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derno "es aquella facultad, que hace al hombre dueño de sus accio"nes, la que deja á su arbitrio escoger entre el bien y el mal moral, "obedeciendo al apetito ó á la razon; y la que constituye el mas her"moso de sus privilegios, aquel que la acerca y asemeja á la Divinidad." En efecto: el bruto que sigue ciegamente los impulsos del apetito, y la materia organizada, sometida á leyes invariables y permanentes, están bien distantes de asemejarse á Dios.

Locke, el patriarca del materialismo moderno, toma empeño en embrollar esta cuestion, en su Ensayo sobre el Entendimiento humano, colocando la libertad, ora en el entendimiento, ora en la voluntad; presentándola unas veces como potencia activa, y otras como meramente pasiva en su naturaleza; ya libre, ya necesitada en sus operaciones; y no distinguiendo lo que en ellas es voluntario de lo que es propiamente libre. No hace en esto mas que seguir á Lutero y á Calvino, que hacian del alma humana una potencia pasiva, determinada y obligada en sus acciones, ya por la concupiscencia, ya por la gracia divina. El filósofo inglés, adopta el principio, cambiando solo los motivos. Voltaire y Rousseau han adoptado el mismo principio, sosteniendo que la voluntad humana es una potencia puramente pasiva, y necesitada á obrar, por lo que ellos han llamado, juicio práctico del Entendimiento.

Si esta doctrina, obscura y confusa, fuese cierta, se seguiria naturalmente, que no siendo el hombre señor de sí mismo, ni libre en sus acciones, no seria tampoco responsable de ellas: que el vicio y la virtud son nombres vanos: que el premio y el castigo son inútiles: que ni la virtud es digna de alabanza, ni el vicio de vituperio: que el hombre es una máquina, indiferente al bien y al mal: que los gobiernos carecen de poder, y las leyes de eficacia para obligar al ciudadano, á hacer el mal y hacer el bien: que todo el que gobierna es un tirano; y que es necesario dejar á cada individuo hacer lo que quiera. Doctrina tan espantosa, no necesita refutacion. Algunas chispas de ella, aparecen en las teorías reformistas, que están actualmente á la órden del dia: chispas capaces de producir un incendio que reduzca á cenizas la república.

¡Cuán distinta, cuán noble, cuán exacta es la doctrina católica, sobre esta materia! Ella considera al alma humana, con relacion á su voluntad, como una potencia activa, que ve las cosas, por medio del enten dimiento, y se determina libremente á obrar por medio de la voluntad. Nada es capaz de forzar á ésta, ni hacerle perder sus fueros. Sofoca las pasiones, se sobrepone á las dificultades, no se intimida con los peligros, vence á los tiranos, y dilatándose poderosamente, no conoce mas límites que los de la eternidad, ni mas términos que el cielo ó el abismo. Dios mismo la respeta. El que puso al mar un muro de arena, en que se estrellen sus olas, puso á su omnipotencia el dique, si es lícito decirlo así, de la libertad humana. Dios quiere al alma libre, no esclava: la llama, la convida, la inspira y la mueve; jamas la violenta, ni la tiraniza.

Por lo mismo que el alma es libre, son sus actos firmes y subsistentes: quítesele la libertad, y nada de lo que haga tendrá valor. El con

1 El cardenal de la Luzerna.-Disertacion sobre la libertad del hombre.

que

trato que celebre, la dádiva que ofrezca, la promesa que estipule, la ligan y la estrechan, porque emanan de actos libres de su voluntad: usa de ella, como hemos indicado antes, no la pierde; y si la obligan y comprometen á hacer tales ó cuales cosas, es porque ella misma lo ha rido. La prueba mayor de la libertad del alma, nace de las obligaciones que ella se impone, porque pende de su arbitrio el imponérselas. Así es, que cuando el artículo constitucional, desconoce los votos, como contrarios á la libertad, asienta un contraprincipio, por no decir un solemne despropósito. La enajenacion que hago de mis bienes, ó la renuncia de mis derechos, me privan de unos y otros para toda la vida; ¿y no se quiere que el sacrificio que se hace a Dios en los votos, no de la libertad, que es falso, sino de determinados actos, ó de señaladas privaciones, no tengan valor ninguno? Ciertamente que no encontramos la diferencia.

El soldado que empeña sus fuerzas y su vida en servicio de la patria, no es esclavo; y se quiere que lo sea, el que empeña mucho menos, esto es, solo su modo ó su manera de vivir en el servicio divino. Al soldado que las mas veces es arrebatado á fuerza, para seguir una profesion que acaso detesta, se le llama libre: y al religioso, que abraza una regla por su voluntad, se le niega ese bello título. Las insinuaciones de la gracia para seguir los consejos evangélicos, se califican de coaccion; y las violencias, por ejemplo, de las comisiones de policía, para tomar reclutas ó perseguir desertores, condenándolos á duros castigos, se da el nombre de derecho. Al que abandonó sus estandartes, en un momento de despecho ó de temor, y gime por esto en un calabozo, sufriendo penalidades de muchos dias, lo saludais con el pomposo título de ciudadano libre; y á la vírgen recatada, que abandonó por su voluntad las banderas del mundo, y goza en un retiro, las dulzuras de la paz, y la tranquilidad de la buena conciencia, la baldonais con el apodo de vil sierva. ¿Podráse dar una perversion mas completa y mas fatal de ideas?

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Todo el liberalismo está tejido de contradicciones, tan repugnantes como groseras. Haremos notar aquí dos, que salen al paso, como nacidas del asunto que tratamos. Dice el art. 4° de la constitucion: "que "todo hombre es libre para abrazar la profesion, industria ó trabajo que le acomode, siendo útil y honesto;" y sin embargo, nadie duda que la profesion de soldado, dista mucho de ser voluntaria. Una de dos, ó se borra el artículo, ó se disuelve la fuerza armada, sea cual fuere, porque la mayor parte de las que componen la clase de simples soldados, está descontento en ella.

Si segun el espresado artículo, todo hombre es libre para abrazar la profesion que guste, ¿por qué no lo ha de ser para abrazar la profesion religiosa? La ley reconoce todas las profesiones, y descendiendo á los casos privados, desconoce ésta, lo que prueba que no es consecuente consigo misma.

Muy celoso se muestra el partido liberal, de la libertad humana, fingiendo ensalzarla, cuando la deprime. Sus obras son enteramente contrarias á sus palabras, y los resultados de ellas opuestos á sus pro

mesas.

Los votos, que tanto se detestan y que con tanta violencia se com baten, son una de las ofrendas mas gratas, que la virtud de la religion tributa á Dios, que es el que los ha establecido, y el que los inspira á las almas privilegiadas, á quienes llama á sí con vínculos de amor. La ley natural los autoriza, puesto que emanan de un acto libre de la voluntad, que es la base de todos los contratos. En la ley antigua estaban espresamente autorizados. Vemos en el Levítico (XXVII, 1), que todo hombre ó mujer libre, podian consagrarse al Señor en su tabernáculo. Vemos en el libro de los Números, que podian hacerse Nazarenos, sujetándose á un género particular de vida, y á ciertas privaciones y abstinencias, ya con voto temporal, ó ya perpetuo: allí se nos dice, que un Nazareno, no es ya un hombre comun, sino una persona consagrada al Señor, Sanctus Domino; y se nos presentan á Samson, á Samuel y á otros varones notables, como pruebas de esta verdad. Finalmente, la obligacion de cumplir los votos se fija con claridad, ya en el Deuteronomio (XXIII, 21), ya en Job (XXII, 27), ya en los Salmos (LXV, 13), ya en el Eclesiastés (V, 3). Apenas hay una cosa mas sabida de los cristianos, y mas respetada que ésta.

En la ley de gracia nadie ignora, que Jesucristo nos dejó recomendados los consejos de la perfeccion evangélica, cuya práctica es altamente meritoria: hacer voto de abrazarlos y de seguirlos, es confor marse mas estrechamente con su espíritu. Tal ha sido la costumbre general de la Iglesia cristiana, desde los primeros momentos de su fundacion hasta nuestros dias.

Los protestantes, esforzándose á tener una religion anárquica en la creencia, y sibarítica en la práctica, han levantado constantemente la voz contra la santidad y la validez de los votos. Su argumento favorito se reduce, á decir, que los votos privan al hombre de su libertad natural, que es lo mismo que espresa el artículo de la nueva constitucion, que estamos examinando; de manera, que el orígen de él no puede ser mas falso, ni mas impuro. Jamas se ha hecho una objecion menos fundada, por no decir mas insensata, que esta. Por cuanto el hombre está cercado de peligros, y amenazado incesantemente de riesgos, que ponen en peligro su libertad, por lo tanto, nada hay mas racional y mas glorioso, que el oponer á ellos un dique, en virtud de los esfuerzos de la misma libertad. Bien atendida la naturaleza del hombre, su fin y sus medios de obrar, no cabe en lo posible, hallar otro remedio á sus desgracias, que en las resoluciones de su voluntad, unidas á los auxilios del cielo.

Mucho pudiéramos añadir, á los ligeros apuntes que dejamos hechos, sobre la legitimidad, validez y conveniencia de los votos. La ley constitucional los rechaza. ¿Pero qué importa esto, si la natural y la divina los aprueban, si la razon los defiende, si la Iglesia los recomienda, y si los santos los practican? Los votos son los lazos, que han formado los institutos religiosos, obradores de tantos bienes en el mundo: los que lo han adoctrinado y civilizado. Sin este vínculo poderoso é indisoluble, sus individuos hubieran sido insuficientes para acometer las magníficas empresas á que han dado cima, y el árbol de la religion

no estendiera con tanta lozanía sus ramas por toda la tierra. ¿Qué importa que la ley civil, no tenga por subsistentes los votos, si el cielo los aprueba, los confirma, los recibe, y lo que es mas, los recompensa? (Continuará.)

J. J. PESADO.

UN SERMON DEL PADRE VENTURA DE RAULICA

EN LAS TULLERÍAS.

L'Independance Belge de 16 de Marzo, contiene la correspondencia que á continuacion traducimos, relativa al sermon que el R. P. Ventura pronunció el dia anterior en las Tullerías:

"Paris, 15 de Marzo.

"El sermon que el P. Ventura ha pronunciado hoy en las Tullerías, de las doce á la una, en presencia del emperador, de la emperatriz y de los mas altos funcionarios del Estado, ha producido una sensacion todavía mas grande, acaso, que los dos primeros. Me aventuro á indicaros algunos de sus rasgos, sin pretender, sin embargo, resumirlo fielmente, ni en su apasionada fisonomía, ni en el órden y el encadenamiento de las ideas que el reverendo padre ha espresado."

"El P. Ventura habia tomado por testo los versículos 27 y 28 del cap. XI del Evangelio segun San Lucas:

"Versíc. 27. Cuando Jesus hablaba así, una mujer de la turba, levantando la voz, le dijo: Feliz el vientre que os concibió, y felices los pechos que os alimentaron;

"Versíc. 28. Pero mas bien, replicó Jesus, felices aquellos que escuchan la palabra de Dios y que la ponen en práctica."

"El P. Ventura se apoya en este testo para probar que si la práctica de la palabra divina parece á Jesus mismo mas importante que el nacimiento de un Salvador, con mucha mas razon debe ella ser obedecida y seguida por los soberanos y por los gobiernos.

"Partiendo de este punto radical, el P. Ventura ha pronunciado un sermon lleno de movimientos apasionados, de ardientes exhortaciones al emperador, y de consideraciones de actualidad contra los impresos que atacan el catolicismo, y contra los funcionarios que lo dejan atacar. M. Veuillot 1 estaba presente, y su rostro aparecia radiante; esto os indicará cuál era el sentido general de las palabras del predicador italiano.

"Un soberano, dijo, que no se apoyase en la religion, no tardaria en ser aniquilado. La religion sola puede sostenerlo contra sus encarnizados adversarios y contra los peligros sociales. El rey de la impiedad en persona, Voltaire, decia: "Dios me libre de vivir bajo un déspota que no tuviera religion: nada le impediria pulverizarme en un almirez!"

1 Redactor y director del periódico católico, L'Univers.

En vano se esperaria encontrar en el desarrollo escesivo de la industria y de la hacienda, un alimento á las fiebres del ánimo y á las necesidades del alma. Seria esto asimilar un pais á un demente que no tardará en perecer; la muerte de la inteligencia no tarda en atacar el cuerpo y arrastrarlo á su ruina. Una vez sacado el acero, la vaina se cierra. No es decir que la industria, este manantial del trabajo, no sea preciosa; ni tampoco que no produzca maravillas y que no nutra á los pueblos, pues esa es su mision providencial. ¿Pero qué seria sin el contrapeso de los principios religiosos? Un campo de batalla inmenso y fatal abierto á la avidez mas vergonzosa y á todas las sugestiones del egoismo.

"No se necesita sino abrir los ojos y mirar alrededor para formarse una idea de ella, demasiado exacta por desgracia.

"Aquí el P. Ventura presentó un cuadro poco lisonjero de la situacion: las fortunas escandalosas, las bancarotas mas escandalosas todavía, procesos reveladores, toda seguridad desapareciendo; la industria abandonada á sí misma, no produciendo sino el abuso de la codicia en toda su fealdad, y colocando, hasta cierto punto, el juego, la espoliacion y el robo en el lugar del órden civil y del órden moral; y de aquí deduce que la religion sola puede, con su autoridad superior, neutralizar los vicios de la industria y de la especulacion dejadas á sí mismas, y contenerlas por medio de la práctica de las doctrinas religiosas.

"Aquí se presenta una dificultad al ánimo del P. Ventura. ¿Debe el gobierno ser alguna vez tolerante con otras religiones? Se decide, respecto de algunas naciones, por la afirmativa, en consideracion á que la tolerancia religiosa ha llegado á ser en ellas un hábito que obra en sus leyes y en sus costumbres. Lejos de él la idea de combatirla y de abogar por su supresion; pero entre tolerar las religiones y protegerlas, hay una diferencia capital; el P. Ventura espresa la conviccion de que la religion católica debe antes que todas ser protegida en todo el mundo. Es en primer lugar la religion revelada, dice; y es, ademas, á sus ojos la religion del verdadero progreso, de la conservacion social, de la libertad y de la autoridad por escelencia. Por otra parte, añade, la Francia no es sino una nacion profundamente cristiana, profundamente católica, cuya fé seria gravemente peligroso insultar ó dejar insultar.

"Se ha dicho del gobierno precedente que era una monarquía que no se confesaba. Y esto es lo que lo perdió, esclamó el P. Ventura; pero á falta de la confesion habia, bajo Luis Felipe, la libertad de la prensa y de la tribuna, que podian amonestar á los gobernantes. ¿Qué se ria hoy el Estado sin estos poderosos censores, si la confesion no viniera á dirigir y á ilustrar las conciencias?

"¿Pero qué se diria, sobre todo, de un gobierno que permitiese la predicacion del ateismo y de la blasfemia? Es, sin embargo, lo que sucede en el territorio de la católica Francia. Hay periódicos autorizados públicamente para atacar, mofar y ridiculizar los dogmas, los misterios y á los ministros de la Iglesia católica. Bajo este gobierno, señor, en el cual sois todo poderoso, en el cual teneis la prensa entre vuestras manos, en el que ni una línea puede ser escrita sin el permiso de vuestros ministros y de vuestros primeros funcionarios, se toleran estas co

LA CRUZ.-TOMO V.

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