: "El 3 de Marzo por la noche, los numerosos ingleses residentes en esta ciudad, han hecho iluminar á sus espensas las ruinas del coliseo con antorchas y fuegos de Bengala. El efecto era grandioso. Entre las muchas personas que asistian á este magnífico espectáculo, se encontraba el rey Maximiliano de Baviera. La iluminacion ha costado 6,000 thalers."

MAS SOBRE ROMA.

Leemos en el mismo periódico:

"El domingo 11 de Febrero tuvo lugar en Roma la fiesta anual denominada de las lenguas. Hablaron ó cantaron 49 alumnos de la propaganda, tomando por tema la aparicion del Salvador del mundo, en los idiomas siguientes: hebreo, caldeo, sirio, árabe, armenio, chino, georgiano, persa, kurdo, indostan, bengalés, turco, en las lenguas de los koptos, de Tébas y Menfis, del Sudan, en griego antiguo y moderno, en latin, frances, español, portugués, italiano, inglés, escoces, irlandés, aleman, holandés, islandés, danés, ilirio, albanés, polonés, húngaro, válaco, ruteniense; y finalmente, de Oceanía en los dialectos de Uvea y Futuna.

"-Escriben de Roma el 26 de Febrero: "Ayer ha tenido lugar en la capilla Sixtina la ceremonia de ceniza. S. S., despues de haber recibido los homenajes de los cardenales, recibió la ceniza que le fué administrada por el cardenal gran-penitenciario. Habiendo sido conducido en ceremonia el sacro colegio, se prosternó ante el gefe supremo de la Iglesia católica, para recibir la ceniza que nos recuerda que somos mortales. S. M., Maximiliano II, rey de Baviera, que asistia á la ceremonia, tomó parte en ella. Despues de este acto de piedad, el Soberano Pontífice continuó administrando la ceniza á los obispos, arzobispos y prelados, á S. E. el príncipe, al magistrado romano y á varias personas del cuerpo diplomático."

Por las noticias.-FRANCISCO VERA.

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ESTABLECIDO EX PROFESO PARA DIFUNDIR

LAS DOCTRINAS ORTODOXAS, Y VINDICARLAS DE LOS ERRORES DOMINANTEL

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ToDo el que observe con ojos imparciales el movimiento de las revoluciones modernas, hallará en ellas una inclinacion decisiva á separar al Estado de la Iglesia, ó á lo que en la fraseología filosófica se llama emancipar el espíritu humano. Esta inclinacion, contraria á los sentimientos mas nobles del hombre, y á sus mas imperiosas necesidades, preciso es que lo conduzca de paso en paso, y de consecuencia en consecuencia, á la degradacion y al embrutecimiento. Arrancado el ánimo, á su pesar, de todo lo que ennoblece el espíritu, y apegado mecánicamente á la materia, se envilece y anonada.

La religion cristiana revela al sér racional los altos fines para que ha sido criado, lo pone en contacto con la Divinidad, y en relacion con

LA CRUZ.-TOMO V.

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el cielo; ilustra su entendimiento, rectifica los actos de su voluntad, y depura los sentimientos de su corazon: por esto los firmes creyentes son los mejores ciudadanos.-No hay accion verdaderamente grande, de esas que tanto ilustran los tiempos modernos, en comparacion de los antiguos, que no tenga su orígen en las máximas sagradas del Evangelio. Conocen las sociedades presentes virtudes que no conocieron las pasadas: tales son entre otras la humildad y la modestia, que tanto han contribuido á dulcificar las costumbres.

Si miramos esta cuestion en general, ¡de cuántos bienes no es deudor el mundo todo á la religion católica! Ella suavizó las costumbres feroces de los bárbaros que invadieron el imperio romano: formó de los restos de éste, naciones que crecieron á su sombra y se ensancharon y dilataron con gloria hasta las regiones mas remotas: abolió la esclavitud, y dió estabilidad y paz á las familias, haciendo perpetuo el matrimonio, y dando dignidad á la mujer, á quien levantó de la abyeccion de sierva á la dignidad de señora: conservó las letras antiguas en los monasterios, y mantuvo la enseñanza de las ciencias en el tranquilo retiro de los claustros: combatió los errores que eran no solo contrarios á la fé, sino enemigos de la sociedad, fijando ademas innumerables cuestiones, del mayor interes, para el régimen de las costumbres y el gobierno de los pueblos, en las obras de los Padres y escritores eclesiásticos; monumento sublime de la ciencia humana, basada toda en los principios eternos é inmutables de la divina: formó en el derecho canónico un cuerpo de disposiciones y doctrinas el mas propio no solo para el régimen de la Iglesia, sino para el bienestar de las naciones, pues que reflejándose el espíritu de las leyes eclesiásticas en las civiles, difundieron verdades que antes se ignoraban, é inspiraron sentimientos que no se conocian. Inculcó y generalizó la Iglesia en las verdades fundamentales de la fé, principios fecundos de amor, de vida, de concordia y de mutua benevolencia, producidores de los copiosos frutos. Al demostrar que el universo no es obra del acaso, sino de una suma Providencia, confudió el fatalismo y destruyó el baluarte mas firme del crímen: al enseñar, que todos los hombres son hermanos é hijos de un padre comun, estableció la verdadera igualdad, sin destruir con ella las gerarquías sociales, indispensables para conservar el órden civil y moral del mundo: al predicar una ley de caridad, abrió las fuentes de la beneficencia, cubriendo la tierra de asilos y de establecimientos, en que se alimenta al niño, se abriga al anciano, se cura al enfermo, se remedia al necesitado, se consuela al triste y se da piadosa sepultura al muerto. Los templos resplandecieron con los sacrificios y pompas sagradas, los claustros resonaron con las músicas y cánticos devotos, se abrió en las aulas un espacioso campo á los ingenios, y hasta á las soledades mas remotas y á las tribus mas apartadas, llevaron el monje y el misionero conocimientos, alivios y consuelos, tanto mas valiosos cuanto menos esperados. La unidad de la fé llamaba al género humano, no á la unidad política que es imposible, pero sí á la unidad moral, y con ella á la de relaciones é intereses, para formar de todos los hombres una sola familia. La guerra comenzó desde entonces á aplacar sus furores, y se adoptaron reglas que la contuviesen en cier

tos límites: el prisionero no fué ya esclavo: cesó el derecho de vida y muerte en el vencedor sobre el vencido: el esterminio de las ciudades se tuvo por barbarie, y las ofensas á sus inermes habitantes por insulto á la naturaleza. Volúmenes enteros serian necesarios para referir los beneficios que ha hecho la religion á la sociedad, entrando en cotejo de lo que ésta era antes y de lo que ha sido despues: de las preocupaciones que en ella se han estirpado y de los errores que se han destruido. La materia es inmensa, y nuestra pluma demasiado pequeña para medir uno solo de los innumerables puntos que contiene.

Ahora, si de esa generalidad, verdaderamente asombrosa, descendemos á las particularidades de nuestro suelo, ¡cuántas nuevas maravillas se presentan en él! Es necesario ser ciego, no solo del entendimiento, sino del corazon, para desconocer que todo lo bueno, útil y grande que existe en México, se debe esclusivamente al cristianismo. Materia es esta que hemos tocado varias veces, sin que hasta ahora, se hayan desmentido nuestros asertos. ¿Ni cómo pudieran desmentirse, si están fundados en los hechos incontrovertibles de la historia y en monumentos imperecederos, que existen actualmente? Tantos templos consagrados al verdadero culto, tantas ciudades fundadas en campiñas risueñas, ó á la orilla de las rios que corrian antes por espantosas soledades: los campos abiertos á la agricultura, los puertos al comercio, las minas derramando sus tesoros, y cubriendo de plata y oro la superficie del mundo: la sonora lengua castellana haciendo consonancia á los idiomas aborígenes, y estos reducidos repentinamente á formas gramaticales: leyes humanas fijando con justo equilibrio los destinos de vencedores y vencidos, já quién se debió todo esto? ¿A quién, sino á la religion católica? El protestantismo envidioso no pudo hacer otra cosa que arrojar al mar escuadras de filibusteros, que devastasen las costas de las pacíficas colonias, derramando en ellas el luto y el espanto. La religion, finalmente, fué el elemento mas poderoso, que obró en la consecucion de nuestra independencia, y ella seria la base mas firme para establecerla y perpetuarla, uniendo á los habitantes de México bajo una sola bandera.

De cualquier modo que se examine esta cuestion resulta, que el influjo de la religion y de la Iglesia, en los gobiernos políticos, ha sido á estos sumamente ventajosa; y que cuantos respetos y consideraciones se han tributado á los lugares sagrados, á sus ministros y los bienes que les estaban consignados, sobre tener el carácter de remuneratorios y por lo mismo de rigurosamente justos, refluian en doble provecho de la sociedad.

Ahora que la gran revolucion irreligiosa, iniciada en Francia á fines del siglo pasado, se estiende desgraciadamente por una gran porcion del mundo, el Estado hace casi en todas partes guerra á la Iglesia, á quien trata como enemiga, y contra quien emplea todo género de hostilidades. De aquí nace ese espíritu de libertad en materias religiosas, y el desenfreno de la prensa impía, la cual embiste enfurecida contra las cosas sagradas: el dogma, la disciplina eclesiástica, las tradiciones son objeto de sus tiros, derramando á manos llenas la burla y el sarcasmo. ¿Pero quién no ve, que otro tanto hace contra los gobiernos, contra las

costumbres, y contra las leyes mas dignas de respeto. Las sociedades actuales se encuentran en un estado angustioso de perplejidad é incertidumbre, en una fiebre delirante, que acabará por agotar sus propias fuerzas, y reducirlas á una triste decrepitud.

y

Se debilita cada vez mas la fuerza poderosa, que antes ejercia la moral cristiana, tomada de los preceptos del Evangelio: ellos determinaban las decisiones de los gobiernos, y las sentencias de los tribunales: influian en las costumbres públicas, y la sociedad entera hacia gala de llevar en su frente y en sus obras la señal sacrosanta de la cruz. Relajados esos vínculos, tan fuertes como suaves, los delitos crecen, en esos mismos pueblos que se llaman cultos, con una rapidez asombrosa; y no es solo su número el que llama la atencion, sino su deformidad circunstancias agravantes. Los divorcios son tan comunes, como lo eran en otro tiempo los matrimonios felices: las afecciones de familia desaparecen entre las olas de una vida continuamente agitada: un lujo, inconsiderado en sus proyectos y quimérico en sus cálculos, absorbé en pocos dias los bienes acumulados en muchos años: los asesinatos y los envenenamientos, ofrecen un desenlace comun, á miles de situaciones complicadas; y el suicidio viene con frecuencia á poner un término horrible á los autores de los mas espantosos atentados. No se trata ya de levantar templos, porque la fé se ha entibiado, sino cárceles y penitenciarías, porque el crímen exige grandes asilos. No hay castigo para él, porque el espíritu filosófico ha contaminado la legislacion criminal, é invadido en no pocas partes los tribunales. Se erige la insubordinacion en sistema, y hay necesidad de levantar inmensos ejércitos, que devoran la sustancia de las naciones, multiplicando indefinidamente sus deudas, y añadiendo dificultades sin término á sus compromisos.

Aumentan los pueblos el número de sus legisladores, pero tambien acrecen el de sus leyes, formando con ellas un laberinto oscuro y complicado, imposible de definir y comprender. La accion de la justicia, demasiado lenta ya por las causas que hemos indicado arriba, se acaba de embotar, y los tribunales quedan como testigos mudos de la ruina de innumerables familias.

Estos males y estos peligros, débilmente bosquejados, toman en nuestra patria otras formas infinitamente mas amenazadoras. ¿Qué cosa es nuestra sociedad? ¿de qué elementos se compone? ¿qué principios encierra? ¿Son todos principios de union y de concordia, ó los hay tambien disolventes, que luchan entre sí por separarse, y para hacerse despues una guerra cruel, devorándose unos a otros? Las constituciones políticas, que hasta ahora se han publicado, succediéndose con mas o menos rapidez, espresan en esta parte lo que las constituciones de moda ya conocidas, esto es, un bello ideal al pueblo, á quien consideran conforme en ideas, y concorde en opiniones. ¿Pero es esta la verdad?

Afortunadamente no lo es, porque el espíritu filosófico quisiera hacer á todos los hombres indiferentes á la religion, y esto es imposible: el hombre es naturalmente religioso. El ateismo, último término de esa emancipacion del entendimiento, cuya propaganda se predica, es una ceguera

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