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sar los beneficios recibidos del predestinado para el bien de nuestra Iglesia.

"Empero, cosa es muy cierta que para su engrandecimiento, el ilustrísimo prelado necesita de la cooperacion del venerable cabildo eclesiástico, y de rentas, que podrán proporcionar los deudores, satisfaciendo, como es muy debido, sus créditos. Por estos medios no habrá obstáculos que detengan en su marcha el celo apostólico del prelado."

NOTICIAS DEL ESTRANJERO.

INCONVENIENTES DE LA TOLERANCIA DE CULTOS.

Leemos en un periódico de Paris:

"Nuestra correspondencia de Alsacia nos refiere que causa impresion el ver á los protestantes desarrollar en nuestras provincias del Este una actividad de propaganda que no se esplica por sus solas fuerzas y su celo. Se les ha visto en otra época deslizarse sucesivamente en nuestras pequeñas aldeas de la Alsacia, vírgenes del culto protestante, y atraer correligionarios de todos los paises y de todas las confesiones; manifestar la espresion de sus fingidas dolencias por medio de la prensa alemana, en las agencias administradoras, y, gracias á la complacencia de estas oficinas, obtener todas las concesiones y todos los favores que pudieran desear. Exigiendo la ley que para el establecimiento legal de un culto en una ciudad donde aun no hay correligionarios, se consulte la opinion de la mayoría, se hacian las consultas regularmente á los consejos municipales; el resultado de estas consultas fué casi siempre desfavorable y acabaron por no hacerse. Parece, sin embargo, que la opinion de la mayoría, de una mayoría manifiesta, colocada frente á una minoría imperceptible y que data de ayer, debia tomarse seriamente en consideracion. El legislador, al mandar que se oiga la opinion general cuando se trata de autorizar el ejercicio público de un culto estraño hasta entonces á una localidad, supone sin duda que hay casos en que es preciso no sobajar gratuitamente la opinion de la mayoría, molestarla en su culto y dotarla de un elemento que no es ciertamente de paz y de union. Todo esto fué olvidado. Se trataba entonces de crear un contrapeso á la accion de la Iglesia, y se creyó haber encontrado los elementos en aquellos 800,000 protestantes, luteranos, calvinistas y reformados que se han desparramado en el suelo de Francia. Así es que se vió como se levantaban sucesivamente templos en Sschlestadt, Saverne, y Benfeld, ciudades todas católicas. En vano se formulaban las reclamaciones mas fundadas contra aquellas creaciones inútiles. Las oficinas administradoras están ligadas con los miembros ardientes de la secta; las quejas de los católicos fueron sofocadas, y aquella obstinacion en contra de ellos y en favor de los protestantes, los ha desalentado en estremo."

Por las noticias.-FRANCISCO VEKA.

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ESTABLECIDO EX PROFESO PARA DIFUNDIR

LAS DOCTRINAS ORTODOXAS, Y VINDICARLAS DE LOS ERRORES DOMINANTES

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En los tres artículos que preceden al presente, hemos impugnado un impreso de Morelia, contra las circulares diocesanas, y en éste nos dirigimos principalmente á otro escrito, publicado en esta capital hace pocos días con el título de Apuntamientos sobre el derecho público eclesiástico; pero como muchos periodistas del partido liberal, hayan tomado por su cuenta la tarea de deprimir á la Iglesia, ya reproduciendo bajo diversas formas unas mismas especies, ya repitiéndolas testualmente, hasta el fastidio, nosotros nos ocuparémos ahora no tanto de contestar minuciosamente al autor del segundo opúsculo citado (á quien se han dado y se siguen dando cumplidas respuestas en los suplementos á los números de nuestro periódico y en el cuerpo de él), como de esten

LA CRUZ.-TOMO V.

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dernos en algunas reflexiones sobre el régimen eclesiástico, poniendo de manifiesto la incompatibilidad que hay entre la doctrina pura y santa de la Iglesia relativa á su gobierno, y las máximas viciosas de una filosofía estraviada y de una política insensata.

Rebatidos victoriosamente los Apuntamientos de que hemos hecho mencion, nuestras presentes reflexiones no los seguirán paso á paso, sino que correrán con libertad por otra senda, ya examinando, aunque sea de paso, la naturaleza del gobierno eclesiástico, ya parando la atencion en las condiciones del civil, ya fijándonos en las consecuencias que emanan de los principios de los regalistas, adversarios disimulados de la Iglesia. Es axioma seguro, que cuando una doctrina, llevada á sus últimas consecuencias, da resultados viciosos, la doctrina es falsa. El regalismo no puede resistir á este exámen. El comienza por subordinar la autoridad espiritual á la temporal, trastorna el órden de la Iglesia, suplanta una autoridad á la otra, y acaba por atacar descaramente á la religion abriendo de par en par las puertas á la impiedad.

La doctrina santa del cielo ha sido constantemente perseguida por la política miserable de la tierra. Esta lucha es perpetua, y lo será hasta el fin de los siglos. La razon descarriada y las pasiones corrompidas, llevarán siempre á mal una ley que las sujeta, que las modera, y que no las permite en ningun caso entregarse á escesos en que encuentran millares de atractivos. Unas veces la falsa filosofía reclama en favor de la razon derechos que nadie usurpa, abusa del raciocinio, se entrega á vanas especulaciones, y acaba por perderse en un laberinto de ideas, de suposiciones y de sistemas incoherentes, que nada enseñan y nada esplican: otras una política desdeñosa busca su apoyo, no en la buena y recta moral, nacida de los dogmas revelados, sino en otra moral, vaga, incierta, caprichosa, acomodada á tal ó cual sistema que lleva en sí el sello de su destruccion; y no pocas la anarquía, esquivando todo exámen, dicta resoluciones atroces, confundiendo en ellas lo sagrado con lo profano, y causando en la sociedad horribles estragos.

Este espíritu de rebelion ha venido tomando en cada siglo diversas faces. Fecundo en ideas falsas y en principios disolventes, presenta sucesivamente, de unas generaciones en otras, caracteres distintos y pretensiones encontradas, ya adulando á los monarcas cuando los monarcas pudieron servirle; ya á los nobles, cuando los nobles le dispensaron su proteccion; ya á los pueblos, cuando los pueblos se entregan al desenfreno. Por eso vemos con asombro, citar en favor de la anarquía presente doctrinas fraguadas para consolidar el despotismo pasado, y atribuir al pueblo en masa, prerogativas que antes se atribuyeron á los reyes. El error será, en último resultado, consecuente con sus principios: así como degolló á los reyes y á los nobles, despues de haberlos lisonjeado servilmente, así hará grandes matanzas en los pueblos y sujetará sus restos á dura servidumbre, despues de haberlos constituido soberanos. La revolucion francesa, que es el ejemplar que admiran y que imitan nuestros revolucionarios del dia, da una idea de la dicha á que pueden aspirar los pueblos con la soberanía y la libertad que ella les brinda.

Desde que Lutero publicó sus tésis, concretando como en un foco la

impiedad y la insubordinacion de los siglos anteriores, esa falsa política, comenzó á germinar con fuerza. Sacaron inmediatamente los anabaptistas sus postreras consecuencias, pero siendo débil todavía el protestantismo, y necesitando de la ayuda de los grandes y de los nobles para asegurar su triunfo, se apresuró á esterminar, con inauditas crueldades, á sus mas zelosos partidarios, á aquellos que supieron mejor que nadie llegar al término de la enseñanza que nuevamente se les daba. La herejía se disfrazó de varios modos y cambió sus formas hasta lo infinito. El zelo y la defensa de las prerogativas reales, fué uno de los medios de que se valió con mas fruto para lograr sus miras. En unas partes hizo á los reyes papas, desconociendo descaradamente la autoridad pontificia, y en otras, aparentando al poder eclesiástico un fingido respeto, se esforzó en someterlo al civil, envileciéndolo y anonadándolo á título de una falaz proteccion.

La impiedad no ha caminado sola en esta empresa, sino que ha contado con poderosos auxiliares. Tres de ellos son los mas notables: el primero es el jansenismo, secta esencialmente hipócrita, que tomando el fatalismo por base disimulada de sus acciones, hace una guerra constante á la autoridad, bajo las fórmulas de una mentida obediencia: la segunda el regalismo, que dió á los príncipes una autoridad incompetente en las cosas sagradas. Aquel se encargó de introducir la herejía, este otro de preparar los ánimos al cisma. El tercero fué el galicanismo, que á trueque de establecer libertades privadas en ciertos paises, menoscabó la libertad uniforme de la Iglesia universal. La impiedad ha presentado al fin su deforme rostro con inconcebible descaro, y burlándose de sus aliados los ha alejado de sí, lanzándolos á paises distantes en que aun pueden prestarle auxilio, para dar cima á las revoluciones religiosas, que tiene iniciadas en ellos. De esta manera se esplica, por qué en las Américas españolas, se valga la revolucion de medios que no se conocen en los paises que ellas mismas se proponen por modelo. Los liberales de México, por ejemplo, apelan al patronato y á todas las chicanas de la regalía, para igualar, segun ellos mismos pregonan, esta República con la del Norte, donde tales especies serian inauditas é incomprensibles.

Los autores de tales doctrinas no reconocen en ellas el verdadero carácter de la Iglesia. Los regalistas, principalmente, se han empeñado en equiparar la potestad eclesiástica á la civil, formando de ambas dos poderes enteramente iguales en el nombre, aunque desiguales en la sustancia, puesto que de consecuencia en consecuencia vienen á subordinar la jurisdiccion sagrada de la Iglesia á la jurisdiccion profana de los príncipes, poniendo el altar á los piés del trono, y el depósito de las cosas sagradas en las arcas del erario. La desigualdad que realmente hay entre ambos poderes (que sin duda es bien grande) está toda en favor del eclesiástico, ya se atienda al orígen de donde procede, ya á los objetos á que se dirige, ya á los fines que se propone, ya al tiempo y á la estension que abraza, ya al influjo saludable que ejerce. Igualar el derecho civil con el canónico, es comparar un diamante de gran valía con una piedra comun, y sobreponer el primer poder al segundo, es un contraprincipio y un absurdo.

Ante todo es necesario formarse una idea clara y precisa de la religion y de la Iglesia. ¿Qué es la religion? Si atendemos á su etimología, es un pacto entre Dios y el hombre, por el cual quedan ambos ligados: éste para cumplir con sus preceptos, y aquel para darle el premio ofrecido. La religion es bajo este aspecto el pacto mas solemne, mas augusto y mas sagrado, con que pueda estar ligado el hombre; el que ennoblece su naturaleza, el que la sublima y levanta sobre una esfera infinitamente superior á sus conocimientos groseros, á sus aspiraciones materiales, y á sus deseos nunca satisfechos con los placeres y riquezas de la tierra. Si nos fijamos en su esencia, la religion es un conocimiento verdadero de la única y verdadera divinidad, y del culto que debe tributársele, unido á una voluntad firme de cumplir con este sagrado deber. Es el vínculo que une á Dios con el hombre, al Criador con la criatura, y la que inclina á ésta á obedecer sus leyes, y á tributarle homenajes de amor y de reconocimiento, de sumision y de temor, de confianza y afecto filial, confesando su bondad y sus perfecciones infinitas. Los deberes que ella impone, son por su propia naturaleza superiores á todas las obligaciones de la carne y de la sangre, á todos los preceptos humanos, á todas las relaciones civiles, á la patria, á los gobiernos, á las consideraciones políticas, en suma, á cuanto hay y á cuanto existe sobre la tierra, por grande y por brillante que aparezca á nuestros ojos. ¿Qué son los reyes y los mas grandes conquistadores, entrando en paralelo con Dios? Seres miserables que han recibido de El la existencia. ¿Qué son los ejércitos mas poderosos? Polvo que se lleva el viento. ¿Qué los gobiernos mejor constituidos? Juegos de niños, que desaparecen en un instante, sueños de una noche, delirios á veces de un enfermo. Para decidir si el hombre debe ó no profesar la religion, basta saber, que Dios existe, que el hombre es su hechura, y que si recibió de El inteligencia y vida, no fué con otro objeto, que con el de que lo reconociese y adorase. La esperiencia ha demostrado que el hombre sin religion es un salvaje; poco hemos dicho, una fiera, en quien se embotan los sentimientos de humanidad, y se borran, hasta cierto punto, las nociones de justicia. ¡Oh! si existe algun pueblo ó alguna tribu sin religion, esa presentará al hombre en el postrer grado de abyeccion y envilecimiento.

Y no se diga, que basta al sér racional el conocimiento de Dios sin religion, porque esto equivale á confesar que hay bondad sin necesidad de admirarla, belleza que no escita el amor, y beneficios que no exigen el reconocimiento: equivale á suponer una omnipotencia sin derechos, para reclamar de sus hechuras el homenaje que le es debido: supone en fin, imperfeccion en la perfeccion infinita, é ingratitud sin castigo en quien debiera agradecer. El mundo moral perderia su equilibrio, las acciones su mérito, la virtud su valor, y el vicio su deformidad. Dios seria una quimera, y el hombre un monstruo.

La religion no se ciñe á un culto estéril, sino que tiene una moral, que rige las acciones de los hombres, en sus triples relaciones con Dios, consigo mismos, y los hombres: moral que emana inmediatamente de los mandamientos divinos: moral á quien vivifica la caridad: moral que establece las relaciones sociales, que santifica la union del hombre con

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