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pa, y la idea de que no podia vestir de limpio á su hijo para que le enterraran, la apasionó de tal modo, que rompió en gritos y en sollozos, y á poco sus lágrimas abundantes humedecian la estera en que habia ido á sentarse. En el esceso de su dolor clamó á Dios desde el fondo de sus entrañas, quejándose de su suerte. Por la primera vez iba á dudar de su Providencia y de su justicia cuando la asaltó una idea terrible, que la hizo refugiarse en su infinita misericordia. Probablemente la muerte habia sorprendido á Enrique en el seno del vicio, privándole, no solo de esta vida temporal y perecedera, sino tambien de la presencia de Dios y de la esperanza del cielo. No habia, pues, que pensar en reunirse un dia con aquel hijo tan amado á pesar de sus estravíos. Y si la idea de tal reunion, de que sale garante nuestra fé, apoyada en las promesas divinas, no basta á calmar los primeros arrebatos del dolor causado por la muerte de un sér á quien amábamos, ¿qué grande no será este dolor cuando á él se junte el temor de que aquella reunion no se efectúe, y de que el alma desprendida del cuerpo reporte una eterna desdicha?

El sacerdote adivinó la naturaleza de los pensamientos á que se entregaba Octaviana, y dejando en el suelo su libro de oraciones, acudió á socorrerla y confortarla.

Alberto habia desaparecido del cuarto. Gaspar, sentado en el suelo en uno de los rincones, y con las manos puestas en las mejillas, contemplaba silenciosamente el cadáver, cuyo rostro habia sido cubierto con un lienzo blanco.

Cerca de las doce de la noche, volvió Alberto con ropa suya y un crucifijo pequeño, de madera. Entre él y Octaviana vistieron á Enrique y terminada esta operacion, le pusieron el crucifijo en el pecho, cruzándole las manos sobre el estremo inferior de la imágen.

El sacerdote continuaba orando. Amelia, con la cabeza apoyada contra la pared y las pestañas llenas de lágrimas, se habia quedado por un instante dormida. Tamerlan velaba, echado á sus piés.

A poco de haber amanecido, introdujeron al cuarto una caja fúnebre, mandada traer por Alberto. Este, ayudado del carpintero, puso en ella el cadáver, sin quitarle el crucifijo. Octaviana se arrodilló en el suelo, besó por última vez á Enrique en la frente, y en seguida se puso á orar. A los primeros golpes de martillo dados para clavar la tapa de la caja, Gaspar salió de su rincon, como si despertara de un largo sueño. -¡Yo soy, yo soy quien le he muerto!-gritó, golpeando su cabeza contra las paredes del cuarto.-Mis máximas, mis consejos y mis ejemplos le han perdido. ¡Octaviana, maldíceme, porque te he hecho infeJiz! ¡Amelia, maldíceme, porque te he privado de tu hermano! ¡Hijo mio, mi Enrique, mi primogénito, maldíceme desde el fondo de tu ataud, porque te corrompí, porque te conduje á la muerte!

Octaviana, despues de oir con espanto tales palabras, se dirigia hácia su esposo con los brazos abiertos, á consolarle y á llorar en su seno; pero como si el esfuerzo hecho por Gaspar al concebir y pronunciar aquellas frases hubiese agotado los restos de su razon, al paroxismo del dolor sucedió en él rapidamente el paroxismo de la demencia. Con la fuerza peculiar de los locos, arrancó la tapa del ataud y rasgó el sudario en la parte que ocultaba el rostro del muerto. Vió con gesto de

cólera á Alberto y á Amelia y esclamó: "¡Afuera los estraños! ¡Que nadie se acerque á la cuna de mi hijo!" En seguida se puso á acariciar el semblante amoratado de Enrique.

-Duerme, dijo á Octaviana. No le despiertes, porque está enfermo. ¿No ves su color? Bien te decia yo que habian de hacerle daño el viento y la lluvia. No le saques jamas de la cuna. Pero ¡qué grande está! Ya me parece que le veo hecho un hombre.... Mira, Octaviana, mira cómo tiene bajo la oreja izquierda tu mismo lunar.... Todos dicen que se parece á mí.... ¿Qué dices tú, Octaviana? ¡Mujer! Tú eres una santa.... Pero, dime, ¿duerme mi hijo ó está muerto? Sí. ¡Está muerto! ¡Muerto!

Cuando hubo pronunciado Gaspar las últimas palabras, se mesó los cabellos y se salió del cuarto, corriendo hácia los corredores. Alberto acudió tras él queriendo detenerle; mas era inútil, porque al llegar al estremo del corredor, cayó privado de conocimiento. Alberto le alzó y con ayuda de un mozo le trasladó al cuarto de donde entrambos habian salido, y le puso en el catre mismo donde habia estado durante la noche el cadáver de Enrique, pues no habia otro lecho en toda la casa. ¡Qué cosa tan frágil y deleznable es la pobre razon del hombre! Generalmente se estravía desde los primeros años de la juventud y despues que le ha servido de muy poco durante la niñez, á causa de no estar completamente formada. La razon se encarga no pocas veces de destruir la fé, de ahogar los sentimientos buenos y generosos y de canonizar las malas inclinaciones y los actos mas criminales de la criatura. Y esta luz pura y benéfica que nos ha sido puesta por Dios y cuya hermosa llama estravía casi siempre el viento de nuestros errores y pasiones, se apaga de repente con la facilidad con que estinguimos una bujía, y el ser humano queda despojado de la mas noble de sus prerogativas, y en el seno de una noche oscurísima. La muerte es mil veces preferible á la enajenacion mental.

La de Gaspar, una vez pasado el primer ataque fuerte, degeneró en insensatez apacible. No volvió á reconocer por entonces á los individuos de su familia, y dia y noche se estaba encerrado en su cuarto, sin hacer ni hablar cosa alguna y con la vista en el vacío. Jamas opuso resistencia á que le diesen de comer y le mudasen la ropa. Dormia casi nada y todas las mañanas un criado le sacaba á pasearse por el jardin. Pero no anticipemos la relacion de los sucesos posteriores.

A las diez de la mañana de que hablamos, el cadáver de Enrique era trasladado á la capilla de la hacienda, que no habia vuelto á abrirse desde el dia que la cerró Gaspar en su manía reformista. Grande fué la emocion que sintieron Octaviana, Amelia y las gentes piadosas del lugar cuando giraron hácia dentro las altas y toscas puertas de la pequeña iglesia. El pavimento estaba cubierto de polvo y las arañas comenzaban á cruzar sus hilos frente al altar. Mandó el cura que co locasen unos cajones en el centro de la capilla; cubriéronlos con un paño negro y encima pusieron el ataud. El sacerdote se revistió allí mismo, pues la sacristía estaba ocupada con la escuela de artes y oficios, y en seguida celebró misa de difuntos. El silencio de la capilla

no era interrumpido sino por el cura que recitaba á media voz las oraciones latinas, y de vez en cuando por los sollozos de Octaviana.

Terminada la misa, el cura subió al púlpito, pidió á sus feligreses oraciones por el alma de Enrique, le puso ante ellos como ejemplo desgraciado del fin á que se llega siguiendo estraviados senderos; hizo patente la inmensa desgracia de toda aquella familia, cuyo gefe habia sido privado de la razon por las secretas disposiciones del Altísimo, acaso en justo castigo de sus errores. Lamentó los escesos á que se habian entregado en los últimos dias los habitantes de aquellos campos y les recordó sus antiguas religiosidad y morigeracion, escitándoles á recobrarlas y á trabajar empeñosamente para acudir de un modo honesto á las necesidades de sus propias familias, y á ayudar á la del propietario á salir de las angustias en que se hallaba á causa del mal estado de la hacienda. La voz del cura hizo profunda impresion en el ánimo de aquellos proletarios que solo habian cosechado disgustos, remordimientos y miseria de su reciente desmoralizacion. Comparaban su vida anterior, monótona, pero exenta de agitaciones y desórdenes, con la vida en que les inició Gaspar prometiéndoles felicidad y abundancia y dejándoles sin tranquilidad y sin pan que dar á sus hijos.

Operóse allí, pues, una reaccion saludable en el ánimo de los oyentes, y no dejaron estos de comunicar sus propias ideas á los mozos de la hacienda que no habian acudido á presenciar los humildes funerales de Enrique. De este modo se preparaba sólidamente la reorganizacion moral y material de aquella pequeña poblacion por la cual habia pasado como un azote de Dios la manía liberal-reformista. El sacerdote, lanzado del santuario en nombre de la felicidad y el adelanto comun, volvia á aparecer entre las ruinas de la reforma, á enjugar las lágrimas, á detener el retroceso hacia la barbarie, á reunir los escombros y á edificar nuevamente con ellos lo que habian destruido sus enemigos. Terminada la breve y tierna plática del cura, Enrique fué sepultado en el cementerio de la capilla, y se erigió una cruz sobre la tierra que cubria su cadáver.

Las lágrimas de la desgraciada madre eran inagotables. Se arrodilló en el suelo y apoyó su frente contra el pié de la cruz levantada sobre la tumba de su hijo. No podia resignarse con la suerte que acaso hubiera tocado en la eternidad á Enrique. El cáliz de amargura se habia llenado para ella hasta donde no es posible apurarlo. De nuevo acudió en auxilio suyo el sacerdote. La levantó cariñosamente, y dirigiendo su propia diestra al cielo, entoldado con las nubes de otoño, la dijo: "Orad y confiad en el Señor."

(Continuará.)

NOTICIAS.

ANTENOR.

SANTOS Y FESTIVIDADES RELIGIOSAS DE LA SEMANA.

SETIEMBRE.

JUEVES 3.-Santa Serapia vírgen y mártir y San Sandalio mártir.

VIERNES 4.-Santa Rosa de Viterbo, Santa Rosalía vírgen y el santo caudillo y legislador del pueblo hebreo, Moisés.

SABADO 5.-San Lorenzo Justiniano obispo, y San Victorino obispo y mr. DOMINGO 6.-San Donaciano obispo, San Onesífero confesor y el Santo profeta Zacarías.

LUNES 7.-Santa Regina vírgen y San Augustal obispo.

MARTES 8.-LA NATIVIDAD DE NUESTRA SEÑORA y San Adrian mártir. MIERCOLES 9.-Santos Gorgonio y Tiburcio mártires y San Audomano obispo.

El jueves, jubileo circular en las Capuchinas.

El viernes, funcion en la Concepcion á Santa Rosalía, con esposicion de su Majestad é indulgencia plenaria.

El sábado, comienza en Nuestra Señora de Loreto una indulgencia de 40 horas en celebridad del nacimiento de la Santísima vírgen.

El domingo, indulgencia del Rosario en Santo Domingo y de Escapulario en la Merced. Nocturno en las Capuchinas.

El lunes, Kalenda por la mañana, y por la tarde vísperas solemnes en Catedral, la Colegiata, Loreto, la Concepcion, Regina, Balvanera y casi en todos los conventos de religiosas. Circular en Santa Brígida.

El mártes, funciones muy solemnes en Catedral, la Colegiata, Loreto, Regina, Balvanera y otras iglesias, con indulgencia plenaria en los conventos de Regina, dominicos, carmelitas y mercenarios. Indulgencia, procesion y sermon en la Catedral y Colegiata.

REVISTA DEL INTERIOR Y DEL ESTERIOR.

Debemos dar cuenta á los lectores de "La Cruz," de un fenómeno que á la sazon ofrece la prensa periodística de la capital. Los diarios mas entusiastas en favor de la constitucion de 1857, como el Monitor, se han declarado adversarios suyos y en favor de la prolongacion de la actual dictadura. No quedan al citado código otros defensores que el Siglo y el Heraldo, y los razonamientos de entrambos periódicos en favor de la inmediata planteacion de la carta constitutiva, son en estremo débiles, si bien se apoyan en principios que llaman ellos de legalidad. Nadie puede creer que la constitucion sea impuesta al pais contra su voluntad esplícitamente manifestada, ni que el gobierno quiera quedarse con las manos atadas y convertido en rey de burlas. Los habitantes de México están persuadidos de que el mes actual nos traerá algo notable. Con todo, el órgano mas caracterizado de las opiniones conservadoras, indica las dificultades que hoy se opondrian á un golpe de Estado y asegura que simplemente una medida de este género no bastaria á salvar al pais y al gobierno si éste no se resolviese á cambiar radicalmente de política, lo cual nos parece difícil.

Preciso es confesar, por otra parte, que el nuevo ensayo de la política liberal en nuestro pais, ha producido efectos desgraciadísimos. En vez de los rios de leche y miel que nos ofrecian los apologistas de la democracia en los primeros dias que siguieron al triunfo de Ayutla, no tenemos sino anarquía y miseria. Los Estados se han segregado completamente del centro con sus gobiernos, sus legislaturas y sus códigos respectivos, y todos ellos siguen una pendiente rápida hácia la disolucion social. Legislaturas hay que espiden decretos de amnistía á los reos de delitos comunes procesados y sentenciados, precisamente cuando la desmoralizacion toca en la República á su último estremo. La propiedad, ademas, parece ser el bla de ataque de la

mayor parte de los congresos. El de Zacatecas, segun hemos dicho, decretó la ocupacion de los diezmos de la Iglesia, y como de violar la propiedad de corporaciones á violar la propiedad de particulares no hay mas que un paso, el congreso de Querétaro fija irremisiblemente el jornal de los proletarios en las haciendas, y el de San Luis trata de obligar á los dueños de terrenos á que arrienden bajo determinadas condiciones los no sembrados. La prensa de todos colores políticos consagra dia por dia una parte de sus columnas á relatar los desbarros de los gobiernos y legislaturas de los Estados, y el resto á la crónica espantosa y siempre creciente del robo y del asesinato.

Las diferencias entre la Iglesia y el poder temporal continúan. Los ánimos se hallan á esta hora fuertemente preocupados en Puebla, á consecuencia del destierro del Sr. canónigo Reyero y Lugo, gobernador de aquella mitra. Segun los despachos telegráficos comunicados al Trait d'Union y al Siglo XIX, D. Paulino Perez, coronel de la guardia nacional, murió sin haberse retractado del juramento prestado á la constitucion, y la autoridad eclesiástica se negó á darle sepultura en sagrado. El señor gobernador de la mitra salió desterrado de Puebla á las tres de la tarde del 31 de Agosto: el gobernador Alatriste, á la cabeza de la comitiva fúnebre, violó uno de los panteones, haciendo abrir sus puertas por la fuerza y dando en él sepultura al cadáver de Perez. Hasta no estar mejor informados de los detalles de este suceso, nos abstendrémos de hacerle comentarios.

Los periódicos europeos traidos por el paquete inglés de Agosto, dan como admitida por el gobierno español la intervencion oficiosa de Francia y la Gran Bretaña en la cuestion hispano-mexicana. A pesar de ello, el gabinete de Madrid continuaba haciendo preparativos de guerra, y se hablaba del envío de nuevas fuerzas á la isla de Cuba.

Respecto de Roma el Siglo XIX en su número del lunes fia mucho, sin duda, en la fecunda imaginacion y los buenos deseos de sus corresponsales. Dice que resultó falso el despacho telegráfico publicado por el Universo de Paris acerca de las condiciones puestas para la recepcion oficial del Sr. Montes, y lo que despues añade acerca de las dificultades con que el citado ministro ha tropezado desde el principio, y acerca del ningun resultado de sus pasos hasta las últimas fechas, prueba de un modo incontestable la verdad de lo que dijo el Universo. Tambien nosotros hemos recibido cartas de Roma fecha 21 de Julio. En ellas se nos refiere que en la primera entrevista, tres veces dijo S. E. el cardenal Antonelli al Sr. Montes que no le recibiria; que en la segunda entrevista prometió el citado ministro mexicano hacer esplicaciones sobre los artículos constitucionales y leyes dadas, negando algunos de los hechos consumados en el pais, y atribuyendo esclusivamente al general Traconis el destierro del Illmo. Sr. obispo de Puebla. La tercera entrevista no se habia efectuado á causa de una ligerísima indisposicion del cardenal Antonelli; Montes confiaba muy poco en el resultado de ella y estaba violento, pero resuelto á aguardarse, y convencido de que no se ceja en Roma en punto á principios. Añádese que toma activo empeño en el arreglo de la cuestion religiosa y ejerce grande influjo en el ánimo del Sr. Montes, D. Juan Suarez Navarro, á la sazon residente en Roma. Por último, se nos asegura que el Sumo Pontífice está resuelto á no dictar resolucion alguna, acerca de las adjudicaciones llamadas de buena fe. En cuanto á las demas noticias que el Siglo publica relativas á Roma, hay esceso de imaginacion y escasez de verdad. No podemos ser mas esplícitos por carecer de la libertad que tiene nuestro colega para decir cuanto le ocurre.

México, Setiembre 2 de 1857.

J. M. ROA BARCENA.

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