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ba de prosélitos que los sigue, puede hallarse fácilmente si se advierte que ellos están revestidos con la preconizacion de la libertad civil y la libertad religiosa, que bien puede traducirse todo por libertad absoluta. Porque la obediencia al poder constituido y el clamor de la conciencia, son las dos fuerzas que mantienen al hombre en ese grado medio que nivela la tranquilidad pública, conteniéndole como un freno al bruto, para que no se desborde en el goce de las satisfacciones como las bestias, ni como éstas se abandone al furor de las pasiones; y como el hombre es naturalmente inclinado á satisfacerlas, naturalmente tambien propende á destruir los obstáculos que se lo estorben.

Es, pues, de ninguna importancia la necesidad de la tolerancia para la emigracion, cuando no se trata de fundar una nueva sociedad, sino de poblar algunos baldíos, y cuando no se ha probado hasta hoy que todo el resto del mundo ha dejado de ser cristiano. Y si á la tolerancia debe su poblacion el Norte, es preciso advertir que á la unidad católica debe su engrandecimiento toda la Europa, y lo deben todas las naciones civilizadas, y que romper esta unidad es arrojar el pais á la discordia y á las revoluciones intestinas.

Hasta aquí hemos considerado la tolerancia religiosa tal cual nos la predican sus sectarios; pero juzgándola propiamente, no encontramos motivo para ocuparnos en una cuestion que no atañe sino á la China ó á la India.

Hemos querido sostener y sostendrémos siempre, que es indispensable una religion nacional para la tranquilidad pública; por lo demas, nosotros vemos toleradas las creencias particulares en todos los pueblos civilizados, y no sabemos exista el tribunal de Inquisicion ú otro alguno para obligar al hombre á creer ó para castigar sus errores. El culto público, he aquí toda la prohibicion; ¡y es esto tiranizar la conciencia, es esto forzarla y embrutecer al hombre? ¿Es acaso en Francia, en España, en algun pueblo católico, europeo ó americano, donde se castigue al que no oye misa, ó se fiscalice la creencia de cada ciudadano? ¡Ah! no, tamaña intolerancia solo existe en los paises protestantes que se nos ponen delante como ejemplos de tolerancia. Ningun pais católico ha producido el ridículo disparate del honorable parlamento inglés, cuando al subir al trono el usurpador Guillermo declaró que "no siendo el rey papista, era imposible que incurriese en error.”

Hoy que se pretende atribuir á la fé de Jesucristo los crímenes que en su nombre se habrán cometido, esa misma fé está probando que su reinado es el del amor, y que busca solo la voluntad; porque su divino Maestro ni obligó á la Samaritana ni conminó á Dimas para que le creyesen; ni empujará la puerta para meterse, sino que tocará y entrará si le abren, y si no se irá de paso. Esta es la ley de Cristo: esta es la verdad católica: vosotros los socialistas científicos, vosotros los profundos maestros y preconizadores de la tolerancia, ¿quién os obliga á ser cristianos? ¿Es por ventura que la autoridad pública va á penetrar en los arcanos de vuestra conciencia? Jamas lo ha imaginado. ¿Es que la Iglesia os lance sus censuras? ¿Qué os importa, puesto que no creeis en ella? Creed en Dios ó en Satanás, nadie os molestará por ello; ¿por qué pues, os irritais contra el catolicismo? ¿Sabeis por qué? Porque sois vo

sotros, amigos mios, los verdaderos intolerantes; porque al levantar la enseña de la division religiosa quereis que la autoridad pública obligue á la sociedad á pensar como vosotros; quereis que todos los hombres se nivelen por vuestras ideas; y cuando proclamando la libertad de cultos os desatais contra el catolicismo, es puntualmente cuando presentais saliente y palpable vuestra caprichosa intolerancia: quereis el ateismo. Cuando el poder público sanciona la religion del Estado y no la ha formado á su capricho como Enrique VIII, ha cumplido con el primero de los deberes del legislador; y cuando ha prohibido el culto público de otras creencias, no ha hecho mas que obsequiar aquella ley divina, que no está sujeta ni á las discusiones parlamentarias, ni á las cuestiones periodísticas, ni á los políticos discursos. "No tendrás dioses ajenos, ni doblarás la rodilla sino ante mí, que soy el Señor tu Dios."

Id, pues, á culpar de intolerante al que hizo los cielos y la tierra; tachadle de mala su legislacion, imponedle reformas y con vuestro estilo de sofista decidle: cuando has dicho: "Amarás al Señor tu Dios con toda tu alma y sobre todas las cosas," has dejado entender, "De la manera y bajo la forma y segun el culto que tú quieras." ¡Necedad! esto seria lo mismo que destruir el precepto; porque la idea de Dios podria amoldarse entonces á la idea del crímen, y en cada una de las miserables pasiones humanas se encontraria un atributo divino, como nos lo manifiesta la antigua creencia de los romanos y los griegos. La Escritura sagrada está llena de ejemplos de la unidad religiosa, y de prohibiciones divinas, claras y terminantes para el que la rompa.

No es, pues, una tenacidad bárbara la de los católicos el oponerse á la tolerancia de cultos, sino un deber sagrado é imprescindible de la misma religion; pues así como no deben oponerse, ni pueden, á que cada hombre crea lo que sea de su gusto, así como no pueden forzar, ni bajo pretesto alguno obligar á nadie á ser católico, tampoco pueden, ni deben permitir que delante del Dios verdadero se levante el becerro de la idolatría, para que se mezclen los himnos de adoracion á Dios y á Beelzebub.

Pero, se nos dice, las sectas protestantes son cristianas, y solo difieren en algunos puntos de dogma y de disciplina. Muy bien, señores, muy bien; llamad entonces cristianos á los discípulos de Mahoma; llamad lo mismo á los de Confusio: segun esto, decís bien al asegurarnos que vosotros sois cristianos; pero tened presente que la esencia del cristianismo está en el dogma católico, fuera del cual nadie puede decirse creyente en Jesucristo que es su Autor; y de ese dogma es del que dependerá siempre la Iglesia romana, aunque para ello tenga que luchar como en otro tiempo con los emperadores y los reyes, esto es, presentando á la cuchilla de su enemigo el cuello de sus hijos, hasta que cansados los brazos del verdugo, escuche la predicacion de los discípulos del ajusticiado del Gólgota, y caiga á sus piés cegado por la luz de la fé, como el Apóstol de las gentes.

Tecolotlan, Junio 5 de 1857.

LA CRUZ-TOMO V.

MARIANO MELENDEZ Y MUÑOZ.

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INTRODUCCION FILOSOFICA AL ESTUDIO DEL CRISTIANISMO,

Por Monseñor Affre, arzobispo de Paris.--(5a edicion.) Traducida al español por Fr. Pablo Antonio del Niño Jesus, carmelita.

Sres. D. Felipe Escalante y D. José María Roa Bárcena, editor y redactor de "La Cruz."-Cármen de San Angel, Junio 19 de 1857.Muy estimados amigos y señores mios. Al decidirme á publicar la interesante obra intitulada "Introduccion filosófica al estudio del cristianismo," escrita en frances por el ilustre arzobispo de Paris, Monseñor Affre, y traducida por mí, he creido que á nadie debia dedicarla mejor que á vdes., que con tanta abnegacion como feliz éxito, han consagrado sus talentos y su corazon á propagar las ideas religiosas, combatidas hoy por una insensata minoría, que no quiere entender que la verdad católica es la fuente de todo bienestar social.

Vdes. verán que mi obsequio no tiene otro mérito que el de ser consagrado con la mas ardiente voluntad á unos amigos que tanto me han honrado y favorecido, y de quienes espero continuarán contándome por su afectuoso amigo, obediente servidor y humilde capellan Q. A. SS. MM. B.-Fr. Pablo Antonio del Niño Jesus, carmelita.

Advertencia del autor sobre la edicion cuarta.

Este pequeño libro, generalmente recibido con benevolencia, ha sido, sin embargo, objeto de algunas críticas; por lo que, aun cuando ellas no se fundan ni tocan al fondo mismo de la doctrina, hemos creido que seria muy útil hacer á nuestra esposicion algunas nuevas aclaraciones.

En estas adiciones nos hemos propuesto, primero: hacer comprender bien que en el pensamiento de los doctores católicos, la religion que ellos llaman natural no es otra que la religion revelada primitivamente, segundo: manifestar con mayor claridad, que la antigua filosofía es deudora á las tradiciones de todas las verdades que ha profesado sobre Dios y la religion natural; y tercero: demostrar la perfecta identidad de principios entre los filósofos anti-cristianos de nuestra época y los filósofos paganos.

A los jóvenes.

El término de vuestros estudios clásicos y el momento en que os decidís á abrazar una de las diversas carreras que se abren delante de vosotros, es una época crítica cuyos numerosos peligros nadie puede negar: la juventud los encuentra casi siempre en la inesperiencia de la edad, en el atractivo de los sentidos y de la imaginacion, y en esas máximas, tanto mas propias para estraviar, cuanto son mas confusas y están en armonía con las malas inclinaciones del alma. Un conjunto de errores reducido á sistema no es imposible, pero muy raramente se encuentra en las inteligencias jóvenes. La ceguedad del espíritu casi siempre viene en pos de los errores de la conducta. Cuando el corazon

se ha estraviado y ha sufrido la influencia poderosa de las pasiones, luego la razon comienza á buscar principios con que justificar el estravío. Es, pues, indispensable preservar antes que todo el corazon; es necesario prevenirle para cuando el espíritu tentador venga á decirle: "Si tú me adoras, yo te daré poder, placeres y fortuna." Es, pues, necesario un alimento para ese corazon, y ese alimento debe ser el amor: dos especies de amor se disputan el imperio del mundo: el amor de sí mismo que puede exagerarse hasta el desprecio de Dios y de los hombres, y el amor de Dios y de los hombres, demasiado generoso algunas veces para conducir al desprecio de sí mismo. Tú amarás, os ha dicho una inadre cristiana, tú amarás al Señor tu Dios con todo tu corazon, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Amad, pues, oh jóven, cuyas afecciones son tan ardientes, amad al Padre de vuestra alma, amad á vuestra madre la Iglesia; ella os hizo nacer á la fé, que es vuestra luz, y á la gracia, que es vuestra fortaleza; amad y socorred á vuestros hermanos con los consejos y el ejemplo; amad, sobre todo, á aquellos á quienes Dios mas ama, al pobre desnudo y hambriento, al niño abandonado, á la viuda sin apoyo, y á todos los que sufren y están oprimidos. Desde el momento en que hayais gustado estas delicias puras, seréis indiferente á los placeres que aflojan todos los resortes del alma, y que despues de enervarla la corrompen. Así, pues, elevada, depurada y ennoblecida el alma, ya no querrá descender á esas otras afecciones abyectas para concentrarse en un egoismo vil, y estará en una admirable disposicion para comprender todas las verdades, especialmente las verdades del Evangelio, y los títulos de la revelacion cristiana, y los de la Iglesia católica; ya, en fin, no tendrá necesidad de discusiones difusas y sutiles. Ademas, siendo el ojo de esa alma puro y sencillo, y no habiendo esperimentado jamas los deslumbramientos del sofisma ni las fatigas que cuesta discernir los objetos cubiertos de tinieblas, sin esfuerzo alguno recibirá una luz que se le presenta sin nubes. Tal es el sencillo camino, la gran senda, la senda real, la divina senda por donde debeis marchar. Con la virtud encontraréis la verdad. A falta de razonamientos victoriosos, podréis defender esta verdad divina con vuestros piadosos sentimientos, especialmente si habeis tenido la felicidad de haberlos convertido en santas costumbres. Mas puede suceder que estos sentimientos estén poco arraigados en vuestra alma, ó que despues de haberla penetrado profundamente hayan sido conmovidos por violentas borrascas, y oscurecidos por nebulosas teorías. Puede tambien suceder que despues de haber caminado con seguridad á la luz del Evangelio, súbitamente os encontréis como hundidos en una oscuridad desoladora, como estraviados en sendas nuevas, donde nadie os ofrece un término seguro. Entre todos los diversos medios que Dios en su misericordia os proporciona para volver á la verdad y á la virtud, hay uno que singularmente conviene á los espíritus cultivados y á los que tienen un gusto muy pronunciado por los estudios filosóficos; este medio consiste en examinar vuestros pasos, hasta que encontréis el verdadero punto de partida y reconozcais las señales engañosas que os estraviaron.

Pero este retorno de ordinario es tardío y difícil, si no se os da un

guía que ayudado por la luz que ya ha recibido, á la vez que por los auxilios que Dios jamas rehusa á las almas sinceras, pueda manifestaros tanto la causa de vuestro error, como los principios que os pondrán en posesion de la verdad, ó al menos en el camino que conduce á ella. He aquí el motivo que nos ha obligado á ofreceros esta introduccion filosófica al cristianismo. En este trabajo, unido á tantos otros, nos ha sostenido la esperanza de que os pueda ser útil. Nosotros combatimos aquí el error mas general de nuestra época, el cual se os ofrecerá bajo las mas variadas y seductoras formas. Lo encontraréis en la historia, en los sistemas filosóficos, en los dramas, en las novelas, en las innumerables producciones del espíritu, y hasta en las conversaciones mas frívolas; él llena, por decirlo así, la atmósfera moral en cuyo seno estais llamados á vivir. Diverso en sus formas, no lo es menos en sus nombres; pero con cualquiera que se le designe, ora se le llame racionalismo, naturalismo, ó deismo, ora libertad de opiniones, ó progreso de las luces, siempre tiene un solo objeto, siempre espresa un solo pensamiento, el de establecer al hombre en una completa independencia con respecto á Dios. Todos los que creen posible esta independencia, creen igualmente, no solo que el hombre ha podido fundar una religion y una moral natural, sino que Dios no ha revelado, ó lo que es lo mismo, que no ha podido revelar una religion, una moral sobrenatural. Por generalizado que se halle este error, hay todavía otra conviccion mas general, mas antigua y mas perseverante; es la creencia de que la luz y la fuerza de Dios siempre han sido necesarias á la ignorancia y á la debilidad del hombre. Muy pronto manifestarémos á los filósofos racionalistas, cómo comprendemos que esta luz y esta fuerza divina estén en el cristianismo, y en particular en la Iglesia católica.

Si la obligacion de formular este escrito tan importante en medio de ocupaciones y de trabajos incesantes nos hubiera sido penosa, todavía nos alegráramos al recordar que está dedicado á vosotros, y que puede ser útil á las nuevas generaciones, que son la esperanza de nuestra bella Francia. En él hemos diseñado dos pensamientos que, en otro tiempo muy lejano, ocuparon algunos de los dias mas pacíficos de nuestra vida. No los presentarémos bajo esas formas vivas, brillantes é incisivas, tan propias para apoderarse de la imaginacion del jóven, y que corresponden tan bien á la energía de vuestra edad. Y esto, no porque desdeñemos los medios de hacer la verdad mas amable, sino porque hemos creido que vosotros la encontraréis todavía mas bella, mas digna de vuestras investigaciones y de vuestros respetos, si os la presentamos sin otro adorno que el de una espresion llena de sencillez y naturalidad.

A los filósofos racionalistas.

El deismo del siglo XVIII declaró que los misterios del cristianismo eran enemigos de la religion natural, es decir, de una religion anunciada por sus nuevos apóstoles como la sola verdadera, la sola perfecta, añadiendo, que para dominar al mundo no tenian necesidad sino del ejercicio independiente de la razon humana.

Este pensamiento os parecerá menos equitativo, menos profundo, y

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