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mejantes escritores llamaréis fanáticos, exagerados, estravagantes, poco juiciosos, despreciadores de la autoridad civil, especulativos, ignorantes de los principios de derecho público, de los elementos de las sociedades, y de las mas respetables tradiciones? ¿Quién los ha reducido á silencio? ¿cuál es la gente sensata que no se ocupa de ellos? ¿quién, hay que no ocurra á esas obras para aprender á corregir los estravíos de la razon? Vos, señor apuntador, habeis tenido valor de deturparlos, y medirlos por un rasero con escritores de esta clase: vos habeis derramado el ridículo y el sarcasmo, sobre lo que todo el mundo respeta: vos oponeis vuestras pequeñas luces á las grandes lumbreras de las ciencias eclesiásticas. ¡Et tamen appelamini doctores! ¡Y así quereis enseñar al pueblo mexicano! ¡Y así hay quienes os encomien y preconicen! Pero los detractores de la Iglesia "tienen ojos y no ven: tienen oidos y no oyen: "los ha cegado su malicia: han abandonado la fuente viva de las aguas, y se han tomado el trabajo de cavar cisternas abiertas por todas par "tes, que no pueden contener el agua." Judica illos, Deus.

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(Continuará.)

DE LOS INTERESES CATOLICOS EN EL SIGLO XIX.

Contraste entre la situacion del catolicismo en 1800 y en 1852,

POR EL CONDE DE MONTALEMBERT.

(CONCLUSION.)

Hay hechos, por otra parte, que son como actos destinados á señalar toda una época y á tomar asiento entre los mas preciosos recuerdos y los mas irrecusables compromisos de una nacion. Tales son las elocuentes protestas de rendimiento á la Iglesia que el actual gefe del Estado ha renovado tantas veces desde su primera candidatura á la dignidad suprema; tales son los testimonios de respeto y de simpatía prodigados en todas ocasiones por la inmensa mayoría de la asamblea constituyente y de la asamblea legislativa, á la religion católica: tal es le espedicion de Roma, decretada por nuestros votos y realizada por nuestras armas; tal es, sobre todo, ese fin sublime del arzobispo de Paris, notable en la oscuridad de una sencillez tan heróica, y que ha lanzado en medio de nuestras discordias civiles, un reflejo de las edades heróicas de la Iglesia. Para mayor gloria del catolicismo y de la Francia, es para lo que se ha esparcido en todo el universo y hasta en las sierras de la América española y de las islas dispersas de la Polinesia, como la mas tierna y verídica de las leyendas, la historia de ese obispo, muerto por amor de Dios y de los franceses.

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Sin embargo, pasemos esto y contemplemos con respeto y reconocimiento uno de los espectáculos mas sorprendentes que Dios haya da

1 Esto dice el exergo de la medalla que se acuñó para el dia de sus exequias.

do al mundo. La Inglaterra, esa nacion soberana, heredera y rival de la antigua Roma, por la estension de su poder, la duradera majestad de sus instituciones, la energía de su política, la perseverancia de sus designios; la Inglaterra, por tanto tiempo unida y fiel á la Iglesia, despues rebelada contra su madre, y en el seno de su apostasía colmada de todas las prosperidades humanas; la Inglaterra á quien nada resiste, y que desafia con imprudencia é impunidad los peligros á que han sucumbido todos los demas Estados; esa orgullosa y potente Inglaterra, se siente invadida, desafiada y vencida por la debilidad invencible de esa Iglesia á quien tantas veces ha creido aniquilar. Esta nacion lleva consigo y con el testimonio siempre vivo de su falta capital, el instrumento de su castigo, que puede convertir, cuando lo quiera, en el de la misericordia divina hácia ella. La Irlanda, por tanto tiempo olvidada por toda la Europa, aun por la católica, jamas ha olvidado su fé. Ha vivido en un largo suplicio, mártir de su amor indomable hácia la Iglesia romana. Tres siglos de confiscaciones, de persecuciones, de hambre, de degradacion, han pasado sobre su cabeza, sin intimidarla y sin hacerla ceder. Ha acabado por dar á luz un vengador, pero un vengador á modo de Cristo, que nos salva castigándonos. Se ha encontrado un hombre que sin haber ejercido nunca funcion alguna oficial, sin haber nunca pedido ó recibido un favor, un título, una condecoracion, ha reinado por espacio de treinta años en su pais y reinado en los corazones, en los brazos y hasta en el bolsillo de cinco millones de hombres. Ha reinado sin derramar jamas una gota de sangre, sin haber empeñado una sola lucha violenta o ilegal, sino con solo la fuerza de la palabra, de esa palabra á la vez libre y contenida que garantizan las maravillosas instituciones de la Inglaterra aun á los adversarios de su dominio. Ha reinado, y su reino aprovechó mas que el de ningun rey moderno á la causa católica: Ha recibido de sus conciudadanos el renombre de libertador, y la posteridad se lo conservará, no por haber libertado á su patria, lo cual otros pudieron hacer tambien, sino por haber libertado á la Iglesia de Dios en el imperio mas poderoso del mundo, lo que á nadie habia sido dado aún. El es quien á la cabeza de la Irlanda, va á tocar á nombre de su pueblo, á la puerta del parlamento inglés. La puerta se abre y los católicos de los tres reinos entran con él para siempre. El vencedor de Napoleon rinde las armas al gefe moral de un pueblo desarmado, pero invencible por la fuerza del derecho, y que preludia con la derrota de sus opresores la victoria que gana sobre su propia intemperancia. El grande y glorioso acto de la emancipacion católica, se ha consumado despues de cincuenta años de debates.

1 La ebriedad ha sido el vicio popular y secular de la Irlanda, y por decir así, el único alivio de este pueblo en su miseria. O'Connell comenzó, cuando su eleccion en Clare, en 1829, por obtener de sus electores que renunciarian á toda bebida fermentada mientras durase la eleccion, y este buen éxito fué la mejor prueba de su poder. Pero despues de él ha venido otro irlandés, un monje franciscano, el padre Mathero, que ha emprendido obligar á sus compatriotas en nombre de la religion, á abstenerse definitiva y totalmente de los licores espirituosos. Los resultados que ha obtenido recuerdan los buenos tiempos del fervor religioso. De 1838 á 1842, cinco millones de irlandeses, tanto en América como en Irlanda, hicieron voto de temperancia, y el producto del impuesto sobre bebidas en Irlanda disminu

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La raza irlandesa, tan fecunda como fiel, precipitándose por todas partes en las fábricas, en los talleres de trabajos públicos, en las colonias sobre todo, lleva consigo la verdadera fé desde entonces emancipada; y aquel inmenso imperio británico en el que puede decirse con verdad que el sol nunca se pone, esparcido en las cinco partes del mundo, se convierte, como en otro tiempo el imperio romano, en un vasto plantel de sillas episcopales y de misiones católicas. La Iglesia cuenta hoy en los paises sometidos á la corona de Inglaterra, OCHENTA Y NUEVE obispados ó vicarías apostólicas. Y para que la Inglaterra no se vea humillada por esta victoria de una raza estranjera y conquistada, Dios permite que se desarrolle, en el seno mismo del clero anglicano un movimiento imprevisto y prodigioso hácia la tradicion, hácia la autoridad y hacia la unidad romana. La fé del gran Alfredo, de San Anselmo y de Santo Tomás de Cantorbery adquiere de nuevo sus derechos en el alma de sus hijos arrepentidos. Despues de una lucha prolongada y vana, inspirada por la incesante esperanza de encontrar un término medio entre la verdad y el error, entre la unidad y la division, lo selecto del clero anglicano se separa, y sacrificando beneficios, riquezas, amistades y familia, va á reclutar la milicia legítima del santuario, ó á edificar al mundo por medio del humilde fervor de sus virtudes laicas. Jamas hemos participado de los sueños peligrosos de aquellos que han predicho con una seguridad risible la conversion total é inmediata de la Inglaterra; y aun menos participamos de los furores de aquellos que querrian despertar de nuevo añejas antipatías contra una nacion tan esencial al destino del catolicismo en el mundo entero; mas saludamos con placer las conquistas graduales de la verdad en el suelo de que habia sido por tanto tiempo desterrada: saludamos con placer aquellas iglesias, aquellos conventos, aquellas escuelas sobre todo, que, á la sombra de la libertad de enseñanza mas completa, surgen cada dia al lado de las antiguas catedrales y de las viejas universidades fundadas por el catolicismo, y de las que está escluido el catolicismo; aquellos doce obispados que apenas dan abasto á las necesidades espirituales de un reino en que, hace cien años, bastaba un solo vicario apostólico para un puñado de fieles diseminados y ocultos. Esos sí son los gajes de un renacimiento gradual y seguro. La vuelta de la Inglaterra al catolicismo no depende ya, como bajo Jacobo II, de la voluntad de un soberano, de una intriga de corte y de gabinete; está basada en la libertad misma, bajo la salvaguardia de esa constitucion verdaderamente gloriosa, fundada primero por los católicos, y sancionada luego á su costa en 1688, pero que hoy es su escudo y su salvaguardia. ¡Ah! Cierto es que el fatalismo y la herejía no se dejarán vencer en un dia: las preocupaciones vulgares, las apreciaciones de hombres de Estado, el odio perfido de los legistas (casi en todas partes enemigos

yó una tercera parte. Una revolucion análoga ha operado en Alemania, en la Silesia, un capuchino polaco, el padre Brzozowski. Comenzó á introducir las sociedades de temperancia en 1844, y poco despues, los informes oficiales probaban que, de las 900,000 almas que pueblan el gobierno de Oppeln, unas 500,000 habian hecho el voto de temperancia.

1 Petri, Gerarchia della S. Chiesa in tutto l'orbe; Roma, 1851.

Co

de la Iglesia), preparan aun emboscadas y luchas á la paciencia y al valor de los católicos ingleses. Tendrán más de una vejacion que sufrir, más de una multa que pagar, más de una campaña que resistir, mo la del bill contra los títulos eclesiásticos. Pero nada de esto triunfará, así como no ha podido ese bill crear un obstáculo serio; nada de esto cambiará el fondo de las cosas; nada debilitará la fuerza incomparable que la causa católica adquiere con la publicidad, la equidad, la discusion, y el conjunto de las costumbres políticas y de las instituciones liberales de la Inglaterra. Ya en ambas cámaras, los mas eminentes hombres de Estado, los depositarios de los grandes principios políticos de Sir Roberto Peel, han sostenido generosamente, al precio de su popularidad del momento, los derechos de sus conciudadanos católicos; y desde las últimas elecciones la falanje católica enviada por la Irlanda á la cámara de los comunes se hace, en medio de la lucha de los partidos, dueña de la situacion. Si estos miembros católicos saben conducirse con prudencia y lealtad, si hay algun gefe capaz de guiarlos, el porvenir del catolicismo en Inglaterra está asegurado. ¡Oh misterio de la misericordia y de la omnipotencia de Dios! Aun no hace un siglo que la primera peticion que tendia á obtener la emancipacion de los católicos fué lanzada á puntapiés por encima de la barra de esta misma cámara de los comunes, en que los elegidos de los católicos son hoy los árbitros de la política inglesa!

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Finalmente, lo que corona este renacimiento católico al que tenemos la dicha de asistir, es el lugar que han vuelto á ocupar en el mundo Roma y el pontificado. Ciertamente, es preciso remontarse muy alto en la historia para volver á encontrar una época en que la Santa Sede haya ocupado, conmovido y dominado los espíritus, como desde que Pio IX ha subido al trono. Destinado como aquel de quien es vicario, á pasar durante su vida mortal por todas las vicisitudes de la grandeza y del dolor; tan pronto investido de una gran popularidad, tan pronto sitiado en su palacio, fugitivo, desterrado, no ha cesado de fijar las miradas del mundo y de poner de manifiesto la incomparable majestad del pontificado romano, ya sea despertando las simpatías de los indiferentes y de los incrédulos, ya sea provocando en el episcopado y en todos los fieles, 2 las manifestaciones de una union en la obediencia, y de una subordinacion á la Iglesia madre y maestra, que no han sido mas grandes en los bellos tiempos de la edad média. Digno de amar y de comprender la libertad, ha querido dotar con ella, en la medida de lo justo y del bien, á un pueblo á quien las agitaciones democráticas han hecho profundamente incapaz de disfrutarla. Pero en el mas fuerte de los arranques de esta posicion difícil, por medio de la célebre alocucion

1 Se sabe que M. Cardowell, uno de los colegas de sir Roberto Peel en el ministerio, y algunos otros miembros distinguidos de su partido, han sido escluidos del parlamento, cuando las últimas elecciones, á causa de su oposicion valerosa al bill del lord John Russell contra la gerarquía católica. Todo anuncia por lo demas que esta esclusion no será sino temporal. Ya se ha visto en la carrera de Burke y de la mayor parte de los hombres independientes de todos los paises libres. 2 Véase la curiosa recopilacion intitulada "el Orbe Católico" (Roma 1850, 2 vol. in 4) y que contiene las cartas dirigidas por varios obispos y otros personajes al Papa, durante su destierro en Gneta.

de 29 de Abril que brilló como un primer rayo de luz y de verdad al traves de las tinieblas de 1848, y rehusando declarar la guerra al Austria, ha sabido mostrar que jamas la política le haria olvidar la sublime neutralidad del padre comun de todas las naciones. Muy sobre las reformas políticas, en que su solicitud se ocupaba con justo título, ha colocado las reformas eclesiásticas y los intereses espirituales encomendados á su cuidado. Mientras que toda la Europa se ocupa de su suerte y mientras que se proclama en Roma su decadencia y la creacion de la república, él, tranquilo y libre en el fondo de su destierro, en Gaeta, con los ojos fijos en el cielo y el corazon únicamente preocupado con el gobierno de las almas y los deberes de su cargo apostólico, dirige á todos los obispos del universo una bula destinada á apresurar el momento en que la doctrina de la Inmaculada Concepcion será erigida en artículo de fé. Reconducido á Roma y libertado por las armas francesas, unidas á las de España, del Austria y de Nápoles, restableció su autoridad paternal á la sombra de esa bandera tricolor que habia presidido en otro tiempo á la salida de Pio VI y de Pio VII. Los secretos del porvenir son de Dios; pero cualquiera que sea el fin de la ocupacion francesa, la toma de Roma y el restablecimiento del poder pontificio por el ejército de la república corresponden á los recuerdos mas grandes de la Iglesia y de la Francia. Quein ha visto á nuestros soldados arrodillados, con su fuerza y su sencillez, en la plaza del Vaticano, inclinando sus banderas libertadoras, teniendo enfrente á San Pedro, la catedral del mundo, y bajo sus piés el polvo de los mártires; teniendo sobre su cabeza la mano de Pio IX, estendida para bendecirles, puede decir que ha visto el mas bello espectáculo que pueda alumbrar el sol; y no le queda mas que repetir con acento de admiracion y reconocimiento, las palabras grabadas por Sixto V en el obelisco de Neron: VICIT LEO DE TRIBU JUDA: FUGITE, Partes adVERSE. CHRISTUS VINCIT, CHRISTUS REGNAT, CHRISTUS AB OMNI MALO

FLEBEM SUAM DEFENDAT.

Por la traduccion.-RAFAEL ROA BARCENA.

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ADJUDICATARIOS DE BIENES ECLESIASTICOS.

Al espedirse la ley de 25 de Junio de 1856, sobre desamortizacion civil y eclesiástica, muchas personas piadosas creyeron obrar rectamente adjudicándose las fincas rústicas y urbanas del clero mexicano, con ánimo de devolverlas á la Iglesia en tiempos posteriores, salvando así una parte de los bienes consagrados al culto y á la caridad. Preciso, aunque doloroso, es confesar que si hubo personas que obraran así de buena fé y con la mejor y mas cristiana intencion, mucho mayor que el número de ellas fué el de los individuos que, tomando tal intencion como pretesto para cohonestar aparentemente su conducta con las ideas y las prácticas religiosas que habian profesado y seguido hasta entonces, cooperaron á la ejecucion de la ley inscribiendo sus nombres en la lista de los adjudicatarios y haciéndose así de una parte

LA CRUZ-TOMO V.

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